La Bicha de Labarces
LEYENDAS DE CANTABRIA ·
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LEYENDAS DE CANTABRIA ·
Una enorme sierpe se apareció a dos jóvenes jornaleros en una campa de La Florida, o al menos eso dijeron ellosAsoma la tarde en uno de los 'praos' de don Celestino. El de La Florida, cerca de Labarces. Aunque tienen más ganas de romería que de laburo, a Pacho y Sin les queda aún mucha faena por delante. La hierba está a medio segar y el calor y el cansancio aprietan. Pero de pronto todo eso deja de importar cuando Sin observa algo extraño entre las zarzas; algo así como un reguero de maleza en movimiento. Advierte a Pacho. Cuando se acercan a mirar les sobresalta la sobrecogedora imagen de una especie de gran serpiente que, alertada, alza la cabeza, aplanada como un yunque y adornada con unos ojos de un rojo intenso, casi como llamas, y una mirada penetrante. Una enorme sierpe o culebre de no menos de seis metros de largo y al menos diez centímetros de diámetro que al notar su presencia se alza amenazadora antes de huir rápidamente, con una sorprendente agilidad para su tamaño, hacia el huidizo regato que baña la zona.
Espantados, Sin y Pacho huyen al pueblo para ponerse a salvo. Cuando llegan, desencajados, cuentan lo que han visto: una gran bicha en el 'prao' de don Celestino. Con los rostros demudados, apenas aciertan a contar con cierta coherencia lo que les ha ocurrido. Con el estómago estrangulado, ni siquiera son capaces de comer esos días. El miedo se les ha aferrado al cuerpo y les ha cerrado las tripas.
Pronto todo el pueblo ha oído hablar ya de la Bicha de Labarces y la recóndita aldea se convierte de pronto en tema de conversación de gente que jamás había oído hablar de ella. Tanto que a los pocos días llegan al pueblo unos periodistas de Santander para que les cuenten la historia. Lo hacen equipados con una cámara y un cable de alta tensión con el que quieren azuzar a la sierpe en el la campa de don Celestino para poder fotografiarla o espantarla, si fuera necesario.
Pacho y Sin les cuentan su historia. El asunto se les va de las manos. La información aparece en la prensa y se viraliza no ya por el valle, sino por Cantabria entera. Todo el mundo se pregunta por la mostruosa pero huidiza Bicha de Labarces, porque nadie, tampoco Pacho y Sin, volvieron a verla nunca. Por mucho que periodistas, paisanos y jornaleros pasaran por el Canal del Toro, la sierpe no volvió a aparecer. Solo 24 años después, en 1969, se observó algo similar en el valle de Soba, para más señas en Valdició, aunque quién sabe si a aquella bicha le había dado por viajar y era o no la misma.
Así se acuñó la leyenda de la Bicha de Labarces, muy entroncada con el folklore universal y el cántabro, que narra las historias de otros culebres como el de Peñacastillo, el de la cueva de San Vicente de la Barquera o aquel de Valdició. Seres que habitan en grutas, bajo la tierra o en los ríos; reminiscencias del pasado o extraños animales exóticos como el que Pacho y Sin juraron una y otra vez haber visto.
Desde entonces la duda ha envuelto la historia de la bicha. Si existió o no, qué fue de ella y qué podía ser aquel fabuloso animal que sobrecogió a los dos jóvenes braceros. Un enigma sin respuesta desde aquella tarde de 1945 en la que ocurrió todo.
Lo que ocurre es que respuesta, lo que se dice respuesta, sí que había. Al menos en el pueblo. Y la encontraron Alberto Martínez Beivide y la asociación Etno Cant de la forma más sencilla: viajando a Labarces en 2021. Tres cuartos de siglo después del suceso, tanto Alfonso 'Sin' Piney como Plácido 'Pacho' Lebaniegos habían muerto ya, pero quedaban aún muchas personas que les conocieron y habían oído hablar de la bicha. Vecinos y vecinas que al escuchar el cuento de la sierpe asentían con una sonrisa cómplice.
Así fue como le contaron a Beivide que aquello no fue más que una broma, gamberrada o, probablemente, una excusa que inventaron los dos chavales, que es lo que eran en 1945. Un cuento que se les fue de las manos. Sobre todo a un Sin que ya tenía en el pueblo cierta fama de fantasioso.
Aquella tarde había romería en el pueblo y los muchachos querían terminar cuanto antes la faena para salir de fiesta. Viera o no una culebra, que no culebre, decidieron inventarse la historia. Urdieron bien la trama, y llegaron a marcar con los aperos un surco sobre la hierba a modo de rastro, presunto rastro, de la bicha. Después, ante el revuelo, no les quedó otra que huir hacia delante. Lo confesaron muchos años después a sus amistades, y el propio Sin contó divertido la historia hasta la vejez. La Bicha de Labarces, que en realidad debía haber sido la de Caviña o La Florida, jamás existió.
El cuento les persiguió a los dos hasta su muerte, pero al menos aquella tarde terminaron antes la jornada y pudieron irse de romería. Con sierpe o sin sierpe, que les quiten lo 'bailao'.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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