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Regreso al pasado lebaniego. La Casa de las Doñas recupera la tradición de la mano del nuevo turismo
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Si un turista que llega a la comarca de Liébana quiere conocer la forma de vida que durante siglos llevaron los lebaniegos, con sus tradiciones, ... costumbres, útiles de trabajo o celebraciones de fiestas, sin duda alguna se tiene que desplazar hasta la Casa de las Doñas, en la localidad de Enterrías, en el municipio de Vega de Liébana. Allí podrá visitar un espacio expositivo que es un auténtico referente museístico de Liébana y que sumerge al visitante en el pasado y, en un recorrido guiado, le permite conocer cada una de las salas de la casa. En el año 2018 recibió el premio 'Alceda' a las buenas prácticas patrimoniales
Francisco Gutiérrez es uno de los responsables de la Casa de las Doñas, un espacio expositivo «que nos lleva a lo que fueron las condiciones de vida de nuestros abuelos, en la historia y en la memoria, a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX». La vivienda se abrió al público en el año 2011. De media la visitan alrededor de 4.000 personas cada año. «Hay que tener en cuenta de que se realiza una visita guiada con grupos muy reducidos, haciendo dos pases por la mañana y tres pases por la tarde, por lo que un día completo la visitarían 50 personas».
Francisco señala que «la visita a la casa es principalmente familiar, intergeneracional o por parejas. Normalmente son personas de cultura media-alta y gente sin prisa, que agradece que ésta sea una visita pausada. Explica Gutiérrez que lo que más llama la atención del visitante es que se conserve íntegramente una colección tan amplia de objetos, mobiliario, vestuario y que todo esté contextualizado en el lugar donde se guardaba. Durante la visita, los adultos rememoran su infancia mientras que para a los más jóvenes es una sorpresa y todo un descubrimiento porque pueden ver cómo era posible poder vivir sin luz eléctrica. «Resulta evocador porque es la forma de dar imagen a muchos de los relatos de sus abuelos».
En cuanto al espacio expositivo en si mismo, señala que «queremos que la casa esté viva e integrada en su propia comunidad y seguir ofreciendo algunos aspectos que potenciaban sus moradores». Es por ellos que «realizamos a lo largo del año exposiciones, conciertos o presentaciones de libros». La Casa de las Doñas está considerada la primera colección museística privada de Cantabria por lo que Gutiérrez considera que es un «hito», pero también «denota la poca iniciativa en el ámbito cultural que hay en esta región, porque hay otras muchas colecciones que lo merecerían, pero hay que tener en cuenta que en la red de museos de Cantabria solo hay cinco museos oficiales y tres colecciones museográficas privadas».
El antiguo propietario de la casa pertenecía a una familia adinerada y por tanto eran unos privilegiados que tenían tiempo para poder formarse. «Es por eso por lo que en el interior de la vivienda se nota ese cierto nivel, a pesar de que no fueron nunca ostentosos. No obstante, en estos pueblos, la posesión de tierras era capital para la subsistencia familiar, porque también tenían granero y bodega. La mayoría de los vecinos llevaban fincas de otros o tenían que salir a trabajar fuera del pueblo».
El responsable de la Casa de las Doñas destaca que «el municipio de Vega de Liébana participa de lo que son los valores capitales de la comarca, con una parte agreste y natural y también de un componente cultural, etnográfico y humano. Aquí hay vestigios de las ocupaciones más antiguas de la humanidad». Recuerda que en esta zona se encuentran «los megalitos de Pico Jano y en el devenir de la época histórica, los vestigios de la primera romanización, con estelas en Bores y Villaverde, o ejemplos significativos del periodo medieval, con el solar de la Casa de la Lama, los torreones de Campo, o la Casa de Colmenares, en Valmeo, unido a un rico patrimonio religioso y vestigios de época más contemporánea como los molinos o la pisa o batán de Ledantes, sin olvidar el desarrollo industrial como se contempla en la mina de cobre de Pico Jano o la propia conformación del paisaje, que no se entiende sin el paisanaje, con la ubicación de los pueblos, los cultivos o el aprovechamiento de los montes, brañas y puertos».
Destaca la diferencia de los veranos de antaño con los actuales pues «la actividad turística lo que hace es movilizar mucha gente demandando ocio lo que entra en contraste con lo que eran los veranos de nuestros abuelos, que eran periodos de cosecha, de momentos de trabajo, y eso ha ido desapareciendo, emergiendo el bullicio de la atención al turista. Ese cambio se nota en cada uno de nuestros pueblos».
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