Al abrigo de su pueblo

Claro que, considerando las dimensiones del salón de plenos, un espacio donde sentadas cabrán una treintena de personas y en el que se congregaron aproximadamente un centenar, el hombre iba sobrado de argumentos para justificar su presencia allí dos horas antes de la investidura.

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Bien abrigado por sus vecinos, que ayer se presentaron en masa en el consistorio astillerense para refrendar con su presencia allí el multitudinario apoyo que ya le habían brindado en las urnas, Fernández Soberón también estuvo arropado por su familia, que presenció la sesión de investidura desde un discreto segundo plano, en el que permaneció junta hasta acabar el acto. Solo entonces, a la conclusión, cuando el primer edil ya sostenía con firmeza la vara de mando municipal entre sus manos, sus padres y sus abuelos se acercaron al que fue el protagonista de la ceremonia institucional para abrazarle, para besarle y para desearle en público lo que ya le han deseado en privado, «toda la suerte del mundo» en su nueva etapa.

Una etapa que Fernández Soberón, uno de los grandes triunfadores de la noche electoral, cruzará de la mano de su esposa, Gema, y de su hijo, Santi, nacido en tiempos de pandemia y ayer muy poco interesado en lo que pasaba a su alrededor –el niño tiene apenas dos años–, y escoltado por un equipo de catorce hombres y mujeres que todavía se frotan los ojos por la extraordinaria victoria lograda. Cómo será que a la sesión de investidura del flamante alcalde no asistió Teresa Fernández, la número 15 de la candidatura, que en su absoluto convencimiento de que Ciudadanos no iba a conseguir los quince concejales que finalmente consiguió no hizo ningún arreglo para que su hijo contrajera matrimonio otro día y no ayer.