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Dice que los dos años de pandemia han sido «muy difíciles» para todos. Sobre todo para aquellas familias que han sufrido pérdidas por culpa del covid. Y por ello cree que la Pasión Viviente será «la más emotiva» de las últimas ediciones. Eduardo San Miguel (Castro Urdiales, 1987), conserje de profesión, tendrá la difícil -pero también «ilusionante»- tarea de representar a Jesucristo este Viernes Santo. Lleva dos años esperando este momento, que vivirá como si fuera el primero a pesar de que ya encarnó a la figura de Jesús de Nazaret en 2014. Han pasado ocho años desde aquella vez y está seguro de que la experiencia que acumuló le permitirá afrontar con éxito toda la representación y, sobre todo, la escena «más compleja», la flagelación. Un escena «necesaria» a pesar del dolor, pero que engrandece toda la representación. «Cuando acaba la Pasión, ya no te duela nada», asegura. «¿Que si es el momento más difícil? Yo creo que no. Si preguntas a los treinta amigos de la Pasión que hemos representado a Cristo y les cuestionas, no te van a decir nunca que se han quedado con eso. Lo más duro pueden ser las grabaciones de los diálogos, puede que ahora te afecte más psicológicamente. Pero la parte física, no», reflexiona.
«Han sido dos años duros, difíciles. Hay que tener en cuenta que en la Pasión participan prácticamente todos los castreños», insiste San Miguel, que quiere acordarse de todos aquellos que han sufrido la pandemia. «Gracias a Dios» no ha habido fallecidos entre los principales actores de la Pasión y él mismo ha logrado superar la enfermedad. «Cogí el covid después de recibir las dos dosis de la vacuna. Estuve fastidiado quince días en casa. Siete de ellos en la cama, con fiebre. Lo cogí fuerte», recuerda.
Pese a los dos años sin representación, prefiere quedarse con la parte positiva. «Prácticamente todo lo que teníamos preparado catorce días antes del evento no valía para nada», recuerda. «Ahora, hemos empezado de cero, con un poco menos de tiempo, pero el trabajo va a salir bien. Se están metiendo muchas horas, a nosotros no nos gusta sacar cualquier cosa a la calle. Hay que tener en cuenta que tenemos el título de Interés Turístico Nacional y tenemos que mantener el nivel. Por eso nos estamos exigiendo mucho», dice.
«Debido a las restricciones -relata- decidimos empezar a ensayar solo los papeles principales, los que tenemos diálogo. Lo hemos llevado a rajatabla y hemos conseguido que no haya ningún contagio. La verdad es que los ensayos con menos gente son muy tristes porque no estamos todos y falta esencia en las escenas. Pero, al ser menos, se presta más atención a los detalles. En este sentido, ha sido beneficioso y creo que en sucesivas ediciones se va a mantener este sistema».
En el año 2020 San Miguel explicó que su ilusión era representar el papel de Jesucristo con 33 años, los mismos con los que él murió en la cruz. ¿Le queda la espina de no haber podido hacer ese papel entonces? «No», responde sin dudar, «porque eso es una anécdota. No me puede quedar ninguna espina después de los dos años que hemos pasado con la pandemia. Lo que prima es la salud de la gente, además del tema económico, ya que mucha gente se ha quedado sin trabajo y lo está pasando mal. Me quedo con otras muchas cosas, entre ellas que este año está siendo más emotivo. La gente se está volcando con la representación».
Asegura que, a cinco días de encarnar a Jesucristo, se siente tranquilo. «Las sensaciones son muy buenas. Estoy disfrutando más que la primera vez que hice de Cristo, porque tengo más experiencia y eso es una virtud; el saber cómo va a transcurrir todo, aunque no tenga nada que ver con lo que fue la primera vez. Eso sí, me lo tomo como si fuese el primer año que lo hago. Al final tengo ocho años más y la madurez igual también influye», argumenta.
Castro Urdiales volverá a retroceder en el tiempo dos mil años para rememorar las últimas horas de la vida de Jesús de Nazaret este Viernes Santo, tras dos años de ausencia por la pandemia. El evento arrancará en la explanada de la Iglesia de Santa María, a las 10.00 horas, con la escenificación de la Última Cena, el beso de Judas y el prendimiento; el juicio del Senado Judío (dentro de la iglesia); el arrepentimiento de Judas; el primer y segundo juicio de Pilatos y el juicio de Herodes. A partir de ahí comenzará el Vía Crucis con la primera caída, el encuentro con Magdalena, María y Verónica; la segunda caída; el encuentro con Cirineo y las mujeres de Jerusalén, y la tercera caída. Desde allí, el público se trasladará hasta la Atalaya donde se desarrollarán las escenas de la crucifixión, la muerte, el descendimiento y la resurrección.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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