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Astillero, algunas casas distinguidas hacia 1950. Colección j. m. rivas
Los veraneos aristocráticos en Astillero

Los veraneos aristocráticos en Astillero

En aquellos momentos, finalizada la construcción naval para la Real Armada, hacía casi 100 años, Astillero se había convertido en lugar de veraneo

jesús maría rivas

El Astillero

Domingo, 11 de abril 2021, 13:03

Anuncios referidos a alquiler, compra o venta de villas de recreo, casas y hoteles en Astillero, era frecuente encontrarlos en la prensa escrita madrileña y santanderina en el último tercio del siglo XIX. Desde mediados de este siglo se venía produciendo el fenómeno, hoy bien conocido y estudiado, del desplazamiento de los veraneos y vacaciones hacia determinadas localidades de la costa cantábrica. Por citar los más importantes mencionaremos San Sebastián, Las Arenas en Guecho, Santander o Gijón. Pues bien, en medio de todos ellos prosperó, en esta oferta del nuevo ocio de las clases más adineradas, una pequeña localidad costera al fondo de la Bahía de Santander: Astillero.

Un acto que tuvo una importancia decisiva en la promoción de Astillero fue la visita que la reina Isabel II, su consorte y familia que realizaron el 4 de agosto de 1861, y, como recogían los medios de la época, a través de los cablegramas de los corresponsales, “… su majestad y toda su familia real... han visitado hoy el Astillero de Guarnizo, donde desembarcaron a las cuatro de la tarde en medio de las entusiastas aclamaciones de la gran concurrencia que de Santander y sus inmediaciones…” . La Gaceta de Madrid recogía el evento real y decía que realizaron “un paseo por la bahía, con descanso en el magnífico sitio del Astillero…”

En aquellos momentos, finalizada la construcción naval para la Real Armada, casi 100 años atrás, Astillero se había convertido en lugar de veraneo. Un buen conocedor de la zona, puesto que su familia veraneaba aquí, Miguel de Asúa y Campos, cuenta en su libro sobre "El Real Astillero de Guarnizo", de 1925, que la presencia continua en torno a la construcción naval de jefes, generales, oficiales, constructores de navíos, contables, armadores, etc. había llevado a Astillero a "aristocratizarse". Numerosos de estos personajes continuaron viviendo o manteniendo casas aquí, aunque hubiera cesado la construcción de barcos para la corona, y fueron creando un núcleo de gente distinguida, que atrajo, como veraneantes, a la burguesía acomodada de otros lugares.

Muchos comerciantes de Santander, también se vieron atraídos por el reclamo del pintoresco y tranquilo pueblo de Astillero y la fama sus fuentes medicinales, especialmente, la fuente de La Planchada, más tarde conocida como La Fuentuca. Entre ellos, fue veraneante habitual un empresario santanderino, Juan Gutiérrez Colomer, que se había sentido contrariado por la falta de regularidad de las embarcaciones que hacían el trayecto entre la capital y Astillero, sin sujetarse a horarios ni regularidad alguna. Buscó un socio en el alcalde de Astillero, Venancio Tijero, y creó una sociedad de vapores, conocidos como “corconeras” que, a partir de 28 de Junio de 1.877, establecieron una línea regular entre Santander y Astillero.

¿Quiénes eran los ilustres veraneantes?

El pueblo de Astillero convertido en una zona de veraneo para la burguesía santanderina, castellana y madrileña, acoge a numerosas personas con relevancia económica, social y política que fijaron su residencia veraniega en Astillero y Guarnizo. Nuestros convecinos Rebeca Arce y Román Miguel, en su libro sobre “Cultura, sociedad y política en Astillero-Guarnizo (1890-1910)” cuentan que, el alcalde, Venancio Tijero, empeñado como estaba en la promoción turística del municipio, ofreció gratuitamente terrenos comunales para quienes quisieran hacerse una villa en estos lugares y, además, la autorización para aquellos otros interesados en promover casetas de baños o balnearios en la costa.

Con el atractivo de la esplendida Ría de Astillero, la tranquilidad del lugar sin fabricación ni montaje de naves y las facilidades otorgadas desde la alcaldía, los veraneantes ilustres empiezan a elegir este lugar para su veraneo. Uno de los veraneantes que más expectación levantaban era Pedro Solaverría, ministro de Hacienda y Fomento con Isabel II y luego con Alfonso XII, santanderino de nacimiento, tenía una villa de recreo en nuestro pueblo. Otros ministros de Isabel II, como José Nacarino Bravo o Cándido Nocedal; el presidente del consejo de ministros, Luis González Bravo y sus familias o Pedro Gómez Hermosa, presidente del Tribunal Supremo. Estaba claro que, algunos ministros isabelinos, se decantaron por Astillero.

Otro personaje destacado que pasó largas temporadas de descanso Astillero, donde falleció en 1880, fue José María de Orense, conde de Albaida, presidente de las cortes durante la I República Española. Durante su presencia en Astillero ejerció una gran influencia con sus ideas democráticas y republicanas, hasta el punto que, el municipio de Astillero destacó, del resto de Cantabria, por la elección de alcaldes republicanos en las dos décadas posteriores al fallecimiento de Orense.

Numerosas familias madrileñas tuvieron casa de veraneo en Astillero o Guarnizo, como el compositor Tomás Bretón, primero como huésped de hotel y, más tarde, como propietario de una villa. Gerardo Cueto, geógrafo e historiador cuenta como: El auge del veraneo se prolongó hasta finales de siglo, sumándose nuevos ilustres visitantes, como la condesa de Brockmann, la familia de Joaquín López Dóriga… Ya en el siglo XX también veranearon en la localidad los marqueses de Hinojeras o la marquesa de Santa Genoveva. La familia Hornedo”.

Esta última familia, Hornedo, que estuvo asistiendo a sus veraneos hasta los años 70 del siglo pasado fue, quizás, quien echó el cierre definitivo a este tipo de estancia veraniega en Astillero, cuya finca de la calle de Lepanto ( popularmente Los Hoteles) pasó, como todas ellas, a bloques de viviendas. En el próximo artículo seguiremos contando esta etapa curiosa de la historia de nuestro ayuntamiento y nos centraremos en los balnearios, casa de baños, hoteles y hoteles de familia que se fueron construyendo, creando una constelación de casas imponentes en torno al barrio de Churruca y la calle San José, para atender la demanda de los veraneantes.

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