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Los moscotes y sus voraces dentelladas
Castro de ayer y de hoy ·
Las orcas que atacan a las embarcaciones lo hacen pensando que son sus enemigos naturalesSecciones
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Las orcas que atacan a las embarcaciones lo hacen pensando que son sus enemigos naturalesLa orca está por todos los mares del mundo y he tenido la fortuna de verlas varias veces: unas en el Cantábrico y otras en el Índico y Pacífico, observando varios comportamientos. Me contaba Antonio Hierro que estaba cercando una manjúa con los delfines actuando, cuando alguien de a bordo gritó: ¡«Moscotes»! También en el agua los toinos lo supieron, pues salieron zumbando dejando la pesca suelta, pero, para más sorpresas, en un momento dado, mientras huían, en el aire una orca atrapó un delfín dándole una dentellada, saliendo la parte de la cabeza volando. Esta escena, contada por un hombre serio, culto e íntegro se la escuche a más de uno con los que compartió ese día barco Antonio Hierro. Es posible ver también una escena cruel de un grupo de orcas negras y blancas, ballenas matadoras que también dicen, atacan cruelmente dejándola desolada a una ballena franca para devorarla. Las orcas atacan a la ballena franca porque es lenta y encima flota una vez muerta. Las buscan lesionadas o enfermas, para que no se defienden y las devoran vivas.
En el año 1988, me encontraba pilotando el barco-gánguil Ciérvana, de la Junta de Obras del Puerto de Bilbao, junto a Pedro Laza Álvarez de maquinista y otros tripulantes de Castro y la zona, cuando vimos como a cinco millas al Norte de punta Galea, donde teníamos que verter los fangos que en la ría nos había cargado la draga de la Junta, un averío que llamó nuestra atención. Pensábamos que era un cardúmen de pesca atacado por los toinos, pero al acercarnos vimos un enorme moscote muy mal herido que aleteaba casi boca arriba, teniendo que girarse para respirar, mientras las gaviotas picaban su maltrecha cola. Estaba el día muy calma y pusimos al animal al costado para verlo mejor y vimos que tenía dos dentelladas en la cola.
Alguien a bordo dijo que algún marrajo lo había atacado, otros, la hélice de uno de los muchos barcos que surcaban aquellas aguas, y yo recordé lo vivido hacía casi veinte años en Australia y así se lo conté a los compañeros de a bordo. Nos encontrábamos fondeados con el buque- tanque Chu Fuchino, en el año 1974, esperando carga de mineral en un paraje totalmente desolado, donde la carga venía por cintas transportadoras a cientos de kilómetros de tierra adentro y en el seno de una bahía llamada de Dampeer, al Este de ese gran continente Austral.
Estaríamos como a una milla de costa muy tendida y con largas playas, donde años después trabajaría Cousteau en sus investigaciones. Durante aquel mes que permanecimos fondeados, veíamos de todas las clases de mamíferos marinos que ya he descrito en otras ocasiones, pero lo que realmente llamó nuestra atención fue la cantidad de pesquilla (sardina y bocarte) que había en aquellas aguas y a las que daban a base de bien aves, peces y ballenas. Mientras estuvimos fondeados, saltamos varias veces con los botes salvavidas a las playas de aquella costa que estaba salvaje y, allí, el capitán del buque que era inglés se creía el navegante Vasco de Gama y así eran sus bromas, proclamando aquellas playas para Inglaterra. Durante esa estancia vimos y vivimos un mundo desconocido para nosotros, maravillosos, por supuesto. Maravillas en la mar y, sobre todo, cómo las orcas, que estaban a docenas, se acercaban al barco y cuando íbamos a la playa en las lanchas, nos rozaban con sus lomos.
Un día vimos como un grupo de orcas se estaban peleando y lo curioso de la pelea era que giraban entre sí tratando de morderse, pues veíamos desde el barco a no más de cien metros atacarse con sus mandíbulas abiertas. Dos o tres días después saltamos a la playa con las lanchas para ejercitarnos con ellas y jugar en la arena. Lo que vimos fue muy curioso, una orca estaba tendida en el lecho de la playa, como desgraciado náufrago, respirando agitadamente y con varios mordiscos en la cola que, por supuesto, no la dejaban nadar y era evidente que estuvo en una gran pelea, pues la cola mostraba hasta el desgarro de los dientes de otra orca, siendo posiblemente uno de los contendientes de la lucha vista anteriormente por nosotros.
Era un gran macho, como de seis metros, y en sus estertores le asomaba un rosáceo miembro, bajo el abdomen«. De todo esto, y vistos los acontecimientos de Galicia, saco que las orcas que atacan a las embarcaciones lo hacen pensando que son sus enemigos, pero naturales, pues debajo del agua se ven las embarcaciones, como ven los lomos de otras ballenas o mismo de otras orcas y lo confunden con posibles presas o enemigos competidores. Algunas veces se acercan, por si es un buen bocado; un enemigo para expulsarlo, amedrentarlo o puede ser una ballena débil y enfermiza y ser presa fácil. Se acercan y empujan, sí, empujan la nave y ha pasado en los pesqueros del Cantábrico, que estando al través alguna ballena se rozaba por sus cascos, porque, ¿saben? las orcas no van a la escuela y, por lo tanto, no saben diferenciar entre animales y barcos, lo único es que debajo del agua ellas ven esas formas redondeadas de otros mamíferos y si piensan que son ballenas fáciles, atacan y muerden y si atacan al timón, es porque su memoria genética les dice que tienen que eliminar a sus enemigos, mordiéndoles la cola y así inutilizan su poder, como en Dampeer, y esa es la gran razón del ataque a las embarcaciones y que confundan el timón al balancear con la onda de mar con la cola, es evidente.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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