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Una de las primeras fotos de Castro. Su puerto en el año 1880. Colección particular Jesús Garay
Castro, puerto abierto a la mar

Castro, puerto abierto a la mar

Efemérides de nuestra latitud ·

Nuestro atracadero fue base del poder naval de las monarquías castellanas, arsenal de expediciones, escuela de marinos, pescadores de ballenas y guerreros

Javier Garay

Castro Urdiales

Martes, 1 de diciembre 2020, 15:20

Según el padre Andrés Mañaricua llama la atención en la última carta para la villa la motivación al aludir a la fidelidad demostrada en tiempos de su minoría. Dice así: «Vos el concejo de la villa de Castro Urdiales teniéndonos niño pequeño nos criaste e nos llevaste al nuestro estado».

Año 1347

Durante el reinado de Alfonso XI, en cuya tutoría se encuentran los procuradores de Castro Urdiales en las cortes de Burgos de 1315, nos encontramos con un importante documento relativo a la villa marinera. Es el privilegio datado en Segovia a 5 de junio de 1347, en que se establece la vecindad y jurisdicción de Castro Urdiales. Pertenecen a la vecindad: Urdiales, Campijo, Allendelagua, Cerdigo, Islares, Santullán y Portugal. Se someten a su jurisdicción los lugares de la junta de Sámano: Sámano, Otáñes, Mioño, Lusa, Ontón y Agüera.

Época a partir del año 1351

Al año siguiente de muerto Alfonso XI en las cortes de Valladolid de 1351, los hijosdalgo que viven en los valles de «Sámano de Guriezo, que es en la merindad de Vecio», piden a Pedro I que les exima de la jurisdicción de los alcaldes y merinos de Castro Urdiales a los que había sometido poco antes el rey, su padre, y que les conceda «que ayan sus alcaldes e sus guardas de sus montes e sus fueros según siempre los ovieron e que merine y el merino mayor de Castilla o el que pusiere por si, según que dizen que lo usaron en tiempo de los reyes onde yo vengo». El rey responde que «oirá a ambas partes y resolverá según fuere de derecho».

Alfonso XI confirmó en varias ocasiones las mercedes sobre rentas a Castro Urdiales, otorgadas por Fernando IV a las Huelgas de Burgos. Ordena a los arrendadores judíos de diezmos que respeten el diezmo que corresponde al obispo y cabildo de Burgos en varios puertos, entre ellos Castro, derecho que volverá a reconocer expresamente, después de salido de la tutoría.

Su sucesor, Pedro I, mandó hacer el famoso becerro de las behetrías de Castilla, que resume las prestaciones que Castro Urdiales debía de pagar al rey. Comienza diciendo: «Este logar es del rey». Pagan los castreños al rey con servicios y monedas cuando lo hacen los de tierra, pero si el rey hace la guerra a los moros, o tiene alguna villa o castillo cercado y arma flota a su costa en la marisma de Castilla o Galicia, Castro ha de concurrir con una nave o una galea, y, a los tres meses de salida de Castro, el cuerpo de la galea queda para el rey. Ese año los habitantes de Castro no pagaban ningún servicio, ni en monedas, ni en pedidos. «Nunca pago ni paga Castro fonsadera y ello no por privilegio sino por costumbre. Tampoco paga Martiniaga, ni yantar y ello por privilegio: son libres de pagar el portazgo doquier que vayan con sus mercaderías».

«Se puede decir que los hijos de Castro estuvieron al borde de la extinción, como así lo prueban muchos historiadores»

Javier Garay

Los derechos que cobra el rey en la villa son: el portazgo de los mercaderes que vienen fuera de la villa; el treintazgo de los pescados que traen algunos hombres extraños; cinco sueldos por cada quintal de hierro que labran los ferrones y 1.400 mrs anuales, pagaderos por los arrendatarios del alfolí del hierro. «Et non ay otros derechos».

Nuestro puerto fue base del poder naval de las monarquías castellanas, arsenal de expediciones, escuela de marinos, pescadores de ballenas y guerreros, que tanto enaltecieron en los mares los gloriosos pendones de Castilla. En la batalla de La Rochela contra Inglaterra, Castro llevó un poderoso contingente, a juzgar por el privilegio único que le concedió el rey de Francia de no pagar entrada ni anclaje en todo el reino de Francia, privilegio que, según el padre Henao, está inventariado en el registro del Archivo de Castro y que de hecho se concedía en su tiempo a los castreños en los puertos de Francia, sin que ningún otro puerto de la costa lo pretendiese ostentar.

Los esfuerzos de nuestra villa son verdaderamente heroicos si se comparan la magnitud de los mismos, con lo exiguo de los medios y los enormes tributos de sangre, que representaron motivos de admiración. Tan enormes tributos que llaman a la tragedia, pues uno de los fundamentos del declive de nuestra villa fue el desgaste de sus hijos en cruentas batallas.

Un día de pesca en la dársena castreña a comienzos del siglo XX. Colección particular Jesús Garay

Bien se puede decir que los hijos de Castro estuvieron al borde de la extinción, como así lo prueban muchos historiadores. Las reales cédulas y despachos, que por distintos conceptos se dirigieron a la villa en épocas de luchas, están llenas de frases laudatorias. López de Galar en su memoria de los hijos de Castro dice que: «Como marinos no tienen rival, pues notoria es su pericia, su inteligencia, su valor, y su ánimo firme y sereno», frase que corrobora el padre Henao: «Apenas se ha visto armada, en que no hayan sobresalido sus hijos prestísimos en ofrecer de suyo, y en acudir a cualquier llamamiento. A la fortaleza del sitio, corresponde la de los ánimos de sus naturales, inclinados desde los tiernos años a las armas y a la marinería, saliendo valientes en aquellas y diestros en esta. Y así con justa razón es reputado el pueblo de Castro Urdiales, por una de las mejores escuelas de marinería de cuantas hay en las costas de España». Bien, pues todo esto se debe única y exclusivamente a su lugar como puerto abierto a la mar, donde se bebe el salitre durante las comidas en las casas y se nota el retumbar de la mar en las camas. Lo ven de niños, es innato. Juegan con las olas en la Atalaya, se bañan fácilmente en sus pozas y el puerto con sus lanchas está a la mano.

Año 1548

En 1548, el Cabildo de Mareantes y Navegantes del Señor Santo Andrés de Castro Urdiales atrajo la atención de Felipe II para reorganizar el cabildo y confirmarle. Y reconoce el monarca que aquellas reglas tenían ya más de trescientos años de existencia.

...La historia sigue, y con ella las efemérides castreñas, las de nuestra latitud.

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