Ocho opciones para resolver problemas enquistados durante décadas en la villa

Las formaciones que concurren a las elecciones del 28M tratan de acomodar sus recetas para dolencias diagnosticadas con precisión de cirujano pero resueltas a martillazos. La campaña discurre en un diálogo de sordos entre la exhibición de logros esgrimida por el equipo de gobierno PSOE-PRC y la unánime crítica a la «nefasta gestión» que realizan desde PP, Hacemos Laredo, Unidos x Laredo, IU-Podemos, Ola Laredo y Vox. Sintomático resulta, en este sentido, el anuncio para hoy de la reapertura de la piscina, poniendo fin a ocho años de sequía, sin reparar en que el problema de dicha instalación no reside en su regreso a la actividad, sino en los cuatro años demorados desde 2019 en una reactivación que debía haberse alcanzado en sólo un año.

Y así con casi todas las cuestiones. Porque si bien todos celebran que se vaya a rehabilitar el mercado de abastos, discrepan en los modos empleados con las familias desalojadas que tenían allí sus puestos. Incluso en asuntos como el de la Puebla Vieja, donde el consenso tiende a la unanimidad, toca levantar acta del enésimo fracaso, con un Plan Especial adjudicado a bombo y platillo del que la única certeza es su inexistencia.

A la larga lista de cuestiones pendientes se suman herencias envenenadas, como el edificio Tenis, que se usan como arma arrojadiza. La espantada de habilitados nacionales asoma como el mejor exponente de tanto dislate.

Así las cosas, en Laredo la teoría del caos cobra fuerza mientras las calculadoras de pactos echan humo, sumiendo en un desconcierto a los vecinos. Porque lo de la ilusión suena a quimera en un escenario que tiene demasiado de 'déjà vu'. Lo de Laredo es de diván.