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JAVIER GARAY
Castro Urdiales
Sábado, 4 de mayo 2019, 16:30
Este relato que pasamos a continuación se debe a la excelente pluma de nuestro maestro José Luis Darriba quien, sin meternos en otras profundidades, fue sin ninguna duda quien mejor supo plasmar la vida del castreño en la ilustración. Él le hizo una entrevista ... al señor Aqueche para Radio Laredo el 22 del Marzo de 1958: «El señor Aqueche solo naufragó una vez cuando contaba 18 años de edad. Pertenecía a la trainera del difunto Valle, el de Espiga».
Habían pescado en el abra de Laredo el día 7 de septiembre de 1896 unas arrobas de sardinas -22 millares, como antes se decía- en vísperas de la fiesta de nuestra señora, el 7 de septiembre. Habían puesto rumbo a Portugalete donde llegaron felizmente y vendieron la pesca echando veintidós duros, a duro el millar. Al siguiente día, cuando regresaban a Castro, estando a la altura de Ontón, navegando a vela y soplando un fuerte viento sur, una racha de aire dio vuelta a la trainera yendo todos los tripulantes al agua. Eran once en total, incluidos dos «chichos». De momento, todos se agarraron a la trainera para sostenerse a flote. Eran las cuatro de la tarde y oían las explosiones de los cohetes que lanzaban en Mioño anunciando la romería de Nuestra Señora. Aquella fue una terrible tragedia, pues se ahogaron seis hombres: el primero el patrón, Marcelino Valle, que no sabía nadar. Después le siguieron dos más, un tal Segurola que era de Islares y el abuelo de los 'Diputados' apellidado Villar. Estos dos fueron arrebatados por una enorme ola y abrazados bajaron al abismo. Eran como las ocho de la tarde. Un criado del patrón llamado Cándido, que era del Castaño -Sopuerta- y que no sabía nadar, tenía dieciocho años- se arrojó deliberadamente al mar, desesperado, alucinado, cuando eran como las ocho de la mañana del siguiente día, tras una noche dantesca de gemidos y rezos de los supervivientes. La tarde anterior, otro tripulante, Luis Abascal, oriundo de Laredo se ahogó igualmente. Tampoco sabía nadar el hijo del patrón, Calixto Valle, de quince años, fue el último en desaparecer entre las olas hacia las once de la mañana.
Quedaron con vida agarrados como podían a la embarcación Pantaleón Aqueche, Ángel Crespo, Antonio Torre 'El Bolonio', Máximo Miquelarena y Saturnino Cantero que era el más viejo, pues tenía sesenta años. La noche que pasaron a remojo fue interminable y horrenda, los patalines les rumiaban las piernas. Fue un asalto como si se tratase de pulgas. Al siguiente día del naufragio, tras veinticuatro horas y media de lucha contra el líquido elemento la sed y el hambre, cuando eran las seis de la tarde fueron recogidos los cinco supervivientes por el vapor La Unión, de los prácticos de Portugalete, gobernado por un tal Sota de Santurce, también práctico. Ya en Portugalete fueron muy bien atendidos.
El conmovedor comentario que sigue salió publicado en una Ilustración de los años sesenta del pasado siglo, en torno a este naufragio y también escrito por el señor Darriba, que entrevistó de nuevo al señor Aqueche: «Hoy en día, de aquellos cinco náufragos supervivientes, solo vive D. Pantaleón Aqueche que con sus 82 años encima jamás olvidará aquellas dramáticas horas, aunque viviera mil años», dice el simpático anciano mientras da un ligero sorbo al vaso de tinto, «ni tampoco la desesperación que les produjo al no ser atendidos por un botero que sin duda no les vio, ni por el yate del Marqués de Mudela que pasó por allí bastante cerca». Aquella terrible tragedia sumó en el dolor a todo el pueblo y vistió de luto a muchos humildes hogares de pescadores. Ninguno de los cuerpos de los desaparecidos se encontraron. La mar fue su tumba eterna.
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