Castro registra un terremoto de magnitud 1,6 «que no causó daños», según la Policía

Lejos de considerarse algo extraordinario, el movimiento de tierras, de dos kilómetros de profundidad, «es algo normal», afirma Juan Remondo, Profesor de Geodinámica Externa de la Universidad de Cantabria. «Lo que tenemos es una gran falla al norte de los Pirineos que básicamente lo que hace es situarse en medio entre la placa europea y la africana», detalla el experto. En medio se ubica la placa ibérica, que tiene menor entidad. «La mayor zona de fricción se nota en el sur de la península, en Andalucía. Allí tiene un empuje más significativo; pero en el norte también aprieta y muestra de ello es la propia formación de los Pirineos».

Todas esas fuerzas se propagan en otras direcciones y a Cantabria le atraviesan de este a oeste de forma muy visible. «Si nos fijamos, desde Picos de Europa, hay una cordillera más o menos uniforme que llega hasta el País Vasco pasando por El Escudo y Cabuérniga, que tiene su representación en la propia sierra». Precisamente de esa fractura surgen los balnearios que se conocen en La Hermida y Puente Viesgo, por ejemplo. «Es una falla importante, de una profundidad considerable que, de cuando en cuando, experimenta movimientos», detalla Remondo. Se trata de pequeños «acomodos», describe el profesor. Movimientos menores pero que se dan de cuando en cuando y que tienen mayor intensidad «conforme nos acercamos hacia Pirineos».

La particularidad de la caliza

El caso de Castro Urdiales es particular. «Sucede que al llegar a esa zona, el sistema se encuentra con un entramado muy calizo, que es más rígido y produce deformaciones que se ramifican en muchas más direcciones, entre ellas el norte y es por ello que se puede llegar a sentir un movimiento de estas características en una localidad tan costera como es Castro».

Lo lógico es que este fenómeno no se repita hasta dentro de un tiempo. «Puede que en otras zonas, donde hay más actividad sísmica, pueda haber más movimientos sucesivos, lo que se llaman racimos, pero en este caso no es probable que vaya a ser así;aunque los terremotos han estado siempre presentes en Cantabria», recuerda el experto. De los archivos rescata eventos como el sucedido en 1938 en Arredondo, donde el sismo llegó a alcanzar una magnitud de 4,9, o el registrado en Reocín en 1965, de 4,1.