Castro y su puerto
Castro de ayer y de hoy ·
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Castro de ayer y de hoy ·
Toda la línea litoral de la costa cántabra constituye un rico interés histórico por sus quehaceres marítimosSon las cuatro villas de la costa (Santander, San Vicente de la Barquera, Laredo y Castro Urdiales), donde se asientan una de las más notables y honorables historias de las marinas de todo el mundo. Toda la línea litoral de esta costa cántabra constituye un rico interés histórico por sus quehaceres marítimos en los que se refleja el valor, la osadía, y la marinería y demostrada reconocida por otras naciones, tanto o más poderosas náuticamente que las nuestras. La calidad humana de sus componentes llegó a asombrar a dinastías extranjeras rindiéndoles en ocasiones pleitesía. Aquí, sobre esta agreste costa, se sintió la tradición y el rigor humano mezclado con la procelosía marina.
Alfonso VIII, mejor dicho, sus consejeros, no pusieron el dedo al azar en nuestra cántabra costa, ni enumeraron sus puertos costeros por gracia ni repudia. Buscaron la posibilidad de crear plazas más bien militarizadas que sirviesen de crédito para la guerra, el comercio y la pesca. Son duros aquellos momentos y dolorosas las condiciones por las que van a pasar las cuatro villas de la costa. A partir de ahora (1163) se verán necesariamente obligados previos acuerdos y privilegios a pelear con uno de los mares más bravos del mundo en toda su intensidad. La piratería, el comercio, la ballena, la guerra, el corso, la aventura y la tragedia acompañarán y marcarán durante centenares de años historias de lo que bien se pudiera llamar: «Los Hombres de Cantabria Contra la Mar».
La carencia de instalaciones de servicio en los puertos al comienzo de estas villas constituye un gran problema que se palía utilizando el puerto natural guardando periodos de invernada para proteger las naves y lanchas. Sufren, sobre todo, Laredo y Castro Urdiales, habitualmente, grandes desperfectos en su flota por estar estos puertos tan abiertos a la mar.
El Concejo de Castro presenta en 1512 un proyecto de obra para hacer un cai y contracai pretendiendo a la vez cerrar los arcos de Santa Ana por donde entra libre la mar destruyendo a veces parte del pueblo. Un memorial de la villa asevera la crudeza con que la mar bate las embarcaciones por la resaca que entra bajo los arcos de Santa Ana, Miguel. Muchos navíos no entran en nuestro puerto por considerarlo peligroso.
En 1518 los muelles no están terminados, pero el Ayuntamiento de Castro Urdiales comunica al Consejo Real que: «ese ynvierno han avido tan grandes fortunas de mar que en la dicha villa derribó todos los muros de la parte de la mar e muchas casas e heredamientos».
Los temporales y la falta de medios pueden con los avances del nuevo muelle, ya que el agua que entra debajo de los arcos de Santa Ana, bate con toda intensidad destruyéndolos. La situación es caótica en un momento que puede ser dulce para Castro Urdiales. Varios comerciantes de la villa intentan con dinero particular cerrar el paso del puente en caso de que el Estado no se decidiera. Los pasos de agua debajo del arco y la grieta mayor en el segundo arco son responsables del caos que suele reinar en la concha de la villa, que a veces se convierte en una ensenada peligrosa, donde se pierden navíos y fletes.
En el memorial de Miguel Ángel Suárez Garmendia (Juan de la Cosa Vol. VII pag. 25), dice que, en 1518, el valor de los daños por temporales de mar se acercaba en la villa a los seis mil ducados de oro. Hasta el año de 1528 los cais de Castro no quedaron terminados.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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