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Las marismas de El Astillero son un lugar propicio para el avistamiento de especies. DM
Las marismas, el pulmón de El Astillero

Las marismas, el pulmón de El Astillero

El Astillero ·

Las marismas Blancas y Negras se han convertido en estos tiempos de restricciones en una verdadera vía de escape para numerosos vecinos

Sheila Izquierdo

El Astillero

Lunes, 30 de noviembre 2020, 07:29

«Tras el confinamiento, si no hubiera tenido las marismas cerca, creo que la situación me habría acabado afectando psicológicamente». Ana Ruiz es vecina de El Astillero desde hace 27 años y una asidua a los paseos diarios. Se 'pierde' por estos entornos durante horas, siempre con la compañía de una hermana y una amiga y, a menudo, estas andanzas acaban en Cabárceno, dejando tras de sí largas conversaciones. Su testimonio refleja lo que, también para muchos, supone tener a escasos metros de su casa un entorno natural donde poder evadirse -hasta de una pandemia- y dejarse llevar por el espectáculo que ofrece la naturaleza.

Las restricciones que se han ido aplicando en Cantabria para frenar el covid han conllevado que un mayor número de vecinos se vean atraídos por esta infraestructura verde. «Es una de las cosas que hemos observado tras el confinamiento duro», reconoce el coordinador de SEO Birdlife en Cantabria, Felipe González, que asegura que los vecinos de El Astillero «son unos privilegiados» por tener a su disposición estos espacios, donde poder circular al aire libre y de manera segura.

Ya sea a pie, en bicicleta o practicando running, las marismas Blancas y Negras y el entorno de Morero son ese balón de oxígeno en la rutina de astillerenses y foráneos. Y ahora, en plena limitación entre municipios, González indica que se ha notado mayor afluencia, sobre todo por las tardes. «En días de sol esto parece, y permítame la expresión, una 'romería' de la gente que hay. Pero sin concentraciones. Siempre de forma segura», añade.

En la actualidad, las marismas son como son gracias a las políticas de recuperación ambiental que, con independencia de su color político, han venido ganándole el pulso al paisaje post-industrial desde hace veinte años. Ya no queda nada de aquel no-sitio, de aquella escombrera de mineral que en su día fueron estos mismos humedales.

El pulmón verde de El Astillero empezó a forjarse al abrigo del plan integral de recuperación ambiental Eco Astillero XXI que impulsó el Ayuntamiento astillerense en 1999, bajo la tutela de la organización conservacionista SEO Birdlife. Desde entonces, todos los gobiernos locales han apostado por mantener la estrategia de restauración, lo que ha permitido que, a día de hoy, se repartan una red de espacios naturales de casi 100 hectáreas de extensión, conectados entre sí mediante una senda peatonal de unos once kilómetros. Una labor completada con acciones específicas para potenciar la biodiversidad, de divulgación y participación ciudadana. Además, se han creado áreas de ocio saludables y se sostiene una lucha incesante contra las especies invasoras. Tan es así, que algunos medios nacionales han fijado su atención en este lugar y se refieren a él como 'el Guggenhein de lo natural'.

Uno de los indicadores del estado de salud de los humedales son el número de especies que los habitan y su volumen de población. El último balance arrojado por el Ayuntamiento refleja que este verano, por cuarto año consecutivo, las garcillas bueyeras, un ave esbelta y de color blanco que procede del Norte de África, han escogido El Astillero para asentar sus nidos, llegándose a registrar unos 600 este año. «Son las últimas especies en incorporarse al largo inventario de aves que vienen usando las marismas desde su restauración. Además, son unas aves muy llamativas, porque generan unas colonias muy visibles, con un espectáculo natural difícil de ver en otros sitios que no sean Doñana. Pero están aquí, al lado de casa», apostilla González.

Y es que las aves son uno de los grupos faunísticos más destacados de estos espacios, tanto por su diversidad y su abundancia como por la presencia de especies de gran interés de conservación. Ahora, de cara al invierno, llegan las aves invernantes que vuelan desde el norte de Europa en busca de condiciones más cómodas.

Luego están los cisnes, una de las aves con las que más familiarizados se sienten los vecinos, incluyendo su carácter territorial cuando se reproducen. Precisamente es una de las anécdotas que deja Ana Ruiz, quien dice que en uno de sus recorridos se toparon con una «preciosa» pareja que, al verlas, desplegó sus alas y empezó a dirigirse hacia ellas. «Los dos cisnes venían a toda velocidad con sus dos metros de envergadura. Empezamos a gritar y salimos corriendo. ¡Protegían a su polluelo! En ese momento, un chico en bicicleta se topó en su camino y le acabaron tirando». Cosas de la naturaleza. Es sabia, pero no siempre mansa.

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