El despegue económico de Castro
Efemérides de nuestra latitud ·
El siglo XIV fue el más duro y prolífico para la historia de Castilla, nuestro reino, y el resto de la penínsulaSecciones
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Efemérides de nuestra latitud ·
El siglo XIV fue el más duro y prolífico para la historia de Castilla, nuestro reino, y el resto de la penínsulaEl siglo XIV fue el periodo del gran despegue económico castreño y en el que la villa se señoreó por los lugares de la mar del mundo conocido. Fueron épocas de gloria y de dolor. Quizá el siglo más duro y prolífico para la historia de Castilla, nuestro reino, y el resto de la península. No todo fueron viajes románticos al norte a los puertos del Hansa, ya que tres grandes calamidades asolaron nuestro territorio y el castreño más, por ser lugar de recalada de muchos puertos del Norte en comercio, por ser deseado por Inglaterra y batirnos en diez y siete guerras marítimas, entre muchos estados Europeos. Grandes hambrunas en Europa, sobre todo la del 1315 y que llegó hasta el 1322. Después, la gran peste negra, entre 1347 y 1353, que dejó Europa diezmada y cambió el concepto de la sociedad. Y en la última, de 1390 a 1400, incendios, asaltos por mar, hambre y enfermedades estuvieron a punto de hacer desaparecer la villa, que ya no se recuperaría nunca jamás de su época esplendorosa.
El pueblo entró en una fase de explotación horrible por la política de los poderosos y los castreños perdieron algunos de los derechos y privilegios obtenidos desde la época de Alfonso VIII y sus dinastías que nos hacían colocarnos como puerto admirado. Pues bien, a parte de todo esto, como veremos la pugna entre Pedro I de Castilla apodado el Justiciero, para unos, y el cruel, para otros, y su hermanastro Enrique de Trastámara nos inmiscuyeron en esa lucha fratricida que mucho daño nos causó.
Castro Urdiales es eximido del diezmo del vino que cosechaba y que vendía fuera del reino, tan importante era el chacolí.
Fernando IV confirma al concejo de la villa todos los fueros y libertades de que gozaba y ese mismo documento permitía la Unidad con la Hermandad de las Marismas cuando para la villa fuese necesario.
Castro Urdiales participa a través de sus procuradores en las Cortes del Reino, donde concurren como representantes de la villa Sancho Sánchez y Diego Gonzales de Frías.
Confirmó Alfonso XI el privilegio otorgado al obispo y cabildo de Burgos por Alfonso VIII sobre los diezmos del treintavo que tenía en Castro Urdiales.
Comienza la guerra de los Cien Años que tanta repercusión habría de tener para nuestra villa, con la reclamación del trono de Francia por Eduardo III e Inglaterra. Al iniciarse la guerra de los Cien Años evidentemente iba a interferir en el comercio de nuestras villas cántabras y, concretamente, en la nuestra de Castro Urdiales por su proyección principal. Ese año, y estando en continuas esdaramuzas con Inglaterra, firmamos un tratado entre Francia y las cuatro villas de la costa en el que se enumeraba el apoyo naval que podríamos prestar a Francia, sin embargo seguíamos comerciando con Inglaterra con protección y salvo conducto y así la nao Santa María de Castro y la San Juan, patroneadas por Juan Sánchez y Pedro Villar, ajenos a las escaramuzas, se hacían a la mar rumbo a Inglaterra.
Martín Sánchez de Castro Urdiales vendió en Barcelona su coca Bayonesa de una cubierta, llamada Santa María la Rosa, a Jaume Sabola, mercader y ciudadano de Barcelona por 350 libras barcelonesas. Igual que el primer transportista acuático de la costa cantábrica que entró en contacto con los navieros genoveses para ponerse a su servicio fue Juan Burgos de Castro Urdiales que el seis de febrero de 1348 estaba con su coca Santa María en Génova y partiendo con vino genovés rumbo a Flandes, dando muestras estas dos noticias de cómo se movían los castreños por los mares conocidos de entonces.
Es por esta época cuando debieron de fundarse los conventos de Santa Clara (san Francisco lo fue antes), la ermita que fue tan importante de Santa Catalina y el Castillo de los Templarios o Convento de San Antón con su anexa Santa Lucía.
