Una sonrisa sureña en el norte

Ella llevaba tres años asentada en Laredo, pero con la cabeza siempre puesta en Barahona, ciudad situada al suroeste de la República Dominicana, sobre la bahía de Neiba, de donde era originaria. Allí quería regresar, según atestiguan los múltiples recuerdos que expresaba en las redes sociales, donde la gustaba apodarse 'La negra sureña'. En el país caribeño queda huérfana su hija, de 5 años, que vive al cuidado de la abuela desde que Rebeca Alexandra Cadete y su hermana –ahora residente en Madrid tras haber vivido también una etapa en Laredo– decidieron cruzar el océano Atlántico para ganarse la vida en España.

De carácter alegre, risueña, crítica con quien hablaba de ella sin conocerla, defensora del 'vive y deja vivir', contaba con fuertes convicciones religiosas. «Sólo Dios puede juzgar tus pasos», proclamaba. La joven estaba muy arraigada entre la nutrida comunidad dominicana de Laredo, donde se había hecho querer. Había trabajado de camarera en distintos pubs de la villa pejina. El último, 'La Zona', en el calle San Francisco, donde echaba una mano. «Era clienta habitual y vecina del bar. Algún fin de semana de los que venía nos ayudaba a recoger, a poner copas detrás de la barra... Ratos sueltos», recuerda Ángel, el dueño del local.

La última vez que acudió fue esta pasada Nochevieja, dos noches antes de morir asesinada, a los 26 años, en plena juventud, con toda la vida por delante. Allí también estuvo Tomás Maestre, su expareja, el presunto asesino, en su caso pinchando música como disc-jockey, como hacía otras veces. «Venían casi a diario, estaban un rato y se marchaban», recuerda el responsable del disco-pub.

Rebeca Alexandra y Tomás mantenían una relación «intermitente», de «ida y vuelta», desde hace año y medio. En alguna etapa llegaron a vivir juntos. Ella no ocultaba estas idas y venidas sentimentales en sus redes sociales, donde repetía frases de superación y esperanza vital ante los malos momentos. En una de sus rupturas decidió irse a vivir a Santander. Unos meses. En la actualidad no estaban juntos. Así lo indicaron este jueves Miguel Ángel Revilla y Pablo Zuloaga a raíz de las declaraciones que prestaron allegados de ambos ante la Guardia Civil y la Policía Judicial. También algunos vecinos y amigos. «Estaban separados dos días o tres y luego se juntaban. Reñían mucho, pero se volvían a juntar... Ella no le quería, pero él no quería dejar la relación. Y como él es tan bueno, a ella le daba pena y volvía», relata Ángel, que conocía bien a ambos.

Ahora parece que la ruptura era definitiva. Esta vez sí. Y se apunta que los celos pueden estar detrás del asesinato que ha sorprendido a todo Laredo.

Porque él, Tomás, de 29 años y nacionalidad ecuatoriana, «no es mala persona». «Es buenón, no es violento ni se ha pegado nunca con nadie. Es más bien cobardón, no sé cómo ha podido hacer una cosa así. Es lo que tienen los celos, porque no hay nada más detrás», comenta el dueño de 'La Zona'. Ninguno de los que conocen al asesino, que reside en Laredo desde que era pequeño, a donde llegó con su madre y hermanos, podía ni siquiera imaginar lo sucedido. Tampoco los que fueron sus compañeros en el café-bar Casa Ruiloba, donde trabajó de camarero. El agresor carece de antecedentes y no constan episodios de violencia previos ni denuncias. El grupo de amigos de ambos no se lo cree. «Es algo impensable...». Y la familia del agresor, tampoco, consternada, incrédula, estupefacta...

La que es la primera víctima de violencia machista de 2019 escribía en su cuenta de Facebook, hace apenas cuatro meses, este mensaje, convertido ahora en triste epitafio: «Todo pasa, todo sana y la felicidad regresa; nadie muere de amor, te lo aseguro». Y ayer, la persona con quien Rebeca Alexandra compartió amor a orillas del Cantábrico, se encargó de apagar para siempre su sonrisa sureña.

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