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El de Ruente es algo más que un simple argayo de los muchos que se dieron en la región aquella semana fatídica de inundaciones, en enero de 2019. Es el argayo por antonomasia. Primero, por sus enormes dimensiones -se hablaba de un talud tan alto como un edificio de treinta plantas- ... y segundo, porque a pesar de que ya se estabilizó, la tierra continúa en movimiento. Desde la Consejería de Obras Públicas insisten en que el tema está «controladísimo», en superlativo. Sin embargo, el deslizamiento constante de piedras a lo largo y ancho de la ladera, preocupa. Sobre todo porque el comportamiento de esta montaña del valle de Cabuérniga influye en el resto del entorno como una pieza de dominó. No es necesario ser un experto para pronosticar lo que sucedería en caso de que se viniera abajo, algo que los técnicos no vaticinan en absoluto, aunque nadie tiene un cien por cien de certidumbre, como con nada en la vida.
El argayo fue la peor sorpresa para los vecinos de la comarca del Saja, el pasado 24 de enero de 2019, cuya rutina se vio seriamente afectada después de que 80.000 toneladas de tierra y rocas rodaran por la montaña y cayeran sobre la carretera CA-180, que une los pueblos del valle de Cabuérniga con Cabezón de la Sal, Torrelavega o Santander. Llevaba días lloviendo, los ríos de Cantabria estaban desbordados y los habitantes del valle miraban, como siempre, al Saja. Desconocían que el peligro acechaba a sus espaldas. Parte de la montaña situada frente al puente de Monte Aá se desprendió y llegó a cubrir la calzada.
Más de medio millar de vecinos permanecieron aislados varias semanas, evaluando las pérdidas. Desde la Consejería hacían lo propio mientras reconstruían el terreno a un ritmo frenético. Tres meses más tarde volvía la normalidad al valle, con los vehículos circulando por los dos carriles que habían permanecido cortados o semicortados. Sabían que el argayo seguiría moviéndose, por eso colocaron fuertes pantallas de protección en la carretera, sobre las que hoy continúan cayendo piedras, de modo intermitente. Pero no hay peligro, al menos en eso llevan meses insistiendo con vehemencia desde la Consejería. «El argayo se está comportando de la manera que preveíamos», aseguró ayer por tercera vez consecutiva en los últimos meses Manual del Jesús, director general de Obras Públicas. La montaña está siendo sometida a una vigilancia constante. Los técnicos acuden prácticamente todos los días e insisten en que si ellos están tranquilos, los observadores sin conocimientos sobre el tema deberían estarlo también. «No hay nada nuevo con respecto a hace tres semanas», cuando las lluvias que se produjeron en Cantabria despertaron la alarma de nuevo porque cayeron más piedras debido a las filtraciones de agua. Nadie se alteró entonces y nadie lo hace ahora. «El comportamiento es el previsto». Si continúa precipitándose mucho terreno, «intervendremos con una máquina especial para retirar tierra y piedras de la parte superior de la montaña», pero ni siquiera adoptar esta medida parece algo necesario a día de hoy. Tampoco la velocidad de desplazamiento de la tierra, un factor que también controla la Consejería, indica que se tengan que tomar otras decisiones.
Este argayo se observa de cerca y de lejos. El alcalde de Ruente, que desempeña su cargo en el edificio consistorial, situado a unos metros de la montaña, permanece totalmente «tranquilo», ratificó ayer. Visita el lugar todas las semanas y recibe información actualizada de los expertos. «Está dentro de lo controlado», asegura. «Hay piedras en la superficie de la montaña situadas sobre una capa de tierra más firme y esas son las que están cayendo a la vía, donde se han colocado pantallas protectoras precisamente con ese fin», advierte el regidor regionalista. Los vehículos continúan circulando a los pies de la montaña y los peatones atraviesan la carretera, siempre con un ojo puesto sobre el argayo, no tanto porque les preocupe, que también, sino porque el paisaje es digno de observar tras los estragos que sufrió hace casi 24 meses. Igual que en Ruente se ha observado la Fuentona durante años por la variabilidad de su cauce, ahora la vista se dirige a la montaña, 'rota' a causa de un fenómeno natural incontrolable.
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