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Cerca de la iglesia de Cabezón de la Sal han demolido una casa de tres alturas que llevaba años en ruinas. Un derribo como tantos, que despeja un goloso solar en el nº19 de la calle San Martín. Pero resulta que esas paredes reducidas a escombros ocultaban un tétrico secreto: crucifijos esculpidos en la misma cal del muro, hornacinas en relieve con caras de santos, y frescos de guirnaldas de flores, cervatillos y escenas bucólicas pintadas alrededor de esos iconos religiosos. Era parte del legado de Mercedes Alonso Fernández, una excéntrica septuagenaria aficionada a la pintura que en Cabezón llamaban 'La Cubicha'. Convivía con cientos de palomas en la azotea, donde la solían ver con extrañas batas largas y rulos en el pelo. Dicen de ella que era orgullosa, solitaria, que no abría la puerta a nadie... salvo a un hombre, mayor incluso que ella. De Santander, de nombre Fernando Alonso, simpático y con buena pinta superando los 80. Comentan que eran amantes desde hacía años. Que ella contaba «lo enamorada que estaba de Su Fernando». Se les veía a veces pasar por Cabezón en la Vespa de él. Ella de paquete y una visionaria de la moda, con sus blusones sueltos, escotados y de mangas acampanadas, pantalones pitillo, el pelo a lo afro, labios rojos... El cadáver de 'La Cubicha' fue encontrado dentro del tercer piso de esta casa hace 25 años con un cuchillo clavado en el pecho. Aquel crimen sigue envuelto en misterio. En el mes de febrero todavía podían verse las pinturas de 'La Cubicha', en medio de los trabajos de demolición. Ya solo queda en pie la fachada, detrás de andamios. Esta obra en el centro de Cabezón ha rescatado aquel crimen del olvido.
Martes, 22 de agosto de 1995. Unos familiares de Mercedes, preocupados porque no contestaba a sus llamadas, deciden ir a visitarla por la mañana. Pero tampoco abría la puerta. La dueña de una peluquería de la planta baja subió al tercero y vio que la puerta estaba abierta. Desde el rellano no se veía nada. No entró. Pero pensó que era raro que no estuviera cerrada a cal y canto, como siempre. Ya por la tarde, y ante la falta de noticias de su extraña vecina, le comentó sus temores a otra residente del edificio y llamó a la Policía Local. Ella no vio el cadáver, pero sí «los rostros desencajados y las arcadas» de los agentes. Al entrar en la casa salió un olor nauseabundo. Tras recorrer las estancias encontraron en un rincón a Mercedes con un cuchillo de cocina clavado en el pecho, cerca del corazón, y, por el estado de descomposición del cuerpo, calcularon que podría llevar tres días muerta. Tenía 75 años de edad cuando la mataron.
Yacía a los pies de una de las paredes 'customizadas' de su piso, que los mismos guardias que la encontraron pudieron contemplar entonces. Esas cruces y esos bustos que sobresalen podrían estar hechos con pasta de papel endurecida o escayola. Comentan vecinos que el techo de esa tercera planta tenía tantas goteras que la ingeniosa Mercedes ideó la manera de tapar artísticamente las manchas de humedad. «Hacía una masa con papel de los periódicos y lo iba poniendo. Era una artista... especial», dice una mujer que la conocía.
El caso cayó en manos de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Torrelavega, que se hizo cargo de la investigación. El novio de La Cubicha acabó detenido, pero el proceso judicial no avanzó como debiera -según fuentes de la investigación, que recuerdan la sospechosa falta de peritos, de guardias y testigos en el juicio- y finalmente quedó libre de toda culpa. No había pruebas en su contra. Dicen que el amante viudo, ya octogenario, se fue a vivir con otra jubilada... el fin de esta otra historia de amor se desconoce. En el año 2000 Fernando Alonso murió. Cuentan familiares de Mercedes que cuando encontraron su cadáver «llevaba tres meses muerto en su casa».
