Alpargateras de Emilio Aguilera, hacia 1917. Colección américa vega
Astillero y Guarnizo fueron los principales fabricantes de alpargatas
El astillero y su historia ·
Concentraron el mayor núcleo de alpargaterías de Cantabria y uno de los mayores de España. En la primera mitad del siglo XX contó con centenares de trabajadoras
Jesús María Rivas
El Astillero
Sábado, 22 de octubre 2022, 18:44
El calzado que durante el siglo pasado se realizó en un primer momento con una suela de esparto, con trenza de cáñamo o goma, posteriormente, a la que se cosía una lona o una cinta de tela, se le conoció como alpargata. En esta primera parte del siglo XX, la alpargata fue la única alternativa al calzado de cuero. Era económicamente accesible a las clases populares e incluso los mejor situados económicamente también la utilizaban, reservando el zapato para ocasiones concretas, como festivos o días de lluvia. Las alpargatas más corrientes, el modelo denominado 'pelotari', costaba en el año 1939, 2,50 pesetas. El precio iba en aumento hasta llegar a las alpargatas más rutilantes con suela de cáñamo y lona de primera, más duraderas, que costaban 8 pesetas.
Esta industria fue muy importante en nuestro municipio desde el inicio del siglo y se sostuvo hasta 1970, año que podemos considerar como el final de este tipo de empresas que, no supo o no quiso, adaptarse a fabricar nuevos calzados. En Astillero y Guarnizo se concentró el mayor núcleo de Cantabria, y uno de los mayores de España, de empresas dedicadas a la fabricación de alpargatas. En el año 1941, año del que tomamos datos oficiales, había censados 193 personas trabajando en cinco empresas. Tenemos constancia de que hubo algunas más y que el número de trabajadoras pudo duplicar esa cifra, incluso superarla ampliamente, si contemplamos el trabajo que muchas mujeres (con sus familias) realizaban en el domicilio.
El nacimiento de la industria alpargatera comenzó con ‘Mateo Valverde’, zamorano emigrado a la zona de Astillero para trabajar en las minas de Cabarga, que fundó su empresa de alpargatas en la calle Industria, en 1907. Mateo pasó una temporada en la cárcel como consecuencia de su participación activa durante una huelga de los mineros y aprovechó su estancia penitenciaria para aprender el oficio de alpargatero. Sabemos por informaciones periodísticas de la época que, cuando la visita del infante real Don Jaime al penal de El Dueso (Santoña), había un taller de alpargatas para los internos.
Las empresas de alpargatas
En la segunda década del siglo fueron surgiendo empresas alpargateras tanto en Guarnizo como en Astillero. ‘Emilio Aguilera’ comenzó con su fábrica en 1917, que luego continuó como ‘Emilio Aguilera y Hermanos’ en 1919; Francisco Palazuelos, también inició su fábrica en esta época en la calle San José que terminó vendiendo a ‘Emilio Diego’, quien fallece en el 45 y se hacen cargo los ‘Sucesores de Emilio Diego’; ‘Francisco P. Morante’, inició su empresa alpargatera y su penetración en el sector le llevó, ya en el año 1927, a anunciarse como exportador de alpargatas; en Guarnizo, instaló su fábrica de alpargatas ‘Simón Olavarrieta’ que tuvo continuidad familiar como ‘Hijo de Simón Olavarrieta’ y lo mismo hizo en la calle Prosperidad, ‘Benjamín Ortiz’, que posteriormente se denominó ‘Viuda de Ortiz’, para terminar desdoblándose por razones familiares en: ‘Almacenes Abad’ (José Abad Martínez) que continuó ubicada en la calle Prosperidad, en Guarnizo, y ‘Rafael Ortiz’ que se instaló a la calle Lepanto, de Astillero.
La Sociedad de Alpargateras y Alpargateros de Astillero, adscrita a la UGT, defendió los intereses de las trabajadoras de estas empresas lo que motivó algunas huelgas entre los años 1931 y 1933. Durante el año que duró la guerra civil en Astillero, hasta agosto de 1937, las alpargateras afiliadas a UGT trabajaban de cuatro a ocho de la tarde en el refugio de Jiménez.
De las 27 empresas alpargateras que había en Cantabria después de la guerra civil, el mayor núcleo con 5 fábricas estaba en el municipio de Astillero. En esta época, Ángel Mazo instaló una fábrica de alpargatas en los bajos de la casa de Abascal, en la calle San José. Si no eran todas, si la mayoría, contaban con electricidad y maquinaria de confección del producto.
En los años 40 y 50 se van actualizando los materiales de las alpargatas, incorporando la suela de goma que hacía las alpargatas más baratas y duraderas. Así, los ‘Sucesores de Emilio Diego’, por ejemplo, anunciaban sus alpargatas con suelas de goma y yute, en el año 1952, o vulcanizadas con llanta de avión (más cómodas y flexibles); la fábrica del ‘Hijo de Simón Olabarrieta’, además de fabricante de alpargatas, comercializaba los calzados de goma de la marca ‘TAFALLA’. Esto de convertirse en comercializadores de otros fabricantes parece que fue la tónica de las empresas que fueron quedando en el sector, así lo hicieron tanto Diego como Aguilera, aprovechando sus cadenas de distribución en la zona norte de España. Ninguna de ellas se transformó para fabricar calzados de piel como sucedió en otras zonas de España.
Hasta 1973, Emilio Aguilera SA, el último en cerrar con la fabricación de este tipo de calzado, se anunció como fabricante de alpargatas y proveedor en exclusiva de Calzados EYA.
Las alpargateras
Las mujeres eran la parte sustancial de la mano de obra, así lo evidencian los comunicados sindicales de los años 30, que siempre hacían referencia mayoritariamente a las alpargateras. La mayoría eran mujeres trabajadoras que comenzaban desde adolescentes, y años después, durante los años 40 y 50, en la época de la dictadura, en muchos casos, trabajaban hasta el momento de contraer matrimonio o tener un hijo, entonces se llevaban el trabajo a casa y allí, con el concurso de toda la familia, seguían trabajando para la alpargatería.
María Garmendia León, con 14 años trabajaba en la alpargatería de ‘Mateo Valverde’ por lo que cobraba un salario de 70 pesetas a la semana, en el año 49. Aurora Lorenzo, trabajó en ‘Emilio Aguilera’ desde que era una niña y llegado el matrimonio trabajó otros 23 años en el hogar, en el barrio de La Casona. La empresa le facilitaba un molde para recomponer las alpargatas, las suelas de esparto o cáñamo y otros materiales. Había que coser la tela a las duras suelas de esparto y añadir las cintas de amarre. Les pagaban por cada par de alpargatas terminado, así que, se trabajaba a destajo colaborando sus hermanas en la tarea. Las necesidades eran muchas y los jornales escasos.
Este trabajo sumergido e ilegal que realizaron tantas mujeres en Astillero y Guarnizo, en algunos casos de mujeres que trabajaron para la empresa de Aguilera, fue reconocido por la seguridad social para concederles el derecho a una jubilación. Para ello, aportaron los vales cuidadosamente guardados que la empresa les daba con el listado de material que se llevaban a casa. Un trabajo duro y mal remunerado que las mujeres se vieron obligadas a realizar tantos años.
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