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Josu García
Lunes, 4 de marzo 2019, 08:43
Barrio de Kobaron. El último enclave vizcaíno antes de pasar a Cantabria. 22.37 horas. Un grupo de cinco vecinos se apresura a ayudar a un camión de Bomberos. Buscan desesperadamente agua con la que cargar su vehículo. Se han quedado vacíos. Secos, en mitad ... de un pavoroso incendio. Uno de los residentes se sube a la autobomba para guiarles hasta una boca de riego. En los rostros de los profesionales se puede ver el cansancio y la tensión acumulada en las últimas horas. Parecen soldados en la retaguardia. Llevan el rostro tiznado por la ceniza y están exhaustos.
Una niebla artificial, provocada por el polvo y el humo, ciega a los presentes. Los ojos pican. El olor a chamusquina se extiende hasta Trapagaran y Ortuella, arrastrado por un viento que no da tregua. Sopla a rachas violentas. Inmisericorde.
Diego Alonso, el director de los Bomberos de Castro Urdiales, sostiene el talkie con una mano y con la otra da instrucciones al camión para que dé la vuelta. «Estamos cansados, pero vamos a seguir luchando», se conjura. «Es muy infrecuente que desde Bizkaia se nos pida ayuda, pero aquí estamos para echar una mano en lo que haga falta».
Los vecinos se lo agradecen con la mirada. Están intranquilos. Temen que la columna de humo intoxique sus casas. «Hoy dormiremos poco», advierten. El resplandor de las llamas rompe la noche negra a sólo un par de kilómetros. O menos.
«Hemos estado intentantando apagar un fuego cerca de la autopista, pero había unos cables de alta tensión y era muy peligroso», cuenta Alonso. «Después hemos estado en muchos más sitios», relata, agotado. «No recuerdo los nombres», se excusa. «Pero lo cierto es que nos hemos quedado sin agua en mitad del infierno y por eso hemos venido aquí a cargar. En cuanto llenemos salimos para arriba otra vez».
Y el camión sale disparado a por más munición. «Hemos venido todos los que hemos podido desde Castro. Esto es serio», comenta. Mientras cargan los aljibes, el barrio se empieza a llenar de coches. Son las 22.47 y la Ertzaintza acaba de cortar la autopista. Temen que la A-8 se convierta en una ratonera. Así que por precaución desvían a los vehículos por Kobaron, Pobeña y San Julián para volver a pinchar con la autopista a la altura de La Arena.
Son unos siete kilómetros de cierre. Una larga caravana de turismos empieza a atestar la estrecha carretera local. Parece como si huyéramos de una batalla. De frente no paran de venir coches de Policía. En el polideportivo de Muskiz se ha instalado el cuartel general de los servicios de emergencia. Hay varias autobombas pesadas, decenas de vehículos de la Ertzaintza, Cruz Roja y Protección civil. El alcalde sigue desde dentro la evolución de los acontecimientos. Hay preocupación en los rostros. Esperan que el viento amaine y la meteorología eche una mano en las próximas horas. Se prevén lluvias. «A ver si tenemos suerte y cae con fuerza para apagar todos los rescoldos y refrescar», se conjuran los Bomberos.
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