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Los vecinos de Castro Urdiales tendrán hoy una sensación extraña cuando amanezca. Será un Viernes Santo muy diferente para ellos. Y es que la pandemia del Covid-19 no sólo les privará de salir de sus casas, como al resto de españoles, sino que les ha arrebatado su fiesta de interés turístico nacional ... , la Pasión Viviente (cumpliría este año su trigésimo sexta edición) que cada año reúne a miles de personas en el casco histórico de la ciudad para rememorar las últimas horas de Jesús de Nazaret.
El 12 de marzo, dos días antes de decretarse el estado de alarma, los organizadores de la Pasión anunciaron la suspensión de los ensayos en la calle, con la esperanza de poder retomarlos sin mucha demora, pero once días después, en vista de que la situación de confinamiento se prorrogaba, se vieron obligados a suspender el evento.
«Lo primero es la salud y el bien de todos, la Pasión ahora es algo secundario», dice el castreño Eduardo San Miguel, que este año iba a interpretar a Jesucristo a sus 33 años. No era la primera vez que se metía en el papel principal de la escenificación, ya que en el año 2014 también lo hizo. «Me lo pasé muy bien aquel año y dije que si en alguna otra edición no había gente y se podía repetir, que lo haría. Y si lo podía hacer con 33 años (edad en la que falleció Cristo) pues mejor. Y se hizo encajar».
Eduardo, que trabaja como conserje en una urbanización, reconoce que toda la familia de la Pasión Viviente (unos 700 castreños) está «dolida» por no poder juntarse estos días y celebrar el evento. Pero cree que, en estos momentos, hay cosas más importantes, «como la salud de todos».
En este sentido, señala que la suspensión del evento «no duele tanto, porque viene provocada por una fuerza mayor». «No tiene nada que ver con otras ediciones en las que no se pudo celebrar debido a las adversas condiciones del tiempo», señala Eduardo. «No ha sido cosa nuestra ni del tiempo, es una pandemia que afecta a todo el mundo y hay que aceptarlo. Hay cosas más importantes que la Pasión», insiste, al tiempo que dice que «fastidia más tener que suspenderlo el mismo día por la lluvia después de montarlo todo».
Eduardo cree que el hecho de tener todo preparado, a falta de los últimos ensayos en la calle, les permite encarar el próximo año con optimismo. «Tenemos el trabajo hecho. Si el año que viene podemos, lo haremos con más fuerza si cabe». «En mi caso este año tenía unas motivaciones diferentes a las de hace seis años. Y el año que viene se sumarán otras más. Esto nos servirá a todos como una inyección para coger cada día con más fuerza».
Hoy tiene claro que será un Viernes Santo diferente no sólo para él sino para toda la familia de la Pasión. «Voy a vivirlo tranquilo, escuchando la edición pasada por la radio, hablando con los amigos y estando en contacto con la gente. Una Pasión diferente». También aplaude la iniciativa del Ayuntamiento, en colaboración con los organizadores del evento, para emitir las bandas sonoras de la representación desde el balcón del Ayuntamiento. «Es una idea que no cuesta nada y, aunque el pueblo está vacío, se notará que en Viernes Santo en Castro se celebra la Pasión».
Eduardo no puede evitar acordarse en un día como hoy, aunque lleva días sin tener contacto con ellos, de Chechu Arozamena y de Guadalupe Beascoetxea, los impulsores de la Pasión. «Será un día triste para ellos y estarán pensando en poder salir a la calle para seguir trabajando».
Al margen de la representación, Eduardo, que va del trabajo a casa y viceversa, cuenta que estas semanas de confinamiento se las está tomando con mucha «relajación». Dice que no está haciendo nada extraordinario o diferente al resto de los convecinos. Vive con su pareja y procura realizar tareas o actividades para «entretener la mente». Además de escuchar música, ver la televisión o tomar el sol desde la ventana, dedica tiempo a la cocina y a cambiar armarios y retirar ropa que ya no usa o no le gusta.
«También aprovecho para hacer alguna chapucilla por la casa, como todo el mundo». Con la vista puesta en ese momento en el que acabe el confinamiento, este castreño tiene claro que lo primero que hará es ir a ver a su familia y a sus amigos. «Aunque seguramente haya que estar a una distancia de seguridad». Como a mucha gente, a Eduardo esta situación le ha enseñado «a valorar esas cosas que antes teníamos a diario, y a darme cuenta de que se puede vivir sin otras muchas».
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