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Un gran roble da la bienvenida al visitante. Es uno de los grandes ejemplares que guarda este rincón de la geografía cántabra. Atravesar este bosque ... es como pasear alrededor del mundo. El arboreto de Liendo alberga casi ochenta ejemplares de los cinco continentes. Una buena manera de viajar sin salir de casa. Y de cobijarse. Porque la sombra que proporciona permite estar al fresco en pleno mes de agosto.
El espacio es un pequeño jardín botánico de propiedad municipal que se ubica junto a la antigua carretera N-634, que cruza Cantabria de este a oeste, en el barrio de Mollaneda. Un punto de paso clave antes de que se construyera la A-8 y los conductores optasen por la comodidad y velocidad de la autovía. Uno de los lugares más concurridos de la localidad. No está demasiado lejos para acercarse andando. «Vengo casi a diario cuando saco a mi perro», explica Miguel, que vive cerca. «Lo visita mucha gente pero hay horas en las que esto está muy tranquilo y a 'Campeón' -así se llama su can- le encanta. Yo me entretengo leyendo los letreros y aprendiendo cosas que antes no sabía», añade. Porque este lugar, que ocupa casi una hectárea, está pensando precisamente para eso.
Justo en la entrada, la ermita se ha reconvertido en un centro de interpretación. Hay visitas guiadas. La Asociación Cultural Bosques de Cantabria se encarga de la puesta en valor del lugar. Hay un número de teléfono para hacer las reservas y cualquier tipo de consulta (621 201536). Ahora, en verano, atienden de martes a domingo, aunque lo mejor es llamar puesto hay diferentes horarios de atención al público.
Otra opción es hacer la visita por cuenta propia. Es lo que hacen Susana, Oier, Eneko y Carlos. Han apoyado sus bicicletas junto a la pared de la ermita y pasean tranquilamente. Le explican a los niños las curiosidades y datos de los árboles que pone en los carteles. «Aunque somos de Bilbao, tenemos aquí casa y nos gusta venir», comenta esta pareja. Posan junto al árbol favorito de Susana, el tejo. Se despiden antes de continuar pedaleando en su excursión matutina.
«Cuando más me gustó es cuando hice el recorrido acompañado por un guía», explica Valentín, que acudió recientemente desde Puente San Miguel. «A simple vista tú sólo ves un árbol, pero, claro, te cuentan las anécdotas, los frutos que dan, si es macho o hembra y se te abre un mundo que antes desconocías. Lo recomiendo totalmente», añade este entusiasta de los bosques.
Lo primero que se encuentra el visitante cuando comienza a descender por el camino es la zona dedicada a los ejemplares venidos de África y Oceanía. A la derecha, los de Asia Central y Oriental. De frente, los de América. Todo el costado izquierdo, desde las dos construcciones que hay en el recinto, están repletos de árboles de Europa, región circunmediterránea y Asia Occidental. Dentro de estos últimos se pueden apreciar acebos, arces reales, pinsapos, avellanos, fresnos, alerces reales o cagigas.
«A mí lo que me llama la atención es que aquí sean capaces de sobrevivir especies de climas de países tan diferentes, yo creo que ese es uno de los éxitos», explica Manuel. Este entusiasta de los jardines botánicos se ha desplazado desde Torrelavega con su hijo. «Nos gusta mucho reconocer los árboles por sus tipos de hojas y este lugar es espectacular para ello. Es como un gigante álbum de cromos que puedes ir rellenando», afirma.
Es una buena opción para aquellos que quieran hacer o completar un herbario. Solo hay que recoger las hojas caídas en el suelo, secarlas, ponerlas en el álbum y acompañarlas con la información que hay en los paneles. En la antigua EGB (Educación General Básica), era una de las tareas que solían encargar los profesores de la asignatura de Ciencias de la Naturaleza. O 'Natu', como se decía entonces.
El arboreto es punto de paso obligado de los peregrinos que van caminando o en bici hacia Santiago de Compostela por el trazado del norte. Hay mesas con asientos integrados perfectas para comer el bocadillo o cualquier refrigerio a la sombra de lo que antiguamente fue un robledal mixto. A ello contribuyó en parte la ermita, que estuvo consagrada a San Roque. Al parecer, era el santo al que los lugareños lanzaban sus plegarias cuando arreciaba la peste.
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