Potes abraza a Quico Taronjí como Orujero Mayor en su fiesta

Dirigentes y orujero fueron recibidos a la entrada del Centro de Estudios Lebaniegos a las doce de la mañana, al principio de un día que prometía, con sol y los primeros asistentes desperezando las calles, tras una noche de juerga –varios camareros retiraban las botellas de las calles céntricas a la diez de la mañana–. Taronjí estaba vistoso, cubierto con la capa que le pusieron los miembros de la Cofradía del Aguardiente de Orujo y Vino de Liébana. De color rojo «por el vino y con los bordes verdes, por la hoja de la uva», explicaba el presidente, Juan Carlos García. Y es que otra de las cosas que se aprende en Potes el día de la celebración es que el orujo se hace con los restos de la uva, lo que ellos llaman el «brujo», «bruju en lebaniego», decía uno de los componentes. Total, que ahí estaba el orujero, con la boina verde, y encantado. Taronjí dijo, con Buruaga y el alcalde a su derecha y los cofrades, que se sentía muy agradecido por hacer de embajador de una tierra que conoce, que le despierta la nostalgia de una niñez ya lejana, cuando atravesaba el desfiladero de la Hermida, «de camino a un lugar de cuento, con chorizos colgando y el humo de las chimeneas». Potes, expresó, es un sitio que marca. Y con esa marca, la de Orujero Mayor, fue aplaudido por los miembros de las cofradías gastronómicas de diferentes lugares (la Cofradía de los limones de Novales; la del bonito de Colindres; la del hojaldre de Torrelavega; la del queso asturiano... y suma y sigue). Eso sí, menos representación de cofradías que otros años, porque el Orujo coincidió con la fiesta del cocido de Torrelavega y un evento gastronómico en Grecia, explicaba el presidente de la Cofradía anfitriona. De la capa, llevaba este hombre colgando 300 pines. Son los lugares, ferias, eventos y concursos por los que ha estado tanto en España como fuera del país. «Hoy es el día grande de Liébana, porque el orujo de aquí es el mejor, sin dudarlo, por la forma de elaborarlo artesanalmente». Dicen que la manera de averiguar si es o no auténtico es echándote un poco en la mano y oliéndolo. «Si huele a uva es bueno». «El orujo es vapor», decía Juan Carlos. Bendito vapor que este sábado reunió a cientos de personas en la capital lebaniega en torno a la música, al ambiente y al patrimonio monumental y natural. Que Potes es mucho Potes.

Por eso el periodista recordó en su discurso que con esta tierra tiene un vínculo especial. Desde pequeño hasta que «venía a grabar la nieve para el programa de televisión de las Mañanas de La 1». Abrumado, firmó el Libro de Honor de los orujeros mayores que han sido reconocidos en esta fiesta. Taronjí es el número 32 de una cita que comenzó a celebrarse en 1984 –dejó de hacerse durante diez años–. «He venido muchas veces, pero cada vez me apasiona más este lugar y me parece más bonito, porque además tiene carácter, y el carácter es mucho más importante que la belleza», dejó claro el periodista. «Poder ser representante de un producto que tiene tanta verdad es fantástico a nivel personal, me encanta», añadió.

Y con la misma desenvoltura, Taronjí se enfundó la camiseta de la peña de la Fiesta del Orujo de Potes por antonomasia, la peña de José Luis San Emeterio, formada por un grupo de treinta personas vestidas con camisetas negras. Negras con letras en las que ponía que el orujo «sí que da alas». Esta historia hay que contarla porque José Luis vino a la fiesta de Liébana con cuatro amigos hace veinte años. «Poco a poco se fue uniendo gente de Madrid, de Mallorca, Asturias, Castro...». «Empezamos que si venían unos y que si venían otros» y ahora son casi cuarenta. Ellos le pusieron a Quico Taronjí una camiseta con su nombre en las escaleras de la Torre del Infantado –lo hacen con cada Orujero Mayor todos los años–. «Creo que es buen tipo», decían por allí una hora antes de conocerle.

La presidenta del Gobierno también tuvo buenas palabras para el protagonista. Dijo que el periodista es «un extraordinario embajador» de Liébana y Cantabria y confió en que sea «un gran aliado» a la hora de dar «más brillo y realce» a esta comarca y sus productos, «con una gran proyección a través de su labor divulgadora como profesional de la comunicación». Buruaga recordó que este producto pervive gracias «al esfuerzo de las personas y las familias que están ligadas a la comarca lebaniega y que permanecen en la actividad agraria, destilando contra viento y marea un producto que forma parte del patrimonio de Cantabria».

El alcalde Javier Gómez estaba sonriente en el acto e incluso contó alguna anécdota graciosa. Eso sí, se puso serio para decirle al orujero que de Liébana «no te vas a querer ir y cuando te vayas, vas a querer volver». Al salir del Centro de Estudios Lebaniegos, la música tradicional y las cofradías auparon al protagonista hasta la Torre del Infantado.

Las escaleras para acceder al monumento se quedaron pequeñas para acoger a todos los que querían salir en la foto con el invitado de honor. Era mediodía, el público estaba jubiloso, las terrazas repletas y la jornada prometía de lo lindo.