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Ilustración de los fuegos de San Telmo en una embarcación. Colección particular de Jesús Garay
Los fuegos de San Telmo

Los fuegos de San Telmo

Castro de ayer y de hoy ·

Los pescadores, incapaces de comprender las razones que provocaban estas misteriosas luces, las miraban con mezclas de desconfianza y suerte

Javier Garay

Castro Urdiales

Lunes, 17 de mayo 2021, 16:51

Algunos casos resultan curiosos, pues encontrarse en medio de la mar es encontrarse en un mundo tenebroso, el elemento marino es muy caprichoso ya que inspira horror y confianza al mismo tiempo. El desarrollo de la meteorología y de las ciencias náuticas ha contribuido a sumergir engañosas situaciones con respecto al mundo de la mar, pero, cierto que es fiel decirlo, algunas de ellos estaban entroncadas con la realidad. Respecto a varios fenómenos, el pescador en su ignorancia acertaba «a casa» ya que los barruntos no se contradecían con las supersticiones y la realidad.

Se encontraba el pesquero «Hermoso Castro» en traba de bonitos, sobre una ambolea gigantesca que casi mordían los cintones del barco. Estaba bien sentado el barco de pesca, cuando de pronto todo el cardumen desapareció. El patrón increpó a quien hubiera embalado semejante día de pesca, mientras la mar era un síndrome de quietud. Alguien veterano de a bordo dijo: «Algo barruntan estos cabrones». Minutos después, bajo viento como paja, que fue lo que anunciaron los bonitos: mal tiempo.

En otras ocasiones barruntaban los pescadores el mal tiempo por cómo se comportaban los toinos (delfines) e incluso por las acciones de las aves, ya que si se encontraban posadas y bañándose en la superficie era preludio de mal tiempo y la realidad en muchos casos era que estos comportamientos correspondían a un brusco cambio climático. Las lucernas (pequeños arcoíris entre nubes) eran super temidas y los lanchones volvían raudos a puerto en cuanto las veían. Los fuegos de San Telmo eran de mal o buen presagio. Los pescadores, incapaces de comprender las razones que provocaban estas misteriosas luces, las miraban con mezclas de desconfianza y suerte. Varias veces tuve la dicha de ver estos fuegos, pero nunca me olvidaré de la noche en que andando a la pesca del palangre con mi amigo «Chelu» vi los fuegos más maravillosos que ni la ingeniería actual puede ser capaz de provocar.

Navegábamos sobre noche tapada y oscura hacia el pedral (marca de pesca) cuando, repentinamente, todo se iluminó a bordo. El redeño fue rodeado de una intensa luz azulada y amarilla que vibraba en miles de ramificaciones y un hilo grueso de esa luz corría por las vagras y paneles, ascendiendo por los bombachos de «Chelu» hasta la cabeza, dándole la aureola de un dios marino. «Chelu», muy dicharachero siempre, y viendo la sorpresa reflejada en mi rostro, y siendo un veterano del fenómeno, levantaba los brazos y por sus dedos se escapaba un chisporroteo muy gracioso. Tenía el pelo de punta con un color dorado que se alzaba al cielo y en la embarcación «Nuevo San Andrés» que navegaba sin luces, se podía incluso leer.

Yo notaba un picor exagerado por todo el cuerpo y cabellos (es frecuente con este fenómeno). Los toteles y la cruceta de las luces de navegación, así como el arpeo rezumaba una fluorescencia que no duró más de tres minutos, pero de verdad que fue algo inolvidable. Los marineros españoles llamaban a ese fuego «Cuerpo Santo», pues la aparición de este fenómeno era la consideración de que un guardián marino venía a avisarles de peligro para la tripulación.

Puede darse incredulidad en lo referente a los «Fuegos de San Telmo», es por ello que quiero hacer una confirmación del tema que, quizá por mi sensibilidad y la fascinación con que viví aquel momento, hayan hecho que plasmase mis recuerdos, con la realidad que los contemplé y que siguen aún muchos vivos en mí. Son muchos los pescadores de Castro que han podido ver este fenómeno de fuegos, aunque nunca acontece en una zona de mar amplia y sí sobre un objeto, en un momento determinado y no tiene por qué acontecer sobre otro barco cercano.

El Diccionario Marítimo Español, redactado por orden real en la Imprenta Real (Madrid, 1831) dice de los Fuegos de San Telmo lo siguiente: «Meteoro que a veces suele dejarse ver en los palos y vergas de los buques en forma de bolas de fuego».

Este fenómeno luminoso que solo acontece sobre un lugar concreto y no sobre toda la mar, es de naturaleza eléctrica, ya que las nubes cargadas de electricidad originan en el barco por inducción una carga eléctrica que no se reparte uniformemente, sino que se acumula en los altos, originando en ellos una mayor densidad eléctrica, dando origen a una descarga eléctrica que los científicos denominan efluvio y puede ser invisible o visible acompañado a veces de ligeros ruidos.

Este fenómeno es conocido desde muy antiguo y de él hablan escritores griegos y romanos. En el segundo viaje que realizó Colón a América en septiembre de 1493: «Se presentó el Fuego de San Telmo en la verga de juanete de forma múltiple como siete cirios. La tripulación oró en acción de gracias por considerar que aquel milagro era signo claro y evidente de la protección divina sobre la tormenta que se soportaba», dice el hijo de Colón en sus memorias.

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