Indignación por las últimas pintadas contra el patrimonio laredano

El estupor ha sido generalizado entre los laredanos a medida que han proliferado en redes sociales las capturas fotográficas de estos actos vandálicos. El muro de la página de la Asociación de Amigos del Patrimonio echaba humo tras su publicación de primeras horas. La vecina Marián Rodríguez resumía el estado de ánimo de muchos de ellos. «Lástima no pillarles, lástima no tener cámaras que cuiden de nuestro patrimonio», lamentaba.

Los peregrinos que transitaban por la Puebla Vieja y los turistas que en pleno julio descendían de La Atalaya, fotografiaban las escenas al ver el revuelo en torno a dichas pintadas en las que se podía leer «iglesia muerte te odio» o «iglesia va a morir». Precisamente eran ellos quienes aportaban ideas sobre su solución. «Allá en Madrid, de donde venimos nosotros -explicaba José Luis Martínez- esto hace tiempo que está resuelto con las cámaras de videovigilancia. No son infalibles, pero sí que sirven para identificar a muchos de estos delincuentes, y las sanciones son lo suficientemente disuasorias», remataba.

Tomando su hilo, Javier, un vecino de la zona, esgrimía el refrán «no la hagas, no la temas» para corroborar ese mensaje de que hacen falta medios de videovigilancia que protejan un entorno desamparado. Desde la distancia, el propio párroco, Juan Luis Cerro, prefería digerir a solas el trago, con intención de no dar satisfacción a los autores de ataques tan gratuitas. «Lo que no alcanzo a entender es cómo alguien tan joven, como se intuye por la bisoñez de sus pintadas, puede encerrar tanto odio», acertaba a decir sin querer ir más allá.

El único punto de esperanza lo ponía la propia artista Montse Villanueva, que a media mañana había dejado concluida la corrección del mural. Lo primero, blanquear las zonas afectadas, que deberá repintar con paciencia durante las próximas jornadas. Más complicado será el trabajo sobre las piedras del arco de San Marcial y de la Muralla. Lugares donde la única solución posible pasa por la proyección de chorros de arena. En este caso, el diagnóstico no es nada halagüeño. Otro de los vecinos sumado a los corrillos era quien explicaba de forma anónima el por qué. «Sólo tienes que ver lo que está pasando con las pintadas de la puerta de San Lorenzo o de Bilbao. Llevan más de un año y allí siguen». A su lado, otro contertulio apostilla. «Toda la culpa es de los vándalos que campan a sus anchas, por supuesto. Pero si luego desde el Ayuntamiento no se actúa con celeridad para restituir estos monumentos a su estado impecable, se lanza un mensaje pernicioso de que aquí vale todo», concluye.

Lo cierto es que la plaga de vandalismo y pintadas de mal gusto en todo el término municipal prolifera de manera imparable. A las nuevas huellas de la indecencia en la Casa de Cultura, se suman las del Paseo Marítimo, la dársena sur del puerto, los bajos del antiguo mercado y, más recientemente, la fachada del Gran Bazar, en una ubicación tan céntrica como la que marca la confluencia de las calles Doctor Velasco y López Seña. Para llorar.