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Fotografía a color del puerto de Castro y su conjunto histórico. Colección particular Jesús Garay
Castro, puerto pesquero

Castro, puerto pesquero

Castro de ayer y de hoy ·

De la prosperidad, a la decadencia

Javier Garay

Castro Urdiales

Viernes, 11 de diciembre 2020, 18:56

Roma, sin duda, encontró en nuestro entorno un asentamiento humano perenne y apreció los posibles beneficios que este entorno ofrece, sobre todo las montañas de mineral a pie del embarcadero y los recursos alimenticios y pesqueros, así como las entradas y salidas a la meseta que les permitían agilizar las comunicaciones entre esta y la mar. Acoge el actual Castro Urdiales a Roma con el calificativo que Plinio les dé de los Amanum.

Al iniciarse la Edad Media, las incursiones de gente del Norte (vikingos) hacen desaparecer lo que pudo ser el puerto pesquero. El desarrollo pesquero se retoma en el núcleo urbano con la llegada de lucrativos y beneficiosos fueros, sobre todo en cuanto a la pesca y caza de la ballena se refiere. Es durante la época de la reconquista cuando tanto los castreños, como los demás puertos del litoral Cantábrico demuestran el buen quehacer sobre las naves, al tiempo que comienza la marina cántabra con una inusitada fuerza a lanzarse de lleno a los mares del Norte para impulsar el comercio exterior. Desde las villas cántabras se llega casi a monopolizar la exportación de lanas castellanas y hierro hacia los países del Norte, donde las naves recalan cargadas con género manufacturado, mayoritariamente paños y tejidos.

Casi con el nacimiento de las villas y su posterior auge, se forman las necesarias cofradías o cabildos de pescadores. Su labor consistía y consiste en ordenar todo lo referente a la profesión y es uno de los instrumentos con el que contaron los pescadores para defender sus intereses.

Castro Urdiales se ve sumida, después de cientos años de prosperidad, en una fase decadente. Primero, con pestes, incendios, luchas, banderizas y el asalto inglés y, tiempo después, con la creación de los consulados de Burgos y Bilbao. La crisis se acentúa a finales del siglo XIV, provocada por el desgaste que sufre la villa con sus continuas aportaciones a la armada, la competencia con Bilbao, el duro impacto que supone para el puerto castreño el cierre de los puertos anglosajones, pestes, incendios, gente que se enrolaba en empresas americanas y, sobre todo, la gran calamidad que supuso para el puerto la pérdida total de gente y naves que se mandó para la armada invencible. Esto sumió en una decadencia a Castro de la que nunca más se recuperó, salvo los mejores años de su industria pesquera, entre los años 1950 a 1972, en los que, con la «espantada» de los pescadores jóvenes a las labores en el Superpuerto de Bilbao, hicieron caer a Castro en un puerto sin ningún futuro pesquero.

Imagen principal - Castro, puerto pesquero
Imagen secundaria 1 - Castro, puerto pesquero
Imagen secundaria 2 - Castro, puerto pesquero

En Torno al año 1500, el monopolio sevillano del comercio con América y las pestes tremendas asolaron nuestra costa, así como la calamidad de las levas. La decadencia del comercio y la disminución de gente sumen a nuestra villa en una decadencia manifiesta. Con la construcción de los muelles para el abrigo de los navíos, Castro asume como puerto cierta importancia en cuanto a otro concepto que hasta ese momento no había poseído: el de puerto de resguardo. Castro Urdiales intenta, por enésima vez, con el nuevo puerto y otra mejor posibilidad de comercio marítimo, integrarse en el señorío de Vizcaya y, así, poder gozar de beneficios fiscales, pero Bilbao, tozudo, a pesar de los muchos favores que le debía a nuestra villa, impidió que ésta volviese a integrarse al señorío.

Castro integra durante el reinado de los Reyes católicos una circunscripción territorial que se llamó el Corregimiento de las Cuatro villas, hasta que en 1833 se configura la nueva provincia. Nuestro puerto estuvo habilitado para el cabotaje hasta 1842, cuando fue declarado puerto de segunda clase. Preparado para el tráfico marítimo nacional y extranjero contó con aduana propia, aunque subalterna con la de Santander.

El siglo XIX deja a castro sumido en la más elevada de sus penurias históricas, pero con el derribo de las murallas y la construcción del ensanche a mediados del siglo XIX se inicia una nueva etapa de prosperidad en la villa, pero nunca para el sector pesquero, sino para manos privadas que se marca por el rápido resurgimiento de la villa y población que llega aquí de todas las partes de España por la mano de obra segura que se les ofrece. Es el auge minero quien protagoniza esta resurgir, las nuevas minas, a parte de las conocidas, además del impulso que supuso la venta de tierras comunales provocadas por la Desamortización de Mendizábal en 1836 y la de Madoz en 1845-46.

Se baraja la construcción de un dique con un presupuesto que va más allá de ocho millones de pesetas y comienzan las obras en 1897, partiendo desde la base del primer puente y, ya realizado el dique principal (rompeolas), se proyecta la construcción de un contradique de 300 metros de longitud y el remate del morro del dique principal que comienza a ejecutarse en 1912 y se termina en 1914, como refleja la piedra grabada que se encuentra en la rotonda del rompeolas, aunque se estuvieron echando bloques durante varios años. Este presupuesto y el del contradique se fijaron en un millón de pesetas

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