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Las personas que viven en los núcleos rurales, y muy especialmente en los municipios de montaña más alejados y aislados, siguen sufriendo la falta de servicios y sobre todo de una adecuada atención cada vez que se produce alguna incidencia, lo que les hace sentirse ... discriminados en el trato que reciben cuando se comparan con aquellos que viven en zonas urbanas.
Una buena muestra de ello son los problemas que han sufrido en los últimos días los vecinos de los municipios de Polaciones y Tudanca. El pasado 6 de enero, día de Reyes, en una jornada tranquila, sin temporal ni inclemencias meteorológicas, dejaron de funcionar todas las compañías de telefonía móvil, algo a lo que en cierta medida están acostumbrados los vecinos. Tuvieron que pasar casi 24 horas para que una parte de las compañías restablecieran el servicio, pero los abonados de Vodafone y Orange han tenido que esperar ocho largos días para que sus teléfonos volvieron a estar operativos, hasta el jueves 13 de enero. Y todo ello a pesar de las numerosas quejas presentadas por una gran parte de los afectados y, muy especialmente, por el alcalde de Polaciones, Vicente Gómez, que estuvo en contacto desde el primer momento con todas las compañías, pidiendo explicaciones y exigiendo soluciones, gestiones que han servido de muy poco.
Y eso que, al parecer, según le informaron, se trataba de un problema sin importancia en el que sólo había que rearmar los equipos que las compañías tienen en la antena que da cobertura a la zona, situada en el Cueto del Haya, junto al pantano.
Parece que los abonados de esta zona no son de gran interés para estas compañías, al menos así lo denuncian los afectados, para quienes, por sus condiciones de vida por la dispersión y el envejecimiento de sus vecinos, entre otros factores, contar con un medio de comunicación como la telefonía resulta de capital importancia.
Ana Alba, la farmacéutica de la zona, ha sido una de las que más ha padecido con esta situación. El teléfono es el medio por el que la mayoría de los vecinos le solicitan los medicamentos que luego reparte por el valle purriego.
Otro caso es el de Óscar Cosio y su pareja, Rosa, jóvenes ganaderos con 220 cabezas de ganado, dos niños y una anciana de 100 años a su cargo, para quienes el teléfono es un medio básico para poder atender sus múltiples obligaciones desde Puente Pumar.
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