La iglesia de Laredo estrena un moderno sistema de iluminación para lucir sus tesoros

Ya en el pasillo central de la parroquia, escucharon con interés los pormenores de un proyecto urdido durante la pandemia, en conversaciones de mascarilla. Con el objetivo de realzar la contemplación de las cadenas del puente de barcas cuya ruptura por la flota castellana encarnada por embarcaciones cántabras desencadenó la Reconquista de Sevilla en 1248.

Aquella idea se tradujo en un compromiso del actual Consejero de Cultura y vicepresidente en funciones del Gobierno de Cantabria, Pablo Zuloaga, y de la directora de Patrimonio, Zoraida Hijosa, como forma de dar continuidad a la inversión que supuso la renovación integral de la cubierta. También está incluida en el lote la restauración de la capilla de los Escalante. La alcaldesa en funciones de Laredo, Rosario Losa, no ocultaba su satisfacción al ver culminado un compromiso en el que su equipo puso el máximo empeño para hacerlo realidad.

La nueva instalación ha supuesto la inversión de 60.000 euros y ha incluido el despliegue de 120 luminarias en puntos estratégicos del templo. Su gestión por un sistema informático que usa tecnología bluetooth permite regular y ajustar la intensidad de la luz a demanda, proporcionando escenas y ambientes diferenciados para adaptarse al carácter de las celebraciones que tengan lugar en su interior.

Uno de los aciertos más celebrados de esta obra, desarrollada por la empresa Taesa, reside en la orientación de las linternas hacia puntos estratégicos. Ya el mismo viernes había quienes se afanaban en detectar en fustes y capiteles elementos tallados en piedra que llevan siglos contemplando la vida de los laredanos y que, sin embargo, habían pasado desapercibidos en el histórico edificio que preside la Puebla Vieja.

Los elogios también se escapaban de los labios de unos entusiasmados feligreses cuando contemplaban el efecto de la luz sobre el manto de la Virgen de la Soledad, el conjunto del Retablo de Belén, el púlpito, las vidrieras y la zona del órgano y el coro.

El párroco ya había advertido que era el momento de trazar itinerarios improvisados siguiendo el interés particular de cada asistente. Así los hubo que optaron por acceder al altar para tener la visión del oficiante. Otros prefirieron recorrer la nave central hasta el fondo. Y la mayoría aprovechó para elevar la mirada a lo más alto. A unas bóvedas que, delatadas por los rayos de luz, dejaban al aire los pequeños desconchones que reclaman un nuevo mantenimiento.

A la salida, los corrillos se convirtieron en un intercambio de hallazgos compartidos con unas sonrisas de entusiasmo. La espera había merecido la pena. Quién le iba a decir a los pejinos que la estrella de la noche laredana se encuentra en su zona cero y es la antítesis del bullicio que puso contra las cuerdas la supervivencia de la Puebla Vieja. Su joya más preciosa de día, ahora también asoma como su faro nocturno más brillante.