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Veinticinco días ha tardado el laredano Francisco Cañarte Lavín en saberse ganador del cuponazo de la ONCE. Los que van entre la fecha de sorteo, el 26 de febrero y el martes 22 de marzo, que es cuando se percató de su suerte. Si ... hubieran transcurrido cuatro días más, hubiera perdido los 40.000 euros reservados a los dos cupones del sábado con un número, el 95975, que difícilmente olvidará nuestro protagonista.
Fran, como es conocido en Laredo, donde regenta el restaurante La Viña, explica que no es de los que tienta habitualmente al azar. «La única que no perdono es la Lotería de Navidad», explica. Pero aquella mañana de sábado de carnaval, había terminado de hacer unas cosas en el garaje, y bajó a tomar un café a un bar, antes de poner en marcha su propio negocio. Fue allí donde le salió al paso uno de los vendedores de la ONCE. Y decidió comprar dos boletos, de esos que imprime directamente la máquina.
Uno lo metió a la cartera. Y el otro fue a parar a la caja registradora de su restaurante. A partir de ahí, sólo en dos ocasiones se acordó de comprobar si le había tocado. Pero en ambas, su intento resultó fallido, porque la inoportuna llegada de clientes a su establecimiento, le impedía verificar si aquellos resguardos estaban premiados.
Todo cambió el martes en Valdecilla. Allí se plantó con Matilde, su madre, que tenía concertada una cita médica. Mientras se dirigía al aparcamiento, se acordó del boleto y se lo dio a su madre para que lo comprobase en uno de los puestos que se ubican en el recinto hospitalario. El empleado de la ONCE no daba crédito al ver el resultado de la máquina. «Señora, le ha tocado el gordo».
La incredulidad de su madre la heredó el propio Fran, quien la escuchaba sin tomarse muy en serio lo que le estaba diciendo. Volvió tras sus pasos, y fue donde el vendedor, cuya cara le hizo salir de dudas. El boleto estaba premiado. Lo siguiente era revisar si el billete gemelo seguía a buen recaudo en el bar. Allí estaba Marian, su mujer, ajena a lo que se le avecinaba. Sólo tras confirmar vía telefónica que el cupón estaba allí, recibió la noticia. «Que sepas que nos han tocado 40.000 euros». La reacción de su mujer también tuvo su miga. «Me colgó el teléfono. No se lo creía». Hasta que lo comprobó por internet.
Para poner la guinda al pastel, el martes 22 de marzo era el cumpleaños de Ylenia, la hija mayor del matrimonio. Estudiante de peluquería en Santander, fue la siguiente en enterarse, cuando pasaron a recogerla al centro de estudios, tras salir del hospital. Ella y su hermano pequeño Christian, que se enteró de regreso de sus clases en el CEIP Pepe Alba de Laredo, no cabían en sí de gozo. El plan familiar se transformó en una comida homenaje con doble celebración. El cumpleaños de Ylenia. Y el inesperado pero bienvenido obsequio de la fortuna.
Fran reconoce que esta cantidad le ayudará a parchear una economía tocada por las estrecheces de la pandemia. Cierres interminables, aforos interiores imposibles y, recientemente, la eliminación de una terraza auxiliar que, ubicada en el paso estrecho de los semáforos de la calle Revellón, ayudaba a paliar de mala manera la situación. Ayer el establecimiento no abrió sus puertas. Pero sólo porque coincide que los miércoles es su día de descanso semanal. Hoy ya han vuelto a sus puestos. Felices y encantados de haber abierto la llamada a su puerta de la suerte. Aunque fuese en el tiempo de descuento.
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