Historia dentro de nuestros peñones

Todo esto nos lleva a pensar en la actitud marítima que Roma pretendió con nuestro puerto, a pesar de punto de apoyo militar, las tropas aquí, lejos del acoso de los cántabros, se recuperaban y alimentaban en un lugar paradisíaco. Su posición geográfica, su condición natural y su riqueza fundamentan la colonia. Son los intereses de Roma los que marcan la pauta funda y refunda, las ciudades y lugares impulsados por el estado. La vía o calzada era un eje comercial y militar de primera importancia, dado todo lo que lo rodeaba desde ella se distribuía tanto para por mar, como para por tierra, un foco interesante de un tipo inconcreto de labores y necesidades estratégico económicas, sistemas administrativos, ocupaciones temporales y fijas, engrandecimiento de la comarca, aprovechamiento de sus recursos naturales, porque sin duda, aquí también construyó naves Roma.

En su tratado, Plinio confirma, y así hay que leerlo, que de todas las metalíferas conocidas en el Norte, son las de hierro, las más importantes. Y dice que en la zona marítima que baña al océano hay un altísimo monte que parece increíble, todo él es de metal. Muchos se quieren atribuir tal monte para su comarca e historia, viéndolo unos en Peña Cabarga y otros en Somorrostro, pero no hay otro que cumpla los requisitos reflejados por Plinio, ni hay argumentos para desdecirlo, que el monte que habla Plinio es Dícido. Flavióbriga fue refundada en 71-74 d. C. y es hoy en día aceptada por todo el mundo. Que era conocida antes ya lo dice Plinio: «Flavióbriga, donde antes estuvo Portus Samanum». Aquí, en esa frase, cabe toda esa pequeña pero gran historia de nuestro puerto. Sin duda, el puerto comercial o Portus Samanum se reconvirtió a medida que Roma se asentaba en paz y prosperidad y había que aprovechar las riquezas del país y que mejor que extraer mineral en un lugar fácil y libre, un lugar desde el que dejabas caer el mineral y rodando caía casi a la borda de sus naves. Según González Echegaray: «Tenía las mismas prerrogativas que la capital del imperio y la única ciudad en todo el Norte de España, que tenía esa categoría». Flavióbriga fue muchísimo más importante para Roma de lo que aún hoy en día suponemos. Plinio en su Historia Natural dice: «Desde la parte de la Hespaña Citerior, que procede hacia poniente, por la costa del Océano y después de los Pyreneos por la parte del Océano, están las montañas de los vascones, Olarso, pueblos de los várdulos, los Morosgos, Menosca, Vesperies, el puerto de amanes, do esta ágora, Flaviobriga, colonia de nueve ciudades».

Esto tiene grandes connotaciones de las que hablaremos. La ciudad, entonces, tenía dos clases de habitantes: los colonos romanos y los indígenas. Convivían, pero sin mezclarse. Los indígenas, por su parte, tenían el derecho latino, igual que los que poseían los ciudadanos de Italia, pero carecían de la categoría de ciudadanos romanos. Plinio no dedica un gran trabajo geográfico, ni siquiera parece darle interés, entiendo que su trabajo era muy diverso y no podía someterse a unos pequeños puertos cuando Roma dominaba el mundo ¿Qué importancia tenían los demás puertos que nos rodeaban? ¿Hasta dónde era para Roma de importante la nueva colonia? ¿Cuánto tiempo llevaba nuestro puerto siendo disfrutado por Roma? ¿Fue refundada también para dar cabida a las veteranas tropas que componían las legiones romanas? Se dice que los soldados romanos, cuando eran licenciados, adquirían la categoría de ciudadanos romanos como premio a un servicio en el ejército de veinte años y predomina la teoría de que los soldados venidos a Flavióbriga eran licenciados de la guerra de Judea, puesto que en el año 70 se destruyo Jerusalén, en tiempos de Vespasiano y que como premio a su participación, los trajeron a un lugar único y los rebautizaron. No pongo en duda trabajos hechos por gente que donde yo termino ellos empiezan, pero, a veces, son simples sus argumentaciones al reconocer que la categoría de colonia se equiparaba a ser como una pequeña parte de Roma y lo que en nuestro entorno se encontraba era toda una imperial colonia con sus nueve ciudades.

Castro ofrecía mucho más que un asentamiento para recibir a la soldadesca débil y cansada en un lugar que tenía muchísimo interés y no solo para enriquecerse, si no hacerse con esta parte del mundo tan hostil para ella como fue Cantabria, desde un lugar magnifico que siempre llamó la atención y fue pretendido por las potencias mundiales de entonces, no ya Roma, si no hasta la mismísima pérfida Albión e incluso Francia, cuando dominaba el mundo. Por algo será que, siempre, los que dominaron el mundo pretendieron Castro, incluso los hérulos de los que hablaremos. Continuaremos con la incógnita de San Guillén.