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Castro y su fortaleza

Castro y su fortaleza

Castro de ayer y de hoy ·

Como vigía impresionante se levanta sobre los cantiles en vertical, a una altura de su base de más de treinta metros

Javier Garay

Castro Urdiales

Martes, 29 de diciembre 2020, 14:01

Sobre el cabo que hiende a la mar de norte a oeste, y de norte a el este, con no más de cien metros de ancho, y unos trescientos de largo, donde se encuentra ubicado el templo de Santa María y nuestro acantilado Castillo se levanta una fortaleza. Ésta, que como vigía impresionante se levanta sobre los cantiles en vertical, a una altura de su base de más de treinta metros y que viene desafiando desde tiempo inmemorial los rigores del bravo mar Cantábrico. Su maciza y pétrea mole, luce majestuosa desde el horizonte.

Hoy el castillo está coronado por un faro instalado en 1853 que sirve como guía al pescador y el castillo atesora, entre la rigidez de sus murallas, siglos o, tal vez, milenios de historia.

Por la parte del oeste sus muros son posiblemente de origen romano y probablemente el castillo pueda datar en sus primeros fundamentos de la época floreciente de Flavióbriga, cuando Flavio fundó esta ciudad y su castillo-fortaleza para defenderla de posibles ataques.

Se puede suponer que con los vestigios romanos que quedan en la parte del oeste, bien pudo haberse reconstruido e incluso ampliarse en la época de Alfonso VIII para protegerse de los ataques por mar de piratas y corsarios, bien del norte o por parte sarracena.

El castillo fue sin duda ninguna, desde su fundación, la primera y la última defensa, lugar de combate y de refugio, en cuya plaza de armas se congregaban los ayuntamientos generales para tratar los asuntos de gran importancia.

Dice el padre Henao que «el castillo, a principios del siglo XVII, con sus dos puertas, las cuatro piezas de artillería de bronce descubiertas para la defensa y seguridad de su puerto y muelles, tiene las que le bastan, pueden servir para lejos, porque caen muy altas y así más servirían de espantar que de ofender». Ya el Padre Henao en sus 'Averiguaciones' dice lo siguiente de nuestra entrañable ermita: «Tiene Castro Urdiales sobre una peña, a Santa Ana; es una ermita de mucha devoción, que está en peña sobre el mar; pasase a ella por dos puentes que llaman los arcos de Santa Ana». En años pasados acudía a la ermita, los días dedicados a la Santa, tanta gente, que para satisfacer su religiosa piedad, era fuerza celebrar Misa en un Altar, encima de otro peñasco cercano.

«A la fortaleza del sitio corresponde la de los ánimos en sus naturales, inclinados desde los tiernos años a las armas, y a la Marinería, saliendo valientes en aquellas y diestro en ésta, y así con justa razón es reputado el Puerto de Castro por una de las mejores Escuelas de Marinería, de cuantas hay en las costas de España. Apenas se ha visto armada, en que no hayan sobresalido sus hijos, prestísimos en ofrecerse de suyo, y en acudir a cualquier llamamiento. Las continuas levas han principalmente causado tanta disminución en la vecindad, y en las navegaciones, habiendo antiguamente en este Puerto trescientos vasos de navegar, entre grandes y pequeños con que frecuentaban los demás de España, Canarias, Francia, Inglaterra; y cada año iban a la pesquería de Terranova en compañía de Guipuzcoanos y Vizcaínos, y se hallaban los Reyes con prontos navíos para las ocasiones de guerra por mar, costeándoles el tiempo, que se valían de ellos, y licenciándoles la vuelta, acabadas la facciones», continúa diciendo el Padre Henao.

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Y sigue describiendo el Padre Henao: «Suélese embravecer tanto en este paraje el mar que muchas veces rompe los muelles, con ser en bastantemente fuertes y gruesos, y afirman los naturales de esta villa haber en visto crecido el mar de manera que sobrepujó la altura de esta referida península y la altura de las murallas del castillo, y llevando parte de las almenas, que de más de ser en grandemente altas, está situado en lo más eminente desta dicha punta de tierra; habiendo tanta altura de allí a la mar que casi el mirarle desvanece la vista. Y así hace semejante prodigio admiración, y no siendo tan afirmado así por los hombres de más importancia y crédito en el gobierno desta villa, y haberlo visto escrito, fuera muy difícil de creer, cubriendo así mismo toda la villa, arruinando gran parte de ella. Dicen duró tan temeroso suceso un día a su centro, dejando así la villa como lo demás descubierto y lleno de grandes pescados, y, con ser aquel lugar adonde tan acostumbrados están a verlos, se admiran la grandeza y forma de muchos dellos que, embarazados, no se supieron recoger con las aguas y así lo hallaban en las calles y casas desta referida villa. Estos temporales antes más fuertes y seguidos, tuvieron una inusitada frecuencia de destrozo entre los siglos XVI y XVIII».

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