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María Jesús del Hoyo puede presumir de ser la Abuela de Liébana, ya que es la persona de mayor edad que vive actualmente en la comarca. Nació el 5 de agosto de 1920 en la localidad de Bores (Vega de Liébana) y el pasado domingo, sus 9 hijos, 23 nietos, 21 bisnietos y un tataranieto, junto a dos hermanos y el resto de familiares, se reunieron con ella en una comida familiar en la localidad de La Vega, lugar donde actualmente reside. El convite reunió en total a casi un centenar de familiares para celebrar sus 104 años.
Y es que María Jesús es una lebaniega «cariñosa y querida por todos», por sus familiares y vecinos, que siempre luce una amplia sonrisa para ellos. También es profundamente religiosa, por lo que agradece a Dios que le permita «seguir disfrutando de la vida con mis seres queridos hasta que él quiera».
María Jesús del Hoyo
Abuela de Liébana
Una vida que, según relata, no fue nada fácil, con una infancia dura en Bores por los tiempos que corrían. «Fui muy poco a la escuela, ya que había que trabajar duro ayudando a realizar las labores cotidianas de casa», afirma. Entre esos recuerdos, María Jesús atesora una bonita historia de amor. Ella se enamoró siendo casi una niña, a la edad de 14 años, de Zoilo, un joven mayor que ella, que recorría los pueblos de la comarca con sus caballerías en busca de pieles y lana. La anciana recuerda con emoción el momento en que lo conoció. «Estaba yo picando leña para llevar a casa, cuando él se me acercó y se prestó a ayudarme. Fue un flechazo, pero que no contó con el beneplácito de mis padres, que no consentían la relación», relata. Eso hizo que María Jesús y Zoilo ideasen un sistema para comunicarse a escondidas. «Nos enviábamos cartas que poníamos debajo de una piedra para poder recogerlas», sonríe.
Con veinte años cumplió su sueño de casarse con su amado Zoilo. Fue entonces cuando se trasladaron a vivir a La Vega en Liébana, haciéndose cargo de la taberna y tienda de comestibles del pueblo. Allí, fueron felices y tuvieron a todos sus hijos.
También fueron años de duro trabajo, hasta que su esposo se lesionó, lo que les obligó a trasladarse a vivir a Santander, donde su marido trabajó de portero, mientras ella daba comidas y lavaba ropa en Las Carmelitas. Cuando se jubiló regresaron al pueblo y ahora María Jesús lleva una vida tranquila, paseando por La Vega con su silla de ruedas eléctrica, hablando con los vecinos, y disfrutando de una familia de la que se siente «muy orgullosa».
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