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La recogida de flor ha marcado el comienzo de la semana más importante para Laredo en materia de festejos: la Batalla de Flores, que este año cumple su edición número 112. Por delante, unos días frenéticos para los integrantes de las doce agrupaciones que pondrán ... a desfilar sus alegorías este viernes en la Alameda de Miramar. Hoy viernes es el día grande, pero antes los pejinos se han afanado en la cosecha de los claveles que vestirán sus carrozas en el desfile. Así, cientos de personas trabajaron en las diferentes huertas repartidas por la villa recolectando flores.
En menos de 72 horas se han recogido miles de claveles que se suman al casi medio millón de dalias llegadas desde Zundert, en Holanda, donde el primer domingo de septiembre celebran su propio desfile de floreadas carrozas para el que cuentan con gigantescas plantaciones capaces de atender la demanda de otras localidades como Laredo. Por su parte, la dalia aporta a los concursantes más versatilidad en color para hacer sus creaciones más originales y llamativas, puesto que año a año el nivel del concurso se incrementa y también la complejidad de las carrozas, que en la pasada edición del centenario festejo incluyeron elementos móviles.
No todas las personas que se congregan en las calles de Laredo para contemplar las alegorías cada mes de agosto conocen el trabajo previo que trae consigo cada creación. Las carrozas que salen a concurso en la categoría A deben tener siete metros de altura, ocho metros y medio de largo y cinco metros de ancho. Unas dimensiones que requieren cerca de 200.000 flores para cubrir completamente la estructura de la creación. Si hacemos el cálculo, con siete alegorías en esta modalidad y cinco más en la categoría B −de menor tamaño−, obtenemos dos millones de flores.
El método para recolectarlas es sencillo a la par que trabajoso. Más de 50 integrantes de la Asociación Come Golayu que lo ha Hechu Güela −ganadores del año pasado− se trasladaron este lunes hasta una de las huertas ubicadas en Laredo para comenzar el proceso. Con la compañía del calor y cubiertos con gorras, centraban sus esfuerzos en cortar las flores y colocarlas en cajas para después llevarlas hasta una furgoneta en la que trasladaban los claveles a su cuartel general. Allí, tiene lugar la tarea más delicada: las flores se deshacen en pétalos que se disponen uno a uno en las piezas más vistosas de la creación. Lo positivo que tiene el clavel es su conservación. Y es que mantenerlos alejados del sol o el agua es suficiente para que aguanten en perfecto estado hasta el desfile del viernes.
La actividad en los toldos que resguardan las carrozas ha estado en pleno apogeo hasta esta pasada madrugada. En la denominada noche mágica se abren las puertas de los talleres para conocer más del trabajo previo al desfile.
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