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Los ataques de los lobos al ganado se han incrementado de manera notable en los pueblos del municipio de Lamasón hasta convertirse en algo prácticamente rutinario a lo largo del último mes, para desesperación de los ganaderos. Víctor Gómez es uno de los pocos ... jóvenes que ha apostado por quedarse en su pueblo, Cires, donde compagina la ganadería con otras actividades complementarias. Entre las muchas dificultades que un joven como él encuentra en un pueblo, considera que la peor de todas es tener que despertarse cada día con la preocupación de si encontrará su ganado vivo o muerto.
«En Cires apenas somos 40 vecinos y en el último mes raro ha sido el día que alguno de los siete que tenemos cabaña no hayamos sufrido la pérdida de algún animal. Ese está siendo el pan nuestro de cada día», se lamenta Víctor, que el pasado año perdió ocho potros y este año va por el tercero. Al igual que Víctor, sus vecinos Vicente Vélez y Daniel González también han sufrido importantes pérdidas en sus cabañas, especialmente en las últimas semanas. Así las cosas, algunos de ellos han decidido bajar el ganado de los pastos de montaña a sus fincas, lo que les origina importantes pérdidas pues de este modo se comen la hierba que tenían reservada para el invierno.
«Está muy bien que nos traiga fibra y wifi a las zonas rurales, pero si de verdad quieren que los pueblos sobrevivan lo que tienen que apoyar los políticos es la ganadería, que es de lo que se vive aquí», declara Víctor Gómez.
«Que aceleren el pago de las indemnizaciones no es la solución, porque además muchas veces el ganado atacado desaparece y no podemos cobrarlo. No queremos que se nos compre con dinero o subvenciones, lo que queremos es que no maten nuestros animales y poder trabajar sin esa preocupación permanente», insiste Víctor, que considera paradójico que «en Santander se maten las gaviotas por los ruidos y las molestias que provocan a sus vecinos, mientras que nosotros tenemos que mantener a los lobos a 50 metros de nuestras casas y paseándose libremente por las carreteras. Esto es una vergüenza», manifiesta indignado el joven ganadero de Cires que reclama soluciones reales y urgentes.
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