En esta fase, Francia e Inglaterra se disputan el apoyo de Castilla y el puerto de Castro como lugar de avituallamiento y recalada y se obtienen salvoconductos reales para poder comerciar con ambos, como, por ejemplo, 23 naos de la flota de Flandes que comprendía 10 barcos de la villa de Castro Urdiales. Y estas cosas de guerra, nos hacen entrar en la batalla de Winchelsea, en que la flota franco castellana fue cruelmente derrotada por Eduardo III, en la que los castreños se batieron bravamente, pero prácticamente fueron diezmados y, de resultas, los salvoconductos para comerciar con Inglaterra quedaron anulados. Justificando el mismísimo Eduardo III la contienda por si las represalias: «Ved como los montañeses y otros puertos invaden hostilmente a nuestros mercaderes y que les roban sus mercaderisas en la mar y los puertos. Arman naves y se jactan de su poderío e invadir nuestro reino y ante el inminente ataque ruego a vos obispo de Cantérbury y York hagáis reunir las acostumbradas procesiones y ofrecer oraciones devotas celebrar misa y ofrecer limosna para poder abatir la soberbia de nuestros enemigos y nos conceda a nos y al pueblo el triunfo de su victoria por la Divina Misericordia para alabanza de su nombre. Testigo el rey en Retherheth, 10 de agosto de 1350».
Una vez coronado Pedro I, comienza un drama en la España cristiana. Un gran drama en el que, sin querer, se verá involucrado el puerto de Castro Urdiales tan apetecido por Inglaterra para cortar las vías marítimas y tener la preponderancia de los puertos del Norte hasta Aquitania. Todo empezó invadiendo Enrique de Trastámara Castilla con sus fieles y las célebres compañías blancas mandadas por el sagaz y violento Bertrand de Duguesclin y terminó en el cruel fratricidio de Montiel.
El rey don Pedro I, para anteponerse a las pretensiones de su hermano bastardo Enrique, buscó el apoyo del Príncipe de Gales, llamado el Príncipe Negro por el color de su armadura, hijo de Eduardo III, gran guerrero y vencedor de los franceses en la batalla de Poitiers y tenido por caballero y valeroso. Éste le ofreció su apoyo y el pacto fue que el rey don Pedro I, una vez en el trono, entregaría al Príncipe Negro la Villa de Castro Urdiales, junto al señorío de Vizcaya. ¡Vamos! todo un Gibraltar tres siglos antes. Don Pedro I triunfó en Nájera y el Príncipe Negro reclamó su paga, pero el rey Don Pedro I se dio cuenta del error tan grande que había cometido: dejar en manos de Inglaterra lo mejor que tenía en el Norte de España. Estaba terriblemente asustado, pues ya Inglaterra dominaba toda la costa francesa y de esta forma su imperio seria inexpugnable. Quiso cambiar de idea y sustituirla por otro territorio, pero el Príncipe le dijo que de eso nada, que nada quería de Castilla, salvo el Señorío de Vizcaya y la Villa de Castro Urdiales. Entonces Pedro I dio al Príncipe sus cartas para que le entregasen sus nuevas tierras y envió una comisión para tomar propiedad de las nuevas tierras norteñas, delegando las diligencias en un tal Poyana y un letrado y su consejero llamado el Yugue de Bureus. Pero no era voluntad del rey Pedro I el cumplir así ni dar territorio ninguno a Inglaterra. Se desdijo y mando misivas a castreños y vizcaínos en las que se decía que aunque diese carta de propiedad al Príncipe, de ninguna manera le dejasen tomar posesión de ellas, que le guerreasen. El príncipe llegó a indicar al rey Pedro I que había quienes sospechaban de que no procedía con lealtad, ya que se había enterado de que había avisado de que los de Vizcaya y Castro no le tomasen por señor y le pedía justicia a Pedro, pues el Príncipe no se creía tanta deslealtad y le rogaba que le entregase las tierras comprometidas.
El rey juró en la Catedral de Burgos el 2 de mayo de 1367 que haría entregar al Príncipe la tierra y señorío de Vizcaya y la Villa de Castro Urdiales, según lo prometido. Pero el tratado quedó sin cumplir y sin arbolar bandera en nuestra villa, ni en porción alguna en suelo de Vizcaya, pues, aunque vinieron a tomarla, la resistencia que encontraron les hizo desistir. Este episodio constituye una de las principales pruebas de que Castro era un puerto único, ya que la misma Inglaterra lo pretendió, tratando de tener aquí una colonia que hubiese sido la primera.
...La historia sigue, y con ella las efemérides castreñas, las de nuestra latitud.
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