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Su precipitada partida pilló a contrapié a quienes le trataron durante sus casi treinta años en Laredo. Lituana de nacimiento, pero pejina de alma y sentimiento, Aldona Giriuniene se ganó un merecido hueco en el corazón de varias generaciones de laredanas. Niñas y adolescentes ... a las que contagió su pasión por la excelencia y la perfección, del tapiz de la gimnasia rítmica a la vida. Sin concesión a la mediocridad. Pero envuelta en una ternura con la que se hizo merecedora de un cariño y una admiración inquebrantables.
Muchas de sus antiguas pupilas se dejaron caer por las gradas del Polideportivo Amavisca, entremezcladas con el público habitual del festival benéfico que organiza cada año la Asociación de Amigos del Barrio de San Lorenzo, y que el pasado domingo alcanzó su decimoctava edición. Algunas estuvieron las dos horas que duró el evento con un nudo en la garganta. Demasiados recuerdos, demasiados guiños de complicidad a quien, casi desde los comienzos de esta gala, allá por el año 2004, se había convertido en uno de sus pilares. Porque la Escuela de Gimnasia Rítmica de Laredo que ella dirigía formaba, junto a la Academia de Baile Estrymens, ahora dirigida por Estrella, parte indisoluble de un evento que siempre buscó ayudar las causas más nobles. En esta ocasión, los 1.940 euros recaudados con las 485 entradas vendidas, irán destinadas a Cáritas y a Cruz Roja. Dos ONG que trabajan a pie de calle con las personas más desfavorecidas. La novedad llegó de la mano de la Escolanía Aila, bajo la batuta de Samara, que se estrenó por primera vez en una cita a la que, a partir de ahora, serán igual de fieles que sus aliadas gimnastas y bailarinas.
La gala, coordinada por Félix Fernández, cabeza visible de los Amigos del Barrio de San Lorenzo, y conducida por el locutor Noé del Río, arrancó con los bailes de las alumnas más pequeñas de Estrymens, que se alternaron con las benjaminas de la escuela de gimnasia rítmica. Poco a poco, todas las participantes desfilaron de forma alternativa por el tablado de baile y por el tapiz. Las excelsas voces de la Escolanía Aila desafiaron con éxito la deficiente acústica de un recinto poco acostumbrado a recitales de tanto nivel.
Los guiños a la homenajeada asomaban por doquier. Ya fuera en forma de pantalla gigante en la que estaba proyectada su figura, en una preciosa composición obra de Cesáreo Bringas. Ya fuera porque las coreografías elegidas por Cristina y Raquel, sus sucesoras en la dirección de la rítmica pejina, evocaban melodías del Este, típicas de su tierra natal. El momento culminante de la velada llegó con la proyección de un montaje fotográfico que repasaba la trayectoria de la homenajeada. Como banda sonora, la soberbia adaptación polifónica de la Escolanía Aila del tema «Entre el deseo y el día», obra del laredano Alfonso Paradelo.
Para muchos de los presentes, fue imposible contener la emoción. Y las lágrimas inundaron sin remedio los ojos más impresionados por aquellas imágenes tan entrañables. Aldona revivía en cada instantánea. Más aún cuando la megafonía había reproducido una de sus últimas entrevistas en Radio Laredo. Era ella. Genuina. Inimitable. Irrepetible.
También se descubrió una placa, que al final del acto quedó colocada en un lugar preferente del Polideportivo. Para que nadie se olvide de quien hizo tantas cosas buenas por un Laredo al que adoraba. Y al que ayudó a colocar en el mapa de la gimnasia rítmica nacional. Una coreografía final, con todos los participantes sobre la cancha, y una foto de familia, con la alcaldesa y distintos concejales de la Corporación pejina, pusieron el broche a una edición memorable. La del año en que Aldona decidió dirigir el festival desde el más allá. Contribuyendo a que volviera a ser un día inolvidable.
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