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El argayo de Ruente está vivo. La aparición de varias grietas en la parte alta de la montaña donde el pasado mes de enero se produjo un argayo de enormes dimensiones como consecuencia de las fuertes lluvias, mantiene preocupados a los vecinos de la ... zona. Temen que vuelva a suceder lo mismo que hace once meses, cuando toneladas de tierra cayeron sobre la carretera CA-180, que separa a este municipio de Cabuérniga, dejando aislados a más de 600 vecinos y causando destrozos que llevó meses solucionar. Ahora, con la montaña de nuevo en su sitio y la carretera que permaneció cerrada al tráfico funcionando a pleno rendimiento y con total seguridad, los habitantes de Ruente han dado la voz de alarma porque temen que la tierra pueda volver a despertarse.
Sin embargo, según los técnicos encargados de vigilar el argayo, «no hay absolutamente nada que temer». «Que aparecieran grietas estaba previsto», explicó ayer el director general de Obras Públicas, Manuel Domingo del Jesús. Es más, según Alberto González, uno de los expertos de la Universidad de Cantabria encargado de realizar el seguimiento, «la estructura geológica y los materiales indican que el desplazamiento de la tierra va a continuar activo durante mucho tiempo». Por eso, la solución que plantearon, y que en su momento ejecutó el Gobierno de Cantabria, consistió en «eliminar todo lo que pudiera poner en peligro la carretera y dejar que el resto siguiese cayendo de manera natural». Es decir, controlar el argayo y realizar un seguimiento del mismo, además de limpiar lo que se va deslizando por la ladera de la montaña.
Lo más importante, aseguran los técnicos, es sujetar la carretera, lo que se ha logrado mediante la construcción de una escollera. Un aspecto en el que insiste el director general de Obras Públicas. «Es imposible que deje de caer material de la montaña, pero la carretera está bien amarrada», aportó. Información que basa «en los informes elaborados por especialistas en sistemas geotécnicos de la Universidad de Cantabria», quienes se encargan de vigilar el comportamiento de la tierra. «Lo que hacemos es observar cómo evoluciona el argayo, analizando la velocidad de desplazamiento y viendo si puede afectar a la carretera», concretó Alberto González. Obras Públicas «colocó unas portillas para que los camiones puedan entrar y retirar el material sin erosionar la vía», especificó el técnico, quien además opina que la obra que se ha acometido, «que consiste en recoger los fragmentos que caen y sujetar la vía, es la acertada».
Obras Públicas no solo consultó con la Universidad de Cantabria, sino que solicitó que realizara un análisis continuo del estado en que se encuentra en argayo de Ruente, que por el momento progresa según lo esperado. La caída del argayo supuso en su momento un gran trastorno para los vecinos de Ruente y Cabuérniga, ya que muchos se quedaron semiaislados y se encontraron con serias dificultades para acudir a sus trabajos. Se llegaron a vivir incluso momentos de tensión entre los afectados y los políticos de la Consejería. Finalmente todo quedó en un mal recuerdo que los vecinos no quieren revivir.
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