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Pasadas las seis y media de la madrugada de este viernes, aún era noche cerrada cuando el barco gallego Costa Cordal, de 20 metros de ... eslora, enfilaba la entrada al puerto de Laredo con 7.000 kilos de Chicharro y 9.000 de boga. Todo el mundo a bordo –diez tripulantes más el patrón–, descansaba plácidamente en cubierta tras una jornada más en la mar; y de pronto, algo comenzó a ir mal: «Giraba el timón pero aquello no iba de ninguna manera, se volvió ingobernable», cuenta Oscar Carreño, el patrón.
Los demás acudieron al puente de mando pero en esas condiciones, sin poder dirigir el barco, ninguno pudo remediar que la marea los empujara hacia la playa La Salvé, donde terminaron encallados. En el accidente no hubo que lamentar daños material ni humanos; pero la mala suerte llevó a que el pequeño yorkshire terrier del patrón, que siempre lo acompañaba a faenar, saltara al agua en medio de la confusión, cuando aún era noche cerrada y terminara ahogado.
A las once de la mañana, con el barco en el puerto y descargando las cajas de pescado, ninguno de los marineros pronunciaba palabra pero sus rostros reflejaban el agotamiento y la frustración tras la accidentada noche. «Son cosas que pasan, es mala suerte. La vida es así», se consolaba uno de ellos, lamentando la pérdida del perro, que afectó seriamente a su dueño.
Los servicios de protección civil le entregaron el cadáver del animal pasadas las once y media de la mañana. «¡Qué mala suerte, joder!». «¡Debió saltar porque se asustó y se me ahogó. Se me ahogo!», insistió el patrón. Y poco después la urgencia le apremiaba a pedir al seguro una bomba para achicar el agua en la sala de máquinas:«Cuanto más tiempo esté anegado, más se va a estropear». Se había inundado hacía más de cuatro horas, cuando el barcó encalló en la playa, quedó escorado, y las olas comenzaron a pasarle por encima.
«Llamaron para pedir ayuda y la reacción fue rápida», reconoce César Nates, patrón mayor de la Cofradía de Laredo. «Al parecer tuvieron un problema mecánico y tuvieron que ir varios barcos a remolcarlo». Un surfista madrugador que estaba en la zona a esas horas de la mañana cargó con el cabo que conectó al barco accidentado con los que iban a remolcarlo y comenzó la maniobra.
«El barco no ha sufrido desperfectos porque no ha encallado del todo en ningún momento. Se movía ligeramente y como la arena es muy fina, el casco no ha sufrido daños», aclaró Nates.
Tiraron y tiraron en medio de la oscuridad, hasta que pasadas las ocho de la mañana comenzó a salir el sol. «Uno de los cabos se partió por la tensión y tuvieron que comenzar de nuevo», relata Javier Ramirez, concejal del mundo del Mar del Ayuntamiento de Laredo. «Por suerte pudieron enderezarlo bien y sólo tuvieron que esperar a que la marea subiera un poco para ponerlo a flote otra vez para que pudiera entrar en el puerto». Cuando trataron de encender de nuevo el motor principal, falló, y tuvieron que impulsarse con el secundario. Probablemente el agua que entró con las olas el tiempo que estuvo escorado inundó la sala de máquinas y estropeó la mecánica, según los presentes en el incidente.
Una vez la embarcación hubo llegado a la lonja, los ánimos estaban a flor de piel. Las discusiones afloraban por el más mínimo detalle; pero todo el mundo cumplió con la obligación de descargar el pescado. Se elevaron cientos de cajas a deshora, cuanto el resto de la flota ya había completado la labor; y terminaron a las doce y media de la mañana.
Ya por la tarde, fueron los peritos del seguro quienes se ocuparon de evaluar la mecánica del barco para comprobar qué es lo que falló, si es que hubo realmente una avería, como certifica el patrón.
El Costa Cordal no había atracado nunca antes en el puerto de Laredo, pero su tripulación sí conoce estas aguas. «Todos los años hemos venido alguna vez y conocemos la zona, aunque con otros barcos», certificó Oscar Carreño mientras recogía algún pescado que se había desperdigado por la superficie del barco. Otro tanto quedó en la playa, que esta mañana amaneció con unos cuantos ejemplares muertos en la orilla.
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