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La celebración del Día del Libro (23 de abril) dio lugar a un acto cultural en la pedanía de Cerdigo el pasado domingo, en la que se ofrecieron lecturas por parte de los presentes de la obra que lleva por título el nombre de la ... misma pedanía, un libro escrito hace dos décadas por Javier Garay, marinero y cronista castreño que recibió un emotivo reconocimiento por su labor investigadora y divulgativa de la historia del municipio.
La Junta Vecinal de Cerdigo y la Escuela de Doblaje Anselmo Herrero organizaron este evento con la colaboración del Ayuntamiento de Castro Urdiales, un acto dedicado a la literatura y a la historia del lugar.
«Cerdigo tiene una impronta natural impresionante, que es el monte de Cerredo. Este monte ha sido el pulmón del lugar. Los lugareños tenían ahí leña, caza, sus cabañas donde guarecer su ganado… sin ninguna duda, sin Cerredo, Cerdigo no hubiese existido jamás, lo mismo que Mioño con sus minas u Otañes con sus bosques y sus montañas. Cada pueblo tiene su impronta», ha explicado Garay.
El tiempo acompañó en este evento al aire libre, presentado por Anselmo Herrero, en el que estuvieron presentes diferentes autoridades, como la alcaldesa de Castro y la de Cerdigo. «Multitud de voluntarios fueron poco a poco desgranado las interesantes historias de este pueblo tan singular», ha contado el cronista, agradecido por el reconocimiento recibido, ofreciendo una charla- coloquio a los asistentes, compartiendo con ellos los conocimientos que tiene de Cerdigo, sus historias y costumbres.
«Este pueblo tiene también una connotación muy especial: está tan cerca de la mar, que el lugareño es campesino y marinero. Se dedicaba también a la pesca de costa cuando dejaba sus quehaceres de tierra. Incluso ponía las miras en la mar, eran marinos. Su costa tiene varias entradas, como la del puertecito que llaman El Portillo, donde desembarcaron los franceses. Cerredo es un monte que ha dado vida al lugar y los cerdigueños han sido los hijos de ese monte», ha apuntado Garay, destacando que esta pedanía está enclavada en la ladera del monte más alto de España que está más cerca de la mar, con sus más de 600 metros de altitud. «El hombre trabajó la tierra con mucha dureza, todo estaba empinado, en cuesta. Tiene poco praderío, pero han vivido de ello con mucha nobleza y dedicación», ha concluido el cronista sobre este pueblo castreño.
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