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La quesera María Ángeles Ruiz tenía como cometido elaborar el queso fresco más grande de España y lo consiguió. En una mañana ha logrado realizar un queso de 125 kilos de peso, para lo que ha empleado más de 500 litros de leche de la ... Granja Cudaña. Su actividad era la que mayor expectación generaba esta mañana en la Feria de la Leche que se ha celebrado en el barrio de Trasierra, en Ruiloba. María Ángeles parecía una cantante rodeada de seguidores. «He utilizado 500 litros de leche, que primero se calienta a 36 grados, luego se le añade el calcio, el cuajo y la sal y después se deja que cuaje durante una hora». A continuación «se corta y se introduce en los moldes». Una vez hecho, se repartió entre el público. Seguro que a María Ángeles no le han grabado nunca tantas cámaras como esta mañana. «En tres cuartos de hora, ya habían sido repartidas todas las raciones», explicaba. Un visto y no visto.
Olía a rosquillas de anís. Hacía sol, incluso calor, y a media mañana, ya era difícil aparcar. La Feria de la Leche de Ruiloba ha sido lo esperado: un buen plan para el domingo por la mañana. Y más con niños. También una forma de exhibir las bondades del producto cántabro y, por supuesto, de demostrar que la leche no nace en el envase de cartón. Es increíble la cantidad de actividades que caben bajo una carpa. Talleres para elaborar queso fresco, venta de quesos, pan, embutidos, artesanía, un pequeño escenario y hasta una barra de bar. También dos o tres vacas y un terreno cercado con terneros. Una atracción para los más pequeños, que tuvieron la oportunidad de ver en directo cómo se ordeña una vaca. ¿Son de anís?, le preguntaba una señora de abrigo negro a Juanjo Hompanera, que ha llevado sus rosquillas de Torrelavega a Ruiloba. Y sus empanadas, sus bollos de nata, sus magdalenas… «Anís, anís», respondía Juanjo. Las freía allí mismo, en el puesto. La señora decía que el aceite parecía estar muy caliente. Al final se llevó cuatro. A un euro la rosquilla. El año pasado estaban más baratas, «pero ha subido el precio de las materias primas y nos vemos obligados a incrementar el precio de venta al público», certificaba el hombre. «Los agricultores cada día estamos peor», decía el vendedor elevando la voz, como si quisiera que todo el mundo lo escuchara. «De hecho -incidía-, la mantequilla me cuesta un 70% más».
Al lado de Juanjo, un puesto con discos antiguos. Y junto a éste, Juan Borbolla pulía albarcas de madera en miniatura, de esas que pueden servir como llavero. «Lo críos me ven y se piensan que soy de otro planeta», bromeaba. Obviamente, «de esto no vivimos, pero creo que deberían promocionarse las escuelas de artes y oficios», aprovechaba para comentar. «La textura de este queso es increíble», decía una chica que acababa de probar un queso más bien curado. En los exteriores de la carpa se celebraba el Concurso de Ollas Ferroviarias. Chus Mari Sainz era uno de los participantes. Corbata roja con puntos verdes, chaleco verde, ojos también, verdes, y una elegancia impoluta que llamaba la atención. Cocinaba patatas con cachón, aunque decía que la auténtica olla ferroviaria lleva «patatas con carne de ternera». Ya bajo la carpa, la enorme mesa de la Granja Cudaña estaba rodeada de gente probando los sobaos, las quesadas o el queso fresco. Casi todo el mundo con la boca llena. «No nos ha dado tiempo a levantar la cabeza», explicaba Noelia Bueno mientras envolvía quesadas, «por lo que debe haber mucha gente». La señora de las rosquillas compraba una quesada e intentaba pagar con el móvil, pero no se podía. Aurora Torre cortaba queso en otro extremo del puesto. «No lleva conservantes ni aditivos», aseguraba. ¿El cliente lo valora? «Creo que la mayoría prefiere un producto de calidad, aunque tenga que pagar un poco más». Tienen a las grandes superficies haciéndoles la competencia.
Precisamente por eso se celebran estas ferias, para que las personas «sepan el trabajo que lleva elaborar un buen producto». El sabor a mantecado del sobao acariciaba el paladar. César Campo, hijo de Jairo Campo, vendía queso Tresviso. Llevaba un gorro en la cabeza, pero iba en manga corta. No paraba. En una balda, a su espalda, exponía varios quesos enormes, «de hasta treinta centímetros de diámetro». Todos ellos, con cuatro meses de maduración en una cueva. A 23 euros el kilo. «Aunque en esta feria se vende, los costes se han disparado y nos vemos obligados a trasladar el incremento al consumidor». Este año, el queso de César cuesta un euro más que el pasado. ¿Qué le diría a los políticos? «que nos pregunten, que se interesen por nosotros».
Aseguraba José Carlos Pérez que «no hay dos panes ni dos quesos iguales, porque cada día te sale de una manera». José Carlos ponía a la venta su pan, «que está fermentando 24 horas y no lleva aditivos, tan solo agua, harina y sal».
Sobre la una del mediodía, el público se arremolinaba en torno al escenario, donde mostraba su dominio en la técnica del ordeño el campeón José María Serna, actual récord Ginnes. De fondo, se escuchaba el pito y el tambor. Un año más, y van siete, Ruiloba ha demostrado que su Feria de la Leche es el mejor plan de domingo.
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