Secciones
Servicios
Destacamos
Aparcar está complicado y los voluntarios de Protección Civil facilitan la labor, «pero arrima bien el coche». El trajín de la plaza, que rompe la habitual tranquilidad de un sábado por la tarde, hace que una vecina salga al patio para ver qué pasa. A ... ella, que ayer en Barcenillas (Ruente) se celebrase la primera 'Agro Gay Pride' no le parecía ni bien ni mal. «Pues como cuando son las fiestas del pueblo». Solo que esta era diferente. La Asociación Cultural del núcleo rural ubicado en el Valle de Cabuérniga, donde residen 114 vecinos, organizó ayer una fiesta gay por todo lo alto para visibilizar al colectivo LGTBIQ+.
En plena plaza del pueblo, un escenario con la bandera arcoíris (símbolo del orgullo gay), dos carpas y una barra. Música a tope, la gente bailando con una media de cerveza en la mano, gafas de sol, selfies, postureo y una carroza. En medio de todo el 'tinglao', Mercedes Díaz, secretaria de la asociación, pintaba las caras de la gente con los colores de la bandera y hablaba de la «buena acogida» que estaba teniendo la fiesta. Y es que hubo gente hasta de Valladolid. Como Ana y Pepe –«apellidos no»–, que fueron al pueblo a hacer una ruta de senderismo y se encontraron con el ambiente. «Somos muy de este país y viajamos por agroparajes», bromeaban sobre un evento «simpático, motivador y necesario, porque hay que naturalizar lo natural que es la variedad humana».
Caracterizados bailaban David, Raúl y otros cuatro amigos. De Santander. Con gafas de sol y mucho 'flow'. «Esto es excepcional y maravilloso, porque hay que reivindicar una Cantabria diversa y celebrar, bailar y pasarlo bien». Mientras, sobre la carroza, que era un tractor, pelucas, pinta labios, máscara de pestañas y la canción de cibersexo. A eso se referían con agro-gay. Al glamour de lo rural. Ya lo decía el presidente de Alega Cantabria, Regino Mateo, quien leyó un manifiesto en el que reivindicó «que una de las asignaturas pendientes del colectivo LGTBI son los espacios rurales, por eso es una maravilla que esta iniciativa haya surgido aquí».
Hablando de la España vaciada, dijo,«mucha gente se ha ido de los pueblos a las ciudades por no ser precisamente un modelo de tolerancia». Una realidad que hay que cambiar «luchando contra los discursos de odio y recordando a los gobiernos que aprueben leyes para crear una sociedad transversal e igualitaria». Entre el gentío, había globos de colores y «unas ganas de pasarlo bien» como las que tenía Patricia, de Ruente. «En Barcenillas hay mucha unión», decía. Eso y que en Ruente «no se producen envidias y gracias a este encuentro el pueblo va a ser más conocido».
Iba pasando la tarde y cada vez llegaba más gente.Empezaba a ser imposible escucharse por encima de la música. La barra «a tope» y los decibelios 'in crescendo'. «Deja que lleguen las once de la noche –insistía Patricia–, porque la gente tiene muchas ganas de fiesta después de dos años de pandemia». Y era verdad. Todo parecía ir a más. «El año que viene se vuelve a celebrar seguro» y Barcenillas es ya un símbolo del colectivo LGTBI.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.