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Juan Pedro Acebal, es castreño, de esos «de toda la vida». De familia marinera, este pescador siguió los pasos de su abuelo y de su padre, quienes fueron marineros también. En una época «complicada» para la pesca, Acebal sale cada día a las aguas ... con su merlucera, una de las ocho que quedan en Castro Urdiales.
Este pescador cuenta que lleva dedicándose a la mar desde los trece años, porque «no valía para estudiar» y, por eso, le mandaron a faenar a la mar con su padre. Ahora, es propietario de uno de los ocho barcos que quedan en el precioso puerto castreños, una embarcación de doce metros llamada Lutxi.
Este castreño reconoce que nunca le gustó la mar, pero que por obligación tenía que ir a trabajar, sin embargo, con el paso de los años le fue gustando este oficio, un profesión que, asegura, «te tiene que gustar» si te dedicas a ello por mucho tiempo.
También explica que se trata de un trabajo «muy sacrificado, muy duro, donde se pasa mucho frío y hay poca pesca, que, además, está muy barata», por eso Acebal destaca que «está muy complicada la vida de la mar».
Y es que, a veces tienen que salir con sus embarcaciones cuando la mar está «fresca», no cuando hay temporales, pero hay que salir a faenar y «la mar es difícil». Precisamente, uno de los problemas que tiene este mundo de la mar, según el pescador es que «si pescas, ganas y si no, el trabajo lo has realizado igual y no llevas dinero a casa, algo a lo que uno se acaba acostumbrando».
Pero como hay que quedarse con lo positivo, Acebal se queda con esos momentos de pesca en los que se pone contento, cuando ven desde la Cofradía el producto y hacen «un precio bueno, pero a veces, «el pescado no vale mucho». Cada día llevan el pescado a la Cofradía, porque toda la pesca que traen los barcos, pasan por ahí. Merluzas, barbos, lenguados... A cada uno le pone un precio dicho colectivo y los compradores que acudan a la lonja pueden adquirirlo como en una subasta, así, «el que más suba el precio se lleva el lote».
El marinero se encuentra ahora inmerso en la temporada de la lubina, desde el mes de septiembre. El domingo sale a las cuatro de la tarde a echar los anzuelos con la carnada y luego lo recoge el lunes, partiendo a las siete de la mañana a recoger el aparejo, usando «el palangre y encarnando con centollo o patalines».
Por otro lado, este pescador cuenta que cuando andan a redes, se levantan a las cuatro de la mañana, según la temporada, dejan largado el aparejo y cuando llega el alba lo recogen tras esperar en la boya. Entonces se puede pescar merluza, pescadilla, barbos, chicharros... de todo un poco aparece en las redes. Y en marzo se pescan los verdeles de anzuelo.
Acebal cuenta que cuando están al verdel, se pesca con 25 anzuelos en una panchera, que son ocho o diez metros de pita que tiene cada 40 centímetros un anzuelo y eso se recoge con un carrete hidráulico, se pasa por una bandeja y se va desmallando solo poco a poco, cayendo a la cubierta. Entonces se recoge el pescado y si hay 120 cajas, luego toca descargarlas y así hasta el día siguiente mientras dure la temporada. Y esta, la temporada del verdel, es la que más le gusta a este castreño, y aunque el mundo de la pesca no esté en su mejor momento, Acebal seguirá al timón.
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