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Es un placer hacer lo que te da la gana sin que nadie te juzgue», decía Conchi Sánchez, de Santander, con unas gafas rosas que le ocupaban tres cuartas partes de la cara y medias de rejilla rosa fucsia a modo de guantes. Ella y ... su amiga, Raquel Gutiérrez, bailaban tras una de las tres carrozas que este sábado han desfilado por las calles del pueblo de Barcenillas, donde cientos de personas han hecho lo que les ha dado la gana en la segunda edición del Festival Agrogay.
La cita está organizada por un grupo de vecinos que buscan visibilizar al colectivo LGTBI+ en los entornos rurales. Así que el año pasado se inventaron una fiesta que triunfó. Tanto, que este año ha acudido Rodrigo Cuevas, el compositor y cantante conocido por mezclar el folclore con bases electrónicas. Y Cuevas ha dicho que en Barcenillas, un pueblo de noventa y pocos habitantes que este sábado ha sido capital de Cantabria, «el Agrogay ha unido dos de las cosas que más me gustan y las dos empiezan por tra: tractores y travestis». Aplausos por todo lo alto y banderas de colores.
«Este tipo de iniciativas cohesionan el mundo rural y hay gente del pueblo que ha cambiado su mentalidad gracias a esta celebración», aseguraba Raquel, que llevaba un altavoz conectado al móvil y pinchaba Fangoria. «Yo he visitado setenta países y esta es la fiesta más increíble que he visto en mi vida», decía José Hidalgo, de Madrid. «A mí me encanta que la gente pueda ser como es y se respete», opinaba Montse Simón.
Ha habido globos, pelucas, mucha purpurina, ropa brillante, una batukada de mujeres y tambores, cuyo sonido fluía entre diversidad y tolerancia. «Todo el mundo está desinhibido y nadie se siente juzgado», opinaba Pablo Garrido, de Torrelavega. Las tres carrozas recorrieron las calles del pueblo y se dio esa simbiosis entre lo rural y el glamour. Después, el público se reunió en torno al escenario para dar la bienvenida a Rodrigo Cuevas, que accedió al podio disfrazado entre el público y ha dicho: «Disfrutemos de la libertad como cuando disfrutamos de una comida cara y buena» y detrás de cada frase, aplausos, tambores, júbilo y acción. «No os penséis que la reivindicación está reñida con la celebración, champagne por les tetes y que viva el Agrogay de Barcenillas». «¡Viva!», ha respondido un público entregado, jubiloso y sin corsés apretando libertades.
La mayoría de asistentes ha llevado la bandera gay dibujada en la frente y en el corazón. Los tejados bajos de las casas del pueblo han sido los espectadores de un espectáculo con el que se ha reivindicado aquello que todavía hay que reivindicar. El camino es largo, pero con propuestas como las de este sábado, se hace más liviano.
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