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Hoy se cumplen seis meses desde el atroz crimen que tuvo lugar en Castro Urdiales en el que un niño adoptado de 15 años acabó con la vida de su madre, Silvia López Gayubas, una celadora interina del Hospital de Cruces, en Baracaldo ( ... Vizcaya) de 48 años, y el Juzgado de Menores de Santander ha acordado prorrogar durante tres meses más el internamiento del autor confeso de los hechos.
Como se recordará, la medida cautelar se decretó sobre el mayor de los dos hermanos por un periodo inicial de seis meses, prorrogables otros tres más. Y pasado el medio año, la magistrada ha acordado la prórroga, según informaron ayer a Europa Press fuentes jurídicas, que indicaron que el procedimiento continúa en fase de instrucción frente al menor, que desde hace meses está bajo la tutela del Gobierno de Cantabria. Es decir, que aún no se ha celebrado juicio frente a él. Finalizada la instrucción por parte de la Fiscalía, que es la encargada en estos casos, si ha lugar al enjuiciamiento, correspondería también al juez de Menores.
En su caso, el hermano menor, de 13 años –inimputable por tener menos de 14– ingresó en un centro de protección de menores, por indicación de la fiscal.
Para rememorar este crimen hay que remontarse a la noche del pasado 7 de febrero, cuando el cuerpo sin vida de Silvia apareció con signos de violencia, amordazada y en el interior de su coche, en el garaje de la vivienda familiar –en la calle Monte Cerredo de Castro Urdiales– mientras sus dos hijos menores de edad se encontraban en paradero desconocido.
Ambos fueron hallados de madrugada en el parque de Cotolino y detenidos como sospechosos de la muerte de su madre, que estuvo afiliada al PP.
En su declaración, el menor de 15 años relató que tanto él como su hermano sufrían «violencia física y psicológica» de sus padres. Que les «maltrataban» desde hacía varios años. Después, afirmó que el día de autos tuvo una discusión con la madre – «me insultó y me empotró contra el armario»–. Él respondió apuñalándola «a lo loco» y paró cuando empezó a ver que salía sangre: «Me asusté y paré». Cuando le preguntaron si tenía intención de dañar a su madre cuando cogió el cuchillo, el chaval respondió que «no quería hacer daño» a la madre y que solo pretendía «que parara esa situación».
Cuando le plantearon por qué en ese momento ni él ni su hermano llamaron al 112, apuntó que «estábamos asustado y no sabíamos qué hacer».
A partir de ahí, fue todo improvisado. Al ver que la madre sangraba cogieron unas bolsas de basura y «le cubrimos la cabeza y le amarramos las muñecas y los pies». Después le quitaron la ropa a la madre y también se desprendieron de la suya al estar ensangrentada para luego arrojarla a un contenedor. Pero antes de eso, lo que hicieron fue limpiar los restos de sangre que quedaron sobre el suelo de la cocina. Después, decidieron bajar «a rastras» el cuerpo de la madre por las escaleras que conectan la vivienda con el garaje, lo que explicaría que el cadáver presentaba golpes, ya que ninguno de los menores apuntó que golpearan a Silvia.
Una vez en el garaje metieron a su madre en el coche «como pudimos» y trataron de arrancar el vehículo, «pero como no sabemos conducir, lo empotramos con la pared». ¿A dónde ibais con el cuerpo?, le preguntó la fiscal. «No lo sé», se limitó a contestar.
En esa situación los dos hermanos decidieron marcharse y coger unas mochilas en las que introdujeron algo de dinero, ropa, unos libros y el teléfono de la madre. «Nos fuimos al pueblo y estuvimos viendo escaparates. Compramos unos ganchitos (un aperitivo crujiente de maíz) y tomamos un Cola Cao».
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