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«Siempre me he sentido vocacionalmente más escritora que periodista, porque llevo escribiendo toda la vida, desde que era una niña». Con esta confesión comenzó la popular presentadora Marta Robles a atrapar el interés de los asistentes en la Casa de Cultura Doctor Velasco de ... Laredo en una nueva entrega del ciclo 'A través del Espejo' dentro de la programación de los Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria. «Lo que más me sorprendió es que, cuando empecé en el periodismo, ya me di cuenta de que era una especie de veneno y que no iba a salir nunca». De ahí que sostenga que «aunque haya un día en el que me dedique estrictamente a la literatura, seguiré siendo periodista, y manteniendo esa necesidad de mirar el mundo desde primera línea, traducirlo e incluso contribuir a que sea más justo y un poco mejor», confiesa.
Su ambición literaria cristalizó por primera vez en 1991. Refugiada en el ámbito de la no ficción, en el que tenía más seguridad, su irrupción en la novela y el relato se demoró una década. Pero lo hizo sin vuelta atrás. «Desde entonces hasta ahora he escrito mucha más ficción. E incluso en los ensayos que han aparecido en este tiempo siempre hay una impronta literaria, una parte de creación porque es lo que realmente a mí me ha interesado desde niña», expone. En su faceta literaria, reconoce que el periodismo «ha reforzado mi capacidad para documentarme. Pero es algo que no es exclusivo de los periodistas. Gran parte de las buenas historias que conocemos, salen en buena medida de la propia realidad. Todos los buenos escritores, se documentan para escribir», asegura.
El periodismo también le ha otorgado «una mejor capacidad para buscar las fuentes que necesito para que la ficción del libro esté sustentada en la realidad. Porque las novelas no son reales pero tienen que parecer verosímiles», aclara. En todo caso, insiste en «separar mi alma de escritora de mi alma de periodista». Y lo justifica:«Entiendo que es diferente la manera, no solamente del lirismo que puedo incorporar en una ficción, sino que me puedo inventar los finales. Mientras que el periodismo exige absoluta honestidad a la hora de contar las cosas de la manera más objetiva que sea posible, contrastando los datos y pretendiendo contar estrictamente la verdad».
A la hora de definir su proceso creativo, se acoge a la definición de su amigo Javier Marías –a quien desea un pronto restablecimiento–. «Él suele hablar de dos tipos de escritores, los cojos y los ciegos. Los cojos empiezan a escribir casi sabiendo con qué palabra van a empezar y con cuál van a terminar, con una estructura férrea de la que casi no se mueven. Los ciegos son los que empiezan con una idea pequeñita y no tienen ni idea de a dónde van a llegar. Yo soy un poco un híbrido. Sé de dónde parto y a dónde quiero llegar. Lo que pasa entre medias es una pura incógnita, incluso para mí. Y lo que hago es lo que recomendaba Borges: tirar puentes».
Y concluye. «Dedico horas a pensar esa novela, a que esa historia se apodere de mí y haga que desde el comienzo hasta el final tenga ganas de estar permanentemente zambullida en ella. Creo que es fundamental. Si estás escribiendo una novela y no tienes esa sensación de querer estar permanentemente en ella, vas a dejar fuera a los lectores».
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