Hace tiempo que el nº19 fue declarado en ruina y el último inquilino abandonó el inmueble hace siete años. El Ayuntamiento de Cabezón de la Sal pidió a los propietarios del edificio que se encargaran de rehabilitar la finca o costear el derribo. Y así han hecho, asumiendo todos los gastos, según el alcalde, Víctor Manuel Reinoso, que no arroja más luz sobre el misterioso crimen ocurrido hace 25 años, «fue hace demasiado tiempo, no me acuerdo». Está en marcha un proyecto de rehabilitación: en la vieja casa de La Cubicha se levantará un edificio de pisos.
Mientras tanto, la gente volvió o a ver las obras de arte de las paredes de Mercedes, «Merche, la llamábamos, o La Cubicha, porque era la hija del Cubichi, de Cos», comenta un comerciante, que la recuerda con cariño. «Era extravagante y llamaba la atención, pero era una buena vecina y no se metía con nadie». No son pocos los cabezonenses que tienen un cuadro de ella. «Estaba muy orgullosa de su arte. Y la gente se los compraba para ayudarla, porque no tenía nada».
Rosi y Mariví Vélez Alonso son sobrinas de Mercedes Alonso, hijas de una de sus cuatro hermanos, y residen en Cos. Cuentan de su tía que «era un alma libre, una bohemia». Originaria de Santander, la familia, culta y de clase acomodada, se trasladó a Cabezón de la Sal en los años 50. «Vivían muy bien. Mi madre y mi tía eran patinadoras, otro hermano era inventor... todos recibían clases particulares. Pero ella, Mercedes, era especial. Los profesores no la aguantaban. Tenía un carácter fuerte, era soberbia. Y una inteligencia superior. Tanto que no se adaptaba en las clases de pintura, de música, de piano...» Su capacidad artística era «extraordinaria», dicen las sobrinas, que conservan muchos de sus dibujos y cuentos ilustrados. «Lo mismo moldeaba que pintaba. Hacía lo que quería. Pero cuando le daba la gana». No hacía caso a nadie. Salvo a su novio. Ellas están seguras de que fue él el que la mató. «Es el único que la sometió. Cuando todavía vivía en Santander, siendo muy jovencita él la violó. Luego él venía a Cabezón, le pegaba una paliza y le llevaba el dinero». Recuerdan algunas de aquellas palizas, «en una ocasión la dejó morada entera. Mi madre fue a buscarla. Pero ella no lo soportó y volvió a Cabezón. Era invierno. En verano la mató». Sobre el novio, dicen que tenía «altas influencias» y que gracias a ello se libró de ser condenado. Cuando, ya fallecida, entraron en la casa, vieron el rostro de Fernando en todas las obras de arte de Mercedes. «Está en las paredes, en los dibujos, en los libros. ¡Es su cara! Él, él, él. Estaba obsesionada con casarse con él. Y así lo dejó escrito. Que se iba a casar con su Fernando, a tener hijos... Ese hombre le tenía comido el sentido».
Sobre las excentricidades de su tía, muestran fotos que revelan lo coqueta que era. «No aparentaba su edad. Tenía una elegancia diferente, que llamaba la atención. No era como los demás». Y, sobre sus escasos recursos económicos, dicen que «pudo forrarse con su pintura. Pero era tan rebelde que sufrió carencias. Pintó cuadros a mucha gente, pero ella lo hacía cómo y cuándo quería. Y si no, se enfadaba y te rompía el cuadro. Por eso, entre otras razones, no teníamos relación con ella». A pesar del distanciamiento con su familia, en Cabezón «se llevaba muy bien con mucha gente, aunque igual con sus vecinos no tanto... sospechaba que la miraban mal...». Los mayores problemas con la familia llegaron con el reparto de la herencia del padre de Mercedes. Desde aquellos años las sobrinas no volvieron a tener trato con ella.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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