
Fermín Molino
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Fermín Molino
Fermín Molino se refiere a El Astillero como «el pueblo» y lo pronuncia dulcemente, con el tono de quien siente que pertenece a un lugar ... y a una comunidad. Quizá por eso se ha pasado la vida documentando todo lo que ocurría allí, en su pueblo, hasta reunir varios miles de fotografías y de agradecimientos. Molino es ya el hijo predilecto de El Astillero.
-¿Contento con este homenaje?
-Sí, siempre me he involucrado mucho y participado activamente en la vida social del pueblo. Primero estando en la parroquia y después haciendo fotografías, hasta crear un archivo que abarca de los años ochenta en adelante.
-¿Cuándo empieza con la fotografía?
-Empecé a hacer fotos de las celebraciones de la parroquia con el grupo de cursillos de cristiandad de El Astillero. Me parecía injusto que los niños que hacían la comunión y cuyas familias no podían pagar un fotógrafo por falta de medios económicos, se quedaran sin imágenes de recuerdo de un día tan importante, así que tomaba yo las fotos. De esta manera, todos los niños conservarían una imagen de su primera comunión. Yo entonces tendría unos treinta y tantos años. Un día vino el alcalde de entonces, Censuro Ayllón, y me ofreció documentar los actos del pueblo.
-Y se convirtió en el fotógrafo oficial del municipio.
-Así es, ten en cuenta que entonces muy poca gente tenía una cámara, así que yo procuraba ir a todos los eventos que se celebraban en El Astillero y también en Guarnizo. A la vez, trabajaba en la oficina de personal de Astilleros de Santander, donde me daban permisos para poder asistir.
-Ha documentado la transformación de El Astillero.
-El municipio ha cambiado enormemente. Por un lado, siento nostalgia de El Astillero de mi niñez, pero por otro reconozco que ha mejorado en muchos aspectos. También ha crecido el número de habitantes.
-¿Cómo lo recuerda?
-Era y es un lugar muy acogedor. Yo creo que esa familiaridad que se vive en el pueblo se debe a que antiguamente, los barcos que venían a los astilleros permanecían aquí meses y meses, y durante ese tiempo los tripulantes hacían vida social en el municipio. Dormían en los buques, pero frecuentaban los bares y se generaba un ambiente muy especial. Se cantaba y todo. Así que la gente en El Astillero siempre se ha relacionado con personas de otros lugares y las han acogido muy bien. Incluso ha habido matrimonios que han salido de ahí.
-¿Y qué ha sido de ese 'bullicio' social?
-No ha desaparecido del todo, pero ahora los tripulantes de los barcos vienen y atracan muy poco tiempo, por lo que apenas se relacionan con los vecinos. Además, la mayoría es extranjero y no entiende bien el idioma.
-Pero algo de eso queda, solo hay que ver cómo celebran San José. ¿Ha fotografiado su fiesta?
-Acabamos de inaugurar una exposición fotográfica compuesta por imágenes tomadas por mí de la fiesta de San José desde el año 1983 al 2003. De cada año hemos elegido treinta fotografías.
-Menudo trabajo.
-Sí lo es, pero cuando uno disfruta tanto...
-San José es una cita con mucha tradición y arraigo.
-He cumplido 89 años y desde que tengo memoria, San José siempre ha sido el día más esperado del año. Cuando era niño, los festejos duraban menos días. Había romerías, verbenas, bailes, partidas de bolos y cosas así, y después las familias se reunían en sus casas. Es una cita a la que además viene mucha gente de fuera, porque se inaugura el calendario festivo de Cantabria.
-Ahora el programa festivo dura más de veinte días. ¿Se sigue viviendo con el mismo fervor?
-Sí, aunque de otra manera. Se han formado multitud de peñas que lo viven con intensidad. Antes quizá se le daba más importancia a los encuentros deportivos, pero es que hoy en día en esta celebración hay absolutamente de todo, y me parece bien.
-¿Cuántas fotografías tiene?
-Eso no lo sé. Muchos miles. Empecé a digitalizar las imágenes en el año 2007, pero todo lo hecho anteriormente lo tengo ordenado cronológicamente y con referencias en clichés y también en papel. Lo almaceno en un garaje.
-¿Y qué pasará con esa colección?
-Eso tampoco lo sé. Ya lo veremos.
-En todo este tiempo ha cambiado también el valor de la imagen. Ahora todo el mundo puede hacer fotos con el móvil.
-Antiguamente no había casi nadie que hiciera fotografías, así que los que teníamos cámara éramos como una gran referencia, pero ahora se tiran fotos por tirar, se almacenan en el teléfono y algunas se acaban perdiendo. No obstante, yo creo que las personas que disfrutamos de esto continuamos dándole el valor que realmente tiene.
-¿Continúa haciendo fotografías?
-Con menos frecuencia, porque ahora el Ayuntamiento dispone de sus propios medios y se realizan vídeos y fotos constantemente de todo, por lo que ya no soy tan imprescindible. Aún así, continúo yendo a los eventos porque, mientras pueda, quiero dejar plasmada la mejor historia de El Astillero. También aprendo de los fotógrafos profesionales que se dedican a esto, con los que he mantenido siempre una muy buena relación y de los que he recibido ayuda y enseñanzas. Les estoy agradecido.
-¿Cómo ha vivido este homenaje?
-Como podrás comprender, nadie hace las cosas pensando en que algún día le van a dar un premio por ello. Me he sentido abrumado y también, he de reconocer, me ha dado cierto rubor, porque pienso que habrá personas en el municipio que se lo merezcan más que yo. A pesar de todo, me ha servido para darme cuenta de que el pueblo sí me quiere. El reconocimiento en un acto oficial en el Ayuntamiento con todas esas personas que estaban presentes, me ha servido para ser consciente de que la gente me quiere en El Astillero. Eso es muy gratificante.
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