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La ortografía no sólo es cosa de niños. Rétense. Pero sí que, para ellos, es uno de los primeros retos a superar dentro del sistema educativo. Según apunta la psicóloga, Cruz Celis, hay un porcentaje «elevado» del alumnado que tiene grandes dificultades a la hora de aprender determinadas reglas ortográficas. «Todos no aprendemos igual y, a veces, no basta con ver o escribir muchas veces una palabra», explica. Por eso, ha creado 'Un tobogán y tres canicas', un taller-exposición en el que los pequeños participantes pueden jugar e interaccionar con palabras de gran formato y ortografía arbitraria -la de mayor dificultad-, consiguiendo, con ello, perderlas el miedo, divertirse con ellas y ya nunca más olvidar cuál es la manera correcta de escribirlas. El juego, al servicio de la pedagogía.
La actividad, de aspiración itinerante, se estrenó el pasado viernes y sábado en la plaza de Gaztañeta de El Astillero y el barrio de Boo, en Guarnizo, y se incluyó en el programa diseñado por el Ayuntamiento astillerense para celebrar el Día del Libro. Hubo gran expectación, ya que, durante unas horas, ambos espacios al aire libre fueron ocupados por las ocho palabras que, en formato tridimensional y a todo color, sirvieron de entretenimiento a las familias que fueron pasando por allí. Además, el tiempo acompañó, lo que motivó mayor participación.
Una de las palabras que integran el recorrido que propone Celis por la ortografía -y la más grande- es 'tobogán'. Da nombre al taller, mide tres metros de longitud y su diseño, escalonado y en sentido descendente, permite a los niños tirar su propia canica hasta el final de la última 'n'. Esto es, la palabra en sí misma se convierte en su significado y esta experiencia, según la psicóloga, puede ayudar definitivamente a recordar cómo se escribe de manera correcta, incluso ante dificultades de aprendizaje.
«Esta es la parte pedagógica de la iniciativa: que a través de palabras suficientemente atractivas los niños y niñas tengan ganas de sacarse una foto, acercarse y jugar. Es decir, usamos la creatividad y las experiencias vivenciales como método de aprendizaje», explica la psicóloga.
Otra palabra incluida en esta muestra interactiva es 'tubo', cuya 'b' es precisamente un tubo transparente donde los niños pueden rellenarlo con arroz de colores. Y con ello, crean, entre todos, su propia escultura. Después de tobogán y tubo, los niños pasan por 'valla', una palabra que simula la valla de Tom Sawyer, que tiene unos sesenta centímetros de alto y un metro de largo y por donde pueden entrar y salir.
«Que cada una de las palabras tenga asociada una actividad hace que el aprendizaje se convierta en un juego», añade la psicóloga educativa, consciente de que, en ocasiones, el sistema educativo tiene un enfoque que se aleja mucho de lo creativo y lo lúdico.
Celis eligió ocho palabras para esta exposición con difícil ortografía. De hecho, ninguna de ellas responde a una regla ortográfica, sino que tienen lo que se denomina ortografía arbitraria. Y como la psicóloga sabe que, en ocasiones, y para los niños, con memorizar no basta, aplicó la asociación de ideas y algunos de los principios en los que se basa la neuropsicología.
Pero, ¿de dónde han salido estas palabras que componen la exposición? «De mi casa», responde la experta, asegurando que las ha hecho con sus propias manos. «Todo surgió en el confinamiento. Cuando no podíamos hacer otra cosa que estar en casa, decidí emplear mi tiempo en hacer manualidades, lo que, por otro lado, siempre me había gustado. Mi primer trabajo lo diseñé para una sobrina y se lo regalé por su cumpleaños. Fue tan especial que me di cuenta de que desde la artesanía, podía surgir un valor pedagógico importante. Y comprendí que tenía que usarlo como herramienta educativa».
Pero el diseño de todas ellas no ha sido fácil. De hecho, con la palabra 'hacer', que también resulta complicada en las aulas junto con cada una de sus conjugaciones, tuvo que mediar la casualidad para que a Celis se le ocurriera cómo presentarla en esta exposición. «Llevaba tiempo dándole vueltas y no terminaba de ocurrírseme nada. Pero un día, paseando por el parque con uno de mis hijos vi a una niña haciendo el pino. La pillé justo con una pierna abajo y la otra arriba y ahí vi la letra 'hache'». Gracias a eso, la palabra 'hacer' invita precisamente al visitante a hacer algo delante de un marco. «Aunque no tiene por qué ser el pino».
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
Sócrates Sánchez y Clara Privé (Diseño) | Santander
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