
Alejandro Calvo
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Alejandro Calvo
Dice Alejandro Calvo (30 años), el actor que interpretará a Jesucristo en la Pasión Viviente que se celebrará en Castro Urdiales este Viernes Santo, ... que esto de participar en la representación «está muy normalizado» en su familia; que no es algo que sucede de la noche a la mañana. Hay un arraigo, un sentimiento cuya semilla fue plantada varias generaciones atrás y ha ido floreciendo con los años. Esto se vive, se respira y se trabaja.
–¿Veía a su padre hacer de Jesucristo de pequeño y se le pegó la pasión?
–Mi padre lo interpretó en el año 1994, un mes antes de que yo naciera. Nos viene de familia. No es algo que llega de repente. Lo tenemos muy normalizado. Un primo mío también fue Jesucristo en 2015 y otro, en 2016. Hemos ido todos 'seguiditos' y yo repito después de ocho ediciones –la primera vez que interpretó este papel tenía 22 años–. En esta ocasión, tendré a mi hermano cerca, en la Cruz, porque hace de ladrón.
–¿Siente cierta presión?
–Bueno, uno sabe dónde va y conoce el ambiente. Lo que pasa es que cuando representas un papel como este, con todo el mundo pendiente de ti, sí que sientes esa presión, pero no viene de fuera, sino más bien eres tú mismo el que te la impones. No debería, pero sucede y eso es lo más duro quizá. Hoy (por el miércoles) tenemos el último ensayo en el local y comenzamos con los ensayos generales.Queremos que salga perfecto.
–¿Cómo es el Jesucristo que interpreta Alejandro?
–Pues en el momento dejas un poco de lado ser tú mismo y te conviertes en otra persona. A medida que se desarrollan los actos, estás pensando en la escena que viene después, en lo que vas a decir. Luego hay que tener en cuenta que ensayamos durante tantos meses que al final los gestos fluyen, salen solos. Sucede en los ensayos, cuando cruzas la puerta eres otra persona. Luego cuando llega el día todo se magnifica y pasa muy rápido.
–¿Llega a empatizar con el dolor que sintió Jesucristo en los últimos días de su vida?
–Es complicado. Sientes dolor, pero no es ni por asomo lo que pudo experimentar esa persona en aquella época. Ahora te dan latigazos, pero los flageladores, Aitor y Sergio, están muy pendientes de mí y me preguntan todo el tiempo. Aunque tampoco se cortan ¿eh? ni tienen por qué hacerlo, ese es su papel. En realidad trabajan para ti y es un gusto compartir con ellos.
–¿Primero le dan latigazos y después se van de cañas y aquí no ha pasado nada?
–(Ríe). Sí, es más o menos así.
–¿Y qué me dice de interpretar al ser supremo? ¿Impone?
–No me impone tanto a quién interpreto, sino cómo lo hago. Personalmente me exijo bastante. Tengo en cuenta todos los detalles. Suelo pedirles a mis amigos y a mi pareja que me graben ensayando para luego ver los vídeos y detectar los fallos. Son pequeños gestos que pasan desapercibidos para el público en general, pero que nosotros vemos. Queremos hacerlo bien porque la Pasión Viviente es un orgullo para Castro. Me siento un privilegiado de poder repetir esta experiencia. Es algo muy grande.
–¿Participar se vincula a la creencia religiosa?
–Hay de todo, pero no considero que esté vinculado al cien por cien. Creo que hay un sentimiento de unión, como de familia, de amor y de amistad. Nos juntamos todos y trabajamos por un bien común. Lo cierto es que para mí esta es la época del año más bonita de Castro y además es que participar en la Pasión engancha. El que ha vivido la experiencia y sale del grupo luego no puede volver a ver la teatralización. Cuando has estado dentro no lo puedes disfrutar si no participas. Hay algo ahí de sufrimiento. Tengo un amigo que este año no va a tomar parte por enfermedad y ese día se marcha a Galicia para poner tierra de por medio. La escenificación va más allá de la religión. Es algo que está por encima.
–¿Hay que tener una buena forma física para ser Jesucristo?
–Yo noto la diferencia entre cuando actué hace ocho años y ahora. Soy más mayor. Procuro hacer ejercicio todos los días, prepararme y salir a correr un rato. Si bien es cierto que cuesta sacar tiempo, porque somos actores amateur y tenemos vida y trabajo aparte de esto.
–¿Se documenta viendo películas?
–Es que creo que no tienes que llegar ahí. La manera de hacerlo es siendo tú mismo, dándole tu propia identidad a Jesucristo. Para eso tenemos a José Ramón Arozamena (Txetxu), el coordinador general, que nos guía y nos explica cómo actuar siendo nosotros mismos, con nuestra personalidad, sin ceñirnos tanto al guion. Es evidente que hay que contar lo que pasó, pero trasladar ahí tu esencia es lo más bonito de todo el proceso.
–¿Ha cambiado la forma de celebrar esta Fiesta de Interés Turístico Nacional?
–Mucho y a mejor. Han cambiado las escenas y los diálogos. Se han quitado unos y añadido otros, pero siempre en beneficio de la representación. Yo estoy contento viendo hasta dónde hemos llegado.
–¿Qué pasa después de todo este esfuerzo físico y emocional?
–Mucha satisfacción. Siempre termino con una sonrisa de oreja a oreja. Sales más feliz que si te toca la lotería. Es una experiencia muy complicada de describir y es lo más bonito que se puede vivir.
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