Aventura y naturaleza en Castro Urdiales
Escenas de verano ·
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Escenas de verano ·
Castro Park ofrece tres circuitos entre árboles y cinco tirolinas para soltar adrenalinaSaltar de árbol en árbol y sentirse como un auténtico tarzán en medio de la jungla es fácil en la mente de un niño y más si el escenario es un parque de aventuras en pleno bosque. Una alternativa diferente para cubrir esas horas de asueto de los niños en la época estival, hacer deporte, conectar con la naturaleza y conocer nuevas amistades, mientras los chavales pasan su merecido descanso veraniego en Castro Urdiales. Un espacio de 32.000 metros cuadrados de naturaleza y campo abierto para hacer volar la imaginación y para volar, en sentido literal.
Los que fueron niños hace algunas décadas fantaseaban entonces con tener una casa en el árbol. Un sueño hecho realidad, al menos por unas horas, para los jóvenes de los campus de verano que se desarrollan en el Castro Park, situado en la zona de Campijo en Castro Urdiales, y también para los no tan niños, que se animan a disfrutar de una jornada trepando, pasando de árbol a árbol a través de puentes tibetanos o movedizos o bien trepando por las redes y lanzándose en tirolina.
Tres circuitos entre árboles y cinco tirolinas dan forma a la fantasía, aunque también hay tiempo para jugar con los pies en la tierra o ir a la playa si hace calor en estos campus estivales, que cuentan con niños procedentes de varios puntos de España y del extranjero que pasan sus vacaciones en la ciudad cántabra. Los viernes terminan la semana en el parque de aventuras con una barbacoa.
No hay franja de edad para poder acudir a un parque que se puede visitar en familia o con amigos, y en el que no es extraño que grupos de despedidas de soltera/o lancen al novio o la novia en tirolina, tanto en la temporada estival como en épocas del año en las que el tiempo no acompaña tanto. Y es que en la zona boscosa la lluvia, si es tenue, no es un problema para disfrutar porque la frondosidad del bosque resguarda del agua tanto como del calor en verano. «Cuando llueve aquí no te enteras», comenta Anca Murariu, propietaria de la instalación, que pone el acento en las insuperables vistas con las que se topan de bruces los usuarios desde las plataformas de los árboles. «Las vistas desde arriba son espectaculares. Mucha gente que tiene vértigo se da cuenta de que al no mirar para abajo pueden hacer el circuito, porque se te va la vista al horizonte». Justo al punto donde parecen emerger del mar la iglesia de Santa María, el castillo-faro y Santa Ana. Una panorámica que mejora desde las plataformas de los árboles, pero que también se puede disfrutar tomando un café en la zona de bar o en compañía de amigos mientras se degusta una barbacoa.
No en vano, contar con este espacio que abrió sus puertas hace justamente dos años, fue una ventana a otro mundo para olvidar los sinsabores de la pandemia para los castreños durante las restricciones que no nos permitían salir de nuestro lugar de residencia. «Cuando abrimos, el primer año, la gente se animó mucho y no imaginaban que había tantos juegos». Concretamente 49 atracciones en los circuitos que se componen de puentes, pasos movedizos, redes y pequeñas tirolinas dentro del bosque, para rematar la visita en otra zona aislada donde se encuentran las tirolinas más grandes. La más alta se encuentra a 25 metros y tiene 140 metros de longitud para descargar adrenalina. Los tres circuitos están diseñados con dificultad progresiva para que los usuarios se vayan adaptando a cada una de ellos, siendo el denominado deportivo, a 15 metros del suelo, el más alto.
Un no parar de aventuras y retos para mayores y pequeños -lo han hecho abuelos con sus nietos-, que algunos repiten sin parar y que es un chute de motivación y autoestima para los chavales, que fomentan en este espacio la solidaridad y el compañerismo cuando el que va detrás se queda atascado y toca volver sobre tus pasos para brindarle ayuda, como hace un grupo de niños del campus de verano. Lo que más les gusta: «la tirolina», responden al unísono sin dudar.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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