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jesús maría rivas
El Astillero
Domingo, 18 de abril 2021, 15:03
La importante afluencia de veraneantes y visitantes ocasionales que acudían a Astillero, hizo que proliferaron por todo el municipio, a lo largo del último tercio del siglo XIX y primeros del XX, las casas de recreo y hoteles familiares y, también, los hoteles para huéspedes, ... fondas, restaurantes y casas de baño. Los veraneantes más ilustres y mejor situados económicamente -de los que hemos escrito en nuestra entrega anterior «Los veraneos aristocráticos en Astillero»- solían tener una casa propia u hotel de familia, pero otros muchos, acudían a los hoteles y fondas que se ofrecían por doquier.
Con las costumbres de la época se había establecido a través de bandos municipales que, por decoro y prudencia, el cambio de traje para el baño se realizara en las casas o casetas de baños especialmente adaptadas para ello, el traje de baño obligatorio no debía ser demasiado ajustado que insinuara las formas del cuerpo, el baño se realizaba separado por sexos y, además, los clientes de las casetas disponían de su tramo frontal de costa, frente al terreno de la concesión de la caseta, para el baño exclusivo.
La llegada de visitantes, tanto de veraneo como ocasionales, generaron una importante demanda de instalaciones para el baño. En un primer momento se instalaron casetas de baño flotantes y zona balnearia junto al embarcadero pero, la respuesta, la ofrecen algunos empresarios de la zona que solicitan, a los órganos competentes del Ministerio de Fomento y al Ayuntamiento, la concesión administrativa para instalar balnearios y casas de baños en la costa de Astillero. Estas instalaciones se van sucediendo en la ocupación del litoral de La Planchada, desde el sitio del actual Puente de los Ingleses hacia los muelles del nuevo astillero de Bernardo Lavín, ya en el siglo XX.
La primera petición la realizaron Joaquín Bolado y Felipe Sánchez. Ambos habían colaborado como socios en la empresa de los vapores, denominados “corconeras”, que hacían el traslado de viajeros entre Santander y Astillero y, por su vinculación con la naviera, solicitaron la casa de baños junto al muelle de los corconeras, prácticamente al mismo tiempo que se inauguraba la nueva línea marítima. Unos años después, parece que la demanda iba en aumento y las peticiones de casas de baño se desplazan hacia la zona del muelle de Cabarga, primero fue Agapito Salas y, más tarde, Victoriano Gorostegui, en 1890, que fue la última concesión de casa de baños. Las fondas próximas a la ribera de la costa también se utilizaron para cambiarse la ropa de baño.
Al mismo ritmo que crecían las concesiones de baños prodigaba la apertura de fondas: Fonda y Restaurante el Cid y Fonda de los Vapores, ambas situadas frente al embarcadero de los corconeras, donde hoy se encuentra la Biblioteca Municipal, cuyo edificio ha sido conocido popularmente con el nombre de “La Fondona”. Estas dos fondas contaban con salones de recreo, baile, biblioteca y restaurante de postín.
Continuando desde los muelles hacia el interior a lo largo de la Fernández Hontoria se fueron instalando hoteles. El Hotel Dolores, propiedad de Tomas Bretón, estuvo situado en la actual fábrica de pinturas “Vega Gosostegui”; el Hotel Modernista, situado junto a la estación del ferrocarril de Santander a Solares, donde hoy se encuentra la fonda y Bar La Estación; Hotel La Cantabria, creemos que estuvo en esta zona aunque desconocemos su ubicación exacta; el Hotel Au Cordón Bleu, quizás el más elegante, situado en la esquina que forman la calle Tomás Bretón y Lepanto, esta última calle, denominada de “Los Hoteles”.
Avanzando por esta última calle que mencionamos, “Los Hoteles”, hace referencia a la línea continua de hoteles de familia que había en su recorrido, empezamos por el de Casimiro Tijero que aún se mantiene en su estado original; siguiendo encontramos con la casa de Encinas; más arriba la casa Azul, donde estuvieron los médicos Aurelio Rozas y Carlos Nardiz; enfrente estaba la casa de Echevarría y, en el enlace con la actual calle Bernardo Lavín, se encuentran todavía dos viviendas adosadas de estilo inglés que pertenecieron a la familia Hornedo Huidobro y la familia Leguina; seguido está la casa de la familia Herrera, etc.
El ambiente veraniego de Astillero tenía su momento destacado semanal en la romería que los domingos se celebraba en La Planchada. Estaba organizada por la empresa que gestionaba los corconeras y contaba con la asistencia muchísimos jóvenes de la burguesía santanderina; los visitantes y veraneantes, pasaban el día festivo entre los baños de la ría y la popular romería de la tarde.
La progresiva llegada de las instalaciones industriales, a partir de 1880 y, sobre todo, el deterioro de las aguas de ría con los vertidos de lodo las explotaciones mineras, fue cambiando su imagen de lugar idílico de descanso hacía la consolidación como municipio industrial. Las nuevas factorías construidas trajeron hacia el municipio de Astillero a miles de trabajadores que vieron mejorar su vida con los empleos que ofrecían las nuevas industrias, ahora bien, nos quedó el sabor amargo del enorme impacto ambiental que se produjo en el entorno, que alejó los veraneos de nuestro pueblo. También es justo reconocer la labor de recuperación espacios naturales llevada a cabo los últimos años y comprobar cómo, algunas marismas o caminos de ferrocarriles mineros, se han rescatado como zonas de ocio y recreo.
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