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Quien no haya paseado nunca por la calle Ballestas de Guarnizo no tendrá demasiados problemas en identificar los dos bloques adosados que están okupados, el 7A y 7B. Toda una orquesta, poco afinada, de señales lo delatan: Paredes ennegrecidas, basura sembrada por los jardines, buzones ... reventados, barro en la fachada, retretes en los portales y mobiliario apilado por terrazas y zonas comunes... Una flagrante estampa con la que los vecinos del barrio llevan lidiando desde hace años y que ahora podría estar cerca de ver la luz al final del túnel. Este martes se llevó a cabo un nuevo operativo centrado en cerrar todos los pisos que se encuentran actualmente deshabitados para evitar más allanamientos y que se saldó, a su vez, con la salida «voluntaria» de varios de los okupas. La intervención se ha ejecutado tan sólo unos días después de que el Ayuntamiento de El Astillero trasladase que había llegado a un acuerdo para intentar atajar el problema con la Sociedad de Activos Inmobiliarios de Reestructuración Bancaria (Sareb), propietaria de ambos inmuebles.
Este martes, antes de las once de la mañana, arrancó el operativo en las inmediaciones de dos los bloques gemelos. «Vinieron varios efectivos de Guardia Civil, Policías Local y seguridad privada, con unos siete coches, y cortaron el tráfico», dicen algunos vecinos de la zona. La intervención duró hasta casi entrada la noche, y en ese tiempo se procedió a «comprobar casa por casa e instalar puertas antiokupas en aquellas que se encontraron deshabitadas, en total se colocó una docena», explican desde el Ayuntamiento, que también concreta que «algunos de los habitantes decidieron salir de forma voluntaria». La intervención se retomó este miércoles por la mañana para implementar otra serie de elementos disuasorios y de blindaje, como rejas en las ventanas. Todo ello se suma a otras acciones previas, «como el corte de suministros desde verano» y que «todos los que viven dentro tienen procesos judiciales abiertos».
El balance de la última incursión es «positivo», apostillan desde el Consistorio astillerense, y arrojan luz sobre la situación que hay al otro lado de las paredes, en el interior del inmueble. «Poco más de una decena de pisos quedan okupados de los 60 que llegó a haber», trasladan. El alcalde, Javier Fernández Soberón, reconoce que «el problema no está totalmente solucionado, pero el operativo ha supuesto un paso muy importante para conseguir el desalojo total», y a su vez agradece nuevamente «el cambio de criterio y la implicación que han demostrado ahora desde la Sareb», porque incluso «uno de los máximos responsables a nivel nacional de la entidad acudió a dirigir personalmente la intervención tal y como se comprometió en la reunión que tuvimos en Madrid». Una colaboración entre ambas partes recién fraguada y que deja patente un escenario sustancialmente diferente al del pasado septiembre, cuando el Consistorio anunciaba que se iba a imponer «una nueva sanción» a la sociedad propietaria por la falta de acción que demostraba.
Como si fuera una enfermedad virulenta, los edificios cercanos a los bloques 7A Y 7B parecen haberse contagiado del abandono y también tienen las fachadas más ennegrecidas de lo habitual incluso para lo que es Cantabria. «Eso es porque los propietarios no queremos invertir en pintar hasta que no veamos qué termina de pasar con el edificio de los okupas, no vamos a gastar un dinero sin saber lo que va a ocurrir», explica uno de ellos a preguntas de este periódico, que insiste en que «la convivencia es muy complicada, hay muchos que están hartos de tener que llamar a la Policía Local por las fiestas que montan y los altercados y otros ya han decidido abandonar sus hogares e irse a vivir a otras partes».
Otro de los residentes del barrio relata que «los okupas tienen muchos perros grandes que pasean sueltos y siempre tienes que ir con cuidado de que no ataquen al tuyo, que es algo que pasa un día sí y otro también». Los dos vecinos hacen hincapié en que «son muchos años conviviendo con esta situación» y desconfían de que realmente el final se acerque. «Hasta que no haya un cambio en la ley parece complicado que se vaya a atajar», dice uno, mientras el otro insiste en que «ahora parece que hay más movimiento porque se acercan las elecciones, pero dudo que esto se vaya a solucionar en algún momento porque les quitan la luz y se ponen generadores, así que siempre se las apañan para no ceder y no abandonar las casas».
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