Valle de Villaverde se organiza contra el aislamiento

En este contexto despoblado hay que buscar ideas también para que los vecinos tengan de todo. Una de las iniciativas que se han adoptado desde el Ayuntamiento es la de fomentar el comercio local con curiosas fórmulas como aunar varios negocios de alimentación y servicios, por turnos, y en un solo espacio. Ese es el conocido como local de autónomos, un área dentro de la casona municipal que comparten siete negocios. Carnicería, frutería, peluquería, ferretería, centro de masajes… son algunas de las funciones que adquiere la sala polivalente, propiedad del consistorio, con el objeto de que los vecinos puedan hacer la compra sin salir del término municipal. La única condición que ponen desde Villaverde es que los comerciantes dejen todo recogido para el siguiente. No han de pagar alquiler ni suministros. En este despacho compartido, los autónomos venden sus productos y, tal y como asegura Noelia Ortiz, empleada de la Carnicería Jon y Nagore, «se hacen muy buenas ventas». En su caso, ocupan el espacio una vez al mes por la mañana y «la gente compra mucho género de matanza».

En la misma manzana se encuentra el Botiquín del Valle de Villaverde. Josune Gómez es la farmacéutica del pueblo, donde lleva viviendo una década. Afirma que es un municipio «muy tranquilo, a veces demasiado», porque, según apunta, los habitantes hacen su vida en el País Vasco. «Tengo dos niñas y voy a los pueblos de al lado para todo. Por ejemplo, aquí no hay colegio, van a Trucíos». Estima que es «imprescindible» tener coche, porque aunque hay una línea de autobús hacia Zalla, no existe lo propio en dirección a Cantabria. «Castro no nos pilla a mano», resume. Con todo, asegura que está «muy contenta viviendo en Villaverde, aunque no está ni aquí, ni allí», indica refiriéndose a que ni se incluye plenamente en la geografía de Cantabria ni tampoco en el País Vasco, por lo que estima que están «abandonados».

A pocos metros de la farmacia de Josune y el local de autónomos se emplaza el Bar Segunda Juventud. También es propiedad del Ayuntamiento, pero lo regenta José Fernández, quien acumula 12 años en el municipio. «Estamos acostumbrados a coger mucho el coche porque todo queda lejos, pero lo llevamos bien», explica. Por otra parte, apostilla que «los que vienen de fuera creen que esto es la panacea, pero los inviernos se hacen largos». En cuanto a su negocio, apunta que «siempre vienen los mismos, excepto los fines de semana, cuando pasan algunos ciclistas y moteros». En esta línea, José lamenta que hace tiempo cerró otro establecimiento cercano que daba comidas y que potenciaba la afluencia de clientes en el bar.

El peculiar Valle de Villaverde refleja las complejidades de vivir entre dos territorios. Aunque sus habitantes disfrutan de la tranquilidad rural, dependen en gran medida del País Vasco para servicios esenciales, lo que les hace sentir aislados.