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Pedro Álvarez
Potes
Lunes, 15 de julio 2019, 09:07
Benito Velarde falleció ayer a los 93 años después de una intensa vida sacerdotal recorriendo las parroquias de la comarca lebaniega. Desde niño me unía un vínculo de amistad y de afecto hacia él, al que siempre consideré como el ejemplo de un ... verdadero cura rural, porque así fue durante toda una vida entregada al sacerdocio en su querida tierra lebaniega. No importaba el medio utlizado para asistir a sus feligreses en las parroquias, ya que andando, en bicicleta o en su querida moto Vespa, siempre llegó a su destino.
Le entrevisté muchas veces y compartí con él ese cariño hacia nuestra historia y tradiciones. Se consideraba un cura rural en todo el sentido de la palabra y entre sus muchas reflexiones decía que «lo pequeño, lo rural, lo cotidiano o lo humilde, es muchas veces lo más grande». Siempre guardó un recuerdo cariñoso hacia la figura de su madre y de su hermana, a las que agradeció sus desvelos y cuidados, y se emocionaba al recordar a tantos compañeros sacerdotes que ya no vivían, pero siempre tuvo muy claro «poder continuar con la obra encomendada por Cristo a la jerarquía eclesiástica, en el ministerio de seguir enseñando, santificando y guiando a la humanidad hacia Dios».
Entregó toda su vida al sacerdocio y a ayudar y consolar a los demás. Era un hombre sencillo, bondadoso, muy disciplinado, que durante 60 años desempeñó su labor en las parroquias de Liébana y desde 1956 hasta 1999 fue el sacerdote responsable del santuario de la Virgen de la Luz, patrona de Liébana, a quien tenía gran devoción. La Hermandad de la Virgen de la Luz le nombró Cofrade de Honor en el año 2015 por sus desvelos y trabajo desempeñado, en favor del culto de la imagen y de su santuario.
Benito Velarde,había nacido en el año 1926 en la localidad de Cambarco (Cabezón de Liébana), ingresando en el Seminario de León en el año 1939, en momentos duros y difíciles, ordenándose sacerdote en León el 4 de marzo de 1950 y cantando su primera misa sacerdotal en su localidad natal de Cambarco.
Durante cinco años llevó las parroquias de Vejo, Dobarganes, Villaverde, Ledantes y Vada, en el municipio de Vega de Liébana y en el año 1956 tomó posesión de las parroquias de Luriezo, Aniezo y Cahecho. Atendió también las de San Andrés, Torices, Buyezo y Lamedo y fue además párroco de Piasca y Los Cos durante más de veinte años, y de Cabezón de Liébana desde 1980. Antes de su jubilación en el año 2010 atendía las parroquias de Luriezo, Cahecho y Cabezón de Liébana, e incluso algunas veces la de Aniezo. Fue precisamente ese año cuando con motivo de su jubilación sacerdotal, concelebró una misa solemne en la iglesia parroquial de Luriezo, con sacerdotes de la comarca y franciscanos de Santo Toribio, a la que asistieron vecinos y familiares.
Recibió también varios homenajes, entre ellos, en la Gala de Liébana y Peñarrubia y la Agrupación Lebaniega de Santander le hizo entrega del título de Vecero de Liébana 2011. Durante todo su vidasu gran afición fue la talla de madera, realizando importantes obras con gran precisión. Siempre decía que viendo elaborar a su padre los aperos de labranza comenzó a aprender a trabajar la madera. Hizo reproducciones de tallas religiosas como la Virgen de la Luz, la Bien Aparecida, o la Virgen de la Buena Leche, de Lebeña, así como muchas tallas de escudos nobiliarios de Liébana.
Hasta el último momento acompañó a las procesiones de su querida «Santuca», que seguro que hoy le tendrá destinado un rincón preferente junto a ella, por toda una vida entregada al sacerdocio en su querida Liébana.